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Silencio y Remoción Cubanet

LA HABANA, Cuba.- Pasa totalmente inadvertida la exposición REMOVED, del artista Abel Herrero en la galería de la Biblioteca Nacional de Cuba. Tal vez la más significativa de los últimos tiempos en la Isla.

Aún tratándose de un artista ya afirmado internacionalmente y de una sede prestigiosa, ninguna nota se ha visto a propósito de la exposición, ningún servicio informativo ni comunicación en los medios públicos.  Herrero parece ser un artista reservado pero el mutismo que rodea el evento se explica por el tema del mismo.

Con una serie de sugestivos macrorretratos donde predomina la potente sobriedad pictórica y rigor temático el artista presenta 13 rostros de intelectuales rusos (Osip Mandel’stam, Nikolai Klyuev, Marina Cvetaeva, Nikolaj Gumilëv, Boris Pil’niak, Issac Babel’, Evgenij Zamjatin, Daniil Charms, Andrej Platonov, Jurij Dombrovskij, Alexander Voronskij, Pavel Florenskij y Vsevold Mejerhold) que por sus ideas y palabras pagaron un precio altísimo. Todos asesinados, humillados, reducidos al silencio y borrados de la historia en lo que se reconoce universalmente como una de las páginas más tristes de la humanidad y de la destrucción por parte del poder político del pensamiento crítico e intelectual. Un período brutal de la humanidad del cual en Cuba se sigue minimizando la importancia. Digo de la humanidad porque la grandeza de las mentes aquí citadas trasciende las fronteras de lo que es hoy Rusia para convertirse en figuras de valor universal.

Herrero apunta el dedo explícitamente a esta vergonzosa tragedia que se mantuvo silenciada durante décadas en aquella que fuera la patria política y el modelo social cubano por 40 años, la URSS.

El artista en su reflexión no concede ambiguedades y centra toda la atención en revelar nombres y caras. El respeto hacia los retratados emerge súbito con la praxis pictórica, que privada de especulación técnica y retórica plástica nos pone ante la cruda verdad con la delicadeza que el tema merece. El equilibrio con el contexto expositivo funciona y la tensión pretendida por el artista es obtenida claramente. El espacio de la galería queda congelado ante la potencia de los retratos y el clima en su interior se vuelve tenso y reflexivo. El espectador queda suspendido en una inquietud cómplice entre el aspecto formal, el contenido y el contenedor. Esto es posible gracias al nivel alcanzado por Herrero con su trabajo, crecido lentamente en Italia codeándose con las mayores figuras del panorama artístico contemporáneo y con importantes personalidades de la cultura del viejo continente.

Como es lógico, el tema no puede ser del agrado de la administración cultural y política cubana porque los ecos de este desastre traen al tema la represión operada desde inicios de la revolución y al actual recrudecimiento interno hacia las voces críticas. Por otro lado, difícil reconocer que el modelo político, cultural y social abrazado por Cuba durante décadas, contenía en su proyecto el exterminio programático de todo el sustrato pensante de la naciente sociedad soviética. ” …A los intelectuales incómodos les esperaba un calvario infinito y a sus obras el profundo silencio en las catacumbas de los archivos secretos. Fusilamientos programados, desapariciones en gulags, prisiones de trabajo forzado en condiciones inhumanas, humillación sistemática, persecución, deportaciones, acoso, destrucción psicológica y moral, procesos sumarios y ejecuciones en silencio. Este fue el sistema de relación soviético con la poesía, con la intelectualidad de su tiempo. Este el precio que pagaron estos seres por ser libres pensadores y defender la propia individualidad intelectual…” (A. Herrero)

La exposición ha pasado inadvertida al gran público por lógicas razones, pero las señales sutiles de su impacto son evidentes y la intelectualidad cubana la ha advertido y apreciado en baja voz. Algunos detalles históricos nos dicen que no se trata solo de una exposición de pintura sino de un proyecto complejo y crítico. El artista logró insertar los retratos en un contexto especial para el proyecto. Tengamos presente que la exposición se encuentra en el corazón de la retórica revolucionaria, la Plaza de la Revolución. El artista presenta grandes retratos de poetas asesinados en el escenario de los grandes retratos de la retórica castrista. Pero también la galería se encuentra exactamente frente al pequeño teatro de la Biblioteca, escenario del famoso discurso de Castro del 1961 en el que se decreta la línea férrea y la intransigencia hacia cualquier forma de crítica o cuestionamientos de las posiciones revolucionarias. De ahí en lo adelante inicia el calvario y el tormento para las voces incómodas de la sociedad cubana y el yugo de la censura sobre las letras, las editoriales y las artes.

Acompaña la exposición un catálogo editado en Italia (Silvana editoriale) que contiene textos de importantes críticos, entre ellos un ensayo de Demetrio Paparoni, historiador y curador de eventos y monografías de los mayores artistas del panorama contemporáneo. Paparoni recientemente publicó el volumen Il Bello il brutto e il cattivo, un exhaustivo análisis sobre cómo el poder político influenció las vanguardias artísticas del siglo pasado.

Pero no solo silencio. La exposición de Herrero sobre la masacre de la intelectualidad durante el comunismo será desmontada anticipadamente y el espacio de la galería será ocupado por una mediocre exposición de fotografías de Alex Castro, retratos de su padre. Esto parece un chiste, un episodio orwelliano, o el simple salto al pasado, al período comunista de mayor intensidad cuando una acción eversiva se cancelaba con otra celebrativa.