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Se acentúa la crisis de los medicamentos en Cuba

Farmacias en La Habana. Foto cortesía del autor

LA HABANA, Cuba.- El drama de los medicamentos en Cuba va más allá de la escasez, e incluye trabas burocráticas, cierre de farmacias, altos precios y poca comunicación entre la empresa farmacéutica y los médicos.

“No me despacharon porque el doctor del policlínico había circulado la dosis de la medicina”, se queja un vecino de Centro Habana que, después de madrugar y hacer “tremenda cola” le dicen que no puede comprar el medicamento.

“No es nada del otro mundo, me dijo ella, pero me la tienen que hacer de nuevo”, cuenta, y lo mismo sucede si la receta llegara a la farmacia con cualquier otra marca que no fueran las estrictamente permitidas: el cuño del doctor que la prescribe, el de la institución a la que pertenece, el medicamento y la dosis exacta con que se comercializa en Cuba.

Otro vecino de Centro Habana, en la misma cola, no ha podido comprar las duralginas, uno de los medicamentos más cotizados en Cuba, porque “cambió la dosis y ahora en vez de 300 es de 500 mg, y a nadie se le ocurrió decirlo en el policlínico”. El hombre recuerda también que cuando “era de producción nacional solo teníamos que tomar una, pero después llegaron las chinas y estuvimos años tomando dos pastillas para llegar a una cubana.”

“Esta es la locura del día a día. La receta de los antibióticos pensé que duraba una semana, pero en la farmacia me dijeron que 72 horas, no importa que la Cefalexina de 500 mg esté en falta, por lo cual, si voy hoy y no hay, y se me vence, tengo que volver al médico para que me haga una receta nueva, y así sucesivamente hasta encontrarala.”

Rebeca, otra centrohabanera, anuncia que comenzará una especie de peregrinación que la llevará de una farmacia a la otra los días de distribución para encontrar el Ketoconasol. “Aquí, en Concordia, me dijeron que estaba en falta después de llamar a varias farmacias, así que tengo que ver dónde entra” dice.

Según una farmacéutica de Línea y 14, en el Vedado, “la distribución es rotativa, entre 10 y 12 días, es decir, que los medicamentos pueden entrar cualquier día de la semana.”

“Vaya, en caso de desespero, me hago el harakiri y voy a una farmacia internacional”, comenta, por otro lado, uno, otro cubano presente en la conversación, “va y ahí sí encontramos de todo”. Pero se equivoca, pues entre lo que no comercializan, el desabastecimiento y los precios, puede que no satisfaga su necesidad.

Justina, una anciana de 70 años ya lleva un mes en la misma peregrinación que pretende iniciar Rebeca, y no ha encontrado nada. Está buscando Atorvestatina, “para los triglicerios y el colesterol, y ya estoy a punto de darme por vencida, porque no hay ni en los hospitales”, cuenta a CubaNet luego de salir de la farmacia internacional del Hotel Habana Libre.

Arnaldo, por su parte, lleva más de 4 meses con un estafilococo, y la Levofroxasina donde único la ha encontrado ha sido en la farmacia del Centro Internacional de Restauración Neurológica.

“Cada pastilla me cuesta 3.25 CUC, por lo que para el tratamiento completo tengo que pagar 45 CUC que no tengo”. Arnaldo tuvo que sustituir el tratamiento por unos comprimidos de Sulfaprín que le consiguieron, porque también está en falta.

Farmacia cerrada en Virtudes y Galiano. Foto cortesía del autor

“Estos medicamentos no se venden en las farmacias internacionales, como no se comercializa tampoco la Eritromicina, el Metronidazol ni el Nitrazepan, o cualquier otro ansiolítico. Una especie de puritanismo barato, porque si tengo el dinero y los necesito qué importa dónde lo encuentre”, se burla Arnaldo.

“En el caso de los ansiolíticos, todas las recetas deben venir con la dirección, el nombre completo del paciente y el carnet de identidad”, asegura otra farmacéutica en Santo Suárez.

Entretanto, Cecilia, una vecina de Diez de Octubre asegura que la escasez ha provocado que cierren muchas farmacias. “Ahora entiendes por qué quedan tan pocas farmacias en el barrio. La que pertenecía al policlínico de Coco y Rabí tenía muy buen servicio. Ahora hay que ir hasta la esquina de Princesa, en la misma calzada, o a la Luis Estévez, y todas en horario de trabajo, si no te quedaste a pie.”

“El dispensario de Concordia y Campanario era de los mejores de La Habana”, recuerda otra joven entrevistada, Katia, vecina de ese barrio habanero, que ha padecido en varias ocasiones de lesiones en la piel y ha necesitado de fórmulas dermatológicas para curarse, las cuales ya no se encuentran en ninguna parte, asegura. “El mejor dispensario, y creo que el único que queda, es el de F y 27, a un costado del Oncológico, porque el resto ha quedado para la venta de Jarabe de Aloe y cocimientos para el catarro.”

“Esto aquí lo tapiaron y ya”, comenta a CubaNet una de las tantas personas que vive en los altos de Virtudes y Galiano, “creo que se rompió una tubería y decidieron que era mejor cerrarla, y como el que dio la orden no tiene que meterse ninguna cola para resolver su problema, nos jodimos nosotros.”

De la tradición de las antiguas “boticas” en los barrios no queda nada. La indiferencia y la desidia han acabado hasta con la arquitectura. El mal carácter de las farmacéuticas es casi un rasgo inherente al puesto de trabajo. “Es que tenemos mucha presión”, se justifica una de las vendedoras en la farmacia de Línea y 14, “esta gente [el Gobierno] no soporta que les roben, y les dimos la justificación perfecta para que los papeles sean más importantes que la salud, si al final me falta algo me condenan y con varios años”, describe la mujer, un esquema que se repite en cada sector de la economía cubana: escasez y robo, control y castigo.