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Tanto que ha llovido, y aquí seguimos igual

LA HABANA, Cuba.- El pasado mes de mayo registró el mayor acumulado de lluvias de los últimos años. Días de aguaceros intensos saturaron embalses y presas en todo el país, aliviando la persistente sequía. En algunas localidades de la capital, no obstante, el flujo de agua continúa tan inestable como siempre. Los vecinos no se explican por qué el preciado líquido llega en día alternos, con poca fuerza y durante tres o cuatro horas solamente.

“Cuando no llovía, los inspectores de Aguas de La Habana nos decían que tenían que abrir las turbinas por turnos para abastecer a todos los municipios y por eso el agua no entraba a diario (…) Ahora no entiendo cuál es la excusa porque según dicen en el Noticiero, todo está lleno”, comentó a CubaNet Vicente Varona, residente en el consejo popular Jesús María, municipio Habana Vieja.

Cada día los habitantes de estos barrios olvidados esperan en la puerta de sus solares a que caiga la primera gota de la cañería, para traer sus vasijas y acaparar la mayor cantidad de agua posible, en un conflictivo “sálvese quien pueda” donde los más perjudicados suelen ser quienes no pueden valerse por sí mismos.

Los problemas con el abasto de tan imprescindible recurso han dado origen a un nuevo empleo, asumido en la mayoría de los casos por desempleados o alcohólicos, quienes se ofrecen a llenar tanques al precio de 2 CUC (50 pesos) por cada depósito.

Vecinos que trabajan durante largas jornadas o viven en pisos elevados, contratan este servicio que les provee algún descanso y procuran ahorrar el agua por varios días, para evitar incurrir con frecuencia en un gasto que afecta el magro salario de los cubanos. Pero hacerle el juego a esta forma de gestión surgida de la necesidad y el oportunismo, tiene otras implicaciones para quienes no pudiendo pagar, están obligados a hacer fila.

Los improvisados aguadores marcan varias veces en la cola, afectando al resto de las personas que no alcanzan a llenar sus tanques debido al poco tiempo que dura el agua. Este proceder abusivo ha dado lugar a discusiones violentas entre vecinos, muchos de los cuales han recurrido a métodos no menos perjudiciales desde el punto de vista colectivo.

La instalación ilegal de acometidas conectadas a la conductora principal, ha afectado la llegada del agua al interior de los solares; de modo que las cisternas no reciben siquiera la mitad de su capacidad de llenado. Para resolver el problema, los vecinos que dependían de este almacenaje han optado por conectar ladrones de agua apenas asoma el primer chorro, desviando el flujo hacia sus casas.

Este sistema de impulsar el agua con bombas se ha convertido en un negocio rapaz para los dueños de motores, quienes luego de colmar sus tanques, se ofrecen a llenar los ajenos al “módico” precio de 1 CUC (25 pesos) cada uno. Así, la bomba de turno se mantiene conectada a la acometida durante horas, impidiendo que los vecinos que no tienen más remedio que cargar su agua, puedan acceder a un servicio que todos necesitan.

Es un sistema ilegal que no toma en consideración el bajísimo poder adquisitivo de las personas ni el desamparo en que coloca, por ejemplo, a ancianos y discapacitados, imposibilitados de acarrear cubos de agua o pagar para que otros llenen sus depósitos.

Como suele ocurrir en las crisis, alguna gente se ha dedicado a lucrar con un bien colectivo que escapa a las regulaciones estatales. La situación del agua se ha agravado por las continuas violaciones al reglamento de edificios múltiples, entre ellas la proliferación de tanques de amplia capacidad, cuyo peso resulta excesivo para la débil estructura de edificaciones casi centenarias.

La corrupción de los inspectores de Vivienda y Aguas de La Habana ha permitido que se multipliquen las instalaciones hidráulicas emergentes, afectando la circulación regular del agua en aquellas zonas que nunca antes habían enfrentado problemas con su abastecimiento.

Un vecino del consejo popular Cayo Hueso (municipio Centro Habana) que pidió no revelar su nombre, explicó a CubaNet que durante el reemplazo de las tuberías del gas se han averiado las conexiones hidráulicas, provocando salideros que tardan en ser solucionados. Los operarios generalmente acuden a cerrar los huecos en horario diurno, cuando no hay flujo de agua; por consiguiente, no se percatan de la fuga y esta queda bajo tierra junto a un cúmulo de desechos, lo cual supone un alto riesgo de contaminación.

No importa cuánto llueva si tales cuestiones no se resuelven. Embalses y presas al tope de su capacidad no hacen ninguna diferencia para vecinos que aguardan junto a sus cacharros, con el fin de garantizar al menos el suministro de beber. Para ellos, que han cargado agua toda la vida, las noticias nunca son alentadoras.