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Sardinas enlatadas con escamas, a la venta en Cuba

Sardinas en lata con escamas (foto del autor)

VILLA CLARA, Cuba. – “Esas sardinas vienen con escamas”, le indica la dependienta de la tienda El Rápido de Santa Clara a la clienta que pide una de las latas en exhibición en el poco abastecido mostrador. “¿Con escamas?”, cuestiona la señora, incrédula ante la advertencia de la trabajadora. Un muchacho de la fila le asegura a la compradora que hace poco abrieron una en su casa y que estaba repleta de las pequeñas e incómodas membranas transparentes, que tuvieron que lavarlas, pelarlas, y colar el puré para poder comérselas aquella tarde.

En las tiendas hay muy pocos o ningún producto cárnico a la venta. Para sobrellevar la crisis, muchas familias han optado por los enlatados, entre estas, las sardinas o las latas de atún, ambos muy costosos y que, paradójicamente, contienen ínfimo gramaje.

Rellenas con aceite vegetal o tomate, las conservas en cuestión presentan en su contenido neto gran cantidad de escamas y cuestan 1.70 CUC o 43 pesos, el equivalente en moneda social. “Un abuso, yo sé que es un abuso”, prosigue la dependienta de la tienda. “Por eso aconsejo a la gente que no las compre, porque son caras y, para colmo, que no se puedan comer”.

Cada recipiente trae consigo tres o cuatro pequeños trozos de pescado, porción mínima e insuficiente para una familia cubana estándar. De sus 425 gramos de peso total, solo 235 son de pescado, así que, un 45 % pertenecen al líquido en el que viene sumergido el producto junto con las escamas, y en la etiqueta se aclara que solo posee 17,79 gramos de valor proteico.

Aunque estas sardinas son producidas en Tailandia, el envase indica que son importadas por la empresa estatal ALIMPORT, encargada, de acuerdo con su página oficial, “de ejecutar con eficiencia todas las operaciones de comercio exterior relacionadas con la importación y exportación de productos alimenticios”. Una de las ventajas reconocidas en todo el mundo de las sardinas enlatadas es su rápido consumo, sin necesidad de escamarlas o prepararlas previamente para servirlas como tapas.

Lo que los cubanos no comprenden es por qué el Estado no detiene la venta y circulación de productos de mala calidad o, al menos, disminuye su precio por merma comercializable. “Ellos nunca pierden, seguro que lo compraron a kilos”, sentencia un cuarentón de la fila en El Rápido de Santa Clara. “Lo peor es que no hay más nada, vamos a terminar comiendo colcha de piso otra vez”.