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Taxis nuevos… pero vacíos Cubanet

(Foto: Pedro M. González)

LA HABANA.- Ernest, como le llamó un colega suyo, es uno de los “guerreros del asfalto” que abandonó el viejo Chevrolet 56 propiedad de su familia —roto un día sí y otro también, sin repuestos duraderos—- para ocupar una plaza de chofer en la reciente convocatoria de la Empresa Cubataxi, perteneciente a la enmarañada Asociación de Transportes de la Habana.

La dupla estatal no patrocina apps “libres” (HabanaTrans, YoTeLlevo, Metro, etc.) que viaja en la paquetería, para que la gente se entere por dónde cruzan guaguas que reformaron antiguas rutas y paradas, cuánto puede costar un viaje en los vehículos “ruteros”, y, además, los horarios establecidos para que todo eso funcione cronométricamente (como el metro/subterráneo que nunca tuvimos), porque resulta ingenuo fiarse de la precariedad del parque automotor.

Pero la aplicación primera ya incluye informe sobre los carricoches que el gobierno compró a Rusia tratando de subvertir el (des)orden que armaron —en la atascada circulación popular—, los llamados “almendroneros”, con altibajos en precios.

No obstante ser obra de un ingeniero “independiente”, la base de datos se actualiza periódica y misteriosamente sin la intervención de las partes, como la misma ETECSA, que ya tiene versión del año que corre y fue “sustraída” —según explicaron los gerifaltes al momento para expiar pecado por el robo de datos personales (¡que no incluyen casualmente a los de la nomenclatura!)— y publicitada en 2013.

Las normas para el uso de taxis “amarillos”, establecen cifras por kilometraje (0,55 CUC) que de solo leerlas dan ganas de estrangular al que las dictó. Pues parecen eludir la incansable “búsqueda” del nacional “de izquierda” en pos de su supervivencia, que comienza con la con(s)tante monetaria y no el salario. Lo que se traduce en “multa extra” previsible.

Cuba importó 300 Ladas Vesta y Largus este año para renovar el inventario que se revienta recorridos los 300 mil Km, y con el fin de frenar a críticos internos por la falta de competitividad en la oferta de servicios. Hasta ahora, ninguno suplirá el irrisorio mercado de automóviles en el par de tiendas habilitadas que no rinden ventas.

La batalla contra el déficit urbano del trasporte que libra el Gobierno, se ha redimensionado antes de estos arribos, y dirigido a establecer costos fijos por tramos metropolitanos, que no puede controlar a los inspectores “azules”, así nombrados por el nimbo color de la vestimenta que los delata.

Fernández relató parlanchín —a los presentes en la parada de la guagua que coincide con el apeadero de pasajeros en el aeropuerto 3 mientras velaba su “pesca” —, que “las colas para la plaza y convencer” a los comisionados de la empresa sobre su “honestidad” personal, fidelidad, “integración revolucionaria” e inmaculada madurez “al timón”, no fueron tan largas y tediosas como las que tiene “que hacer cada día para conseguir montar a un triste pasajero”. Pero “con uno solo”, agregó, “ya está el pastón, y andando”.

El hueco en la competencia hace que algunos choferes se impacienten, consecuencia de la evasión de turismos hacia otros destinos caribeños, y retornen furiosos saliéndose de la fila chillando gomas, levantando polvareda sin un centavo extra.

El precio “convenido” con el cliente que desconoce de los odómetros tarifados del auto (“colgado” también por GPS), puede llegar a ensombrecerle el ceño y el bolsillo. Incluso si fuera un extranjero en vez primera, desbordándole entusiasmo gastador, presa de lo que no espera como excursionista virgen le suceda en uno de los “paraísos” menos extorsivos de la tierra.

Los viajantes nacionales, que urjan de trasporte más barato, apelarán a conocidos para moverse con alguna seguridad sin llegar al desfalco. Si previamente han pactado que no agreguen recargos por demoras en los vuelos.

Una flotilla de carromatos demodé —que incluyen los Moskvich— y otras marcas acondicionadas hasta con aire y reclinables adaptados, espera cerca del área prohibida para traerlos o recogerlos.

(Foto: Pedro M. González)

Esa tarde, frente a la larga fila que hacían los equipos puestos “al servicio del pueblo” —según nota difundida— conversamos como cubanos de a pie con Ernest y el grupo de la parada, quien, en un arranque de sinceridad cuando le oímos pedirle a un mejicano 10 CUC por llevarlo hasta la terminal 2 que dista apenas 2 km, nos confesó que “el único ómnibus” (conocido como “La Conexión”), que intercomunica cuatro terminales “pasa cada una hora, si no se rompe”, así ellos aguardan a que cunda el pánico si tienen que tomar un vuelo vinculante, como era el caso del mejicano que no tenía más que 3 CUC y rehusó llevarlo.

A la pregunta de si acostumbraban trasportar —sus colegas y él— a cubanos “normales” hasta sitios menos encumbrados por menos dinero, el taxista alegó que “para eso quedan almendrones rodando”, o “camiones que suben por Rancho Boyeros y van hasta el Rincón” o San Antonio de los Baños, y ¡el P-12!, pero lo suyo era “la gente que viaja afuera” u otras que “desembuchen rápido el moni”. Él, triunfador ya, “no estaba para menudencias”.

A comienzos de los 70s, la ex-URSS ¿vendió? automóviles de esa marca a Cuba, vehículos rediseñados a partir del FIAT italiano producido en Argentina. Cientos de ellos pueden apreciarse todavía, remendados sobre las rotas carreteras cubanas.

Lada era la marca exportable de los coches llamados “Zhigulis” dentro de aquel gigante de pies de barro. Todo cubano que tuviese alguna aspiración de holgura económica en aquellos años de importada inmovilidad, aspiraba a alcanzar al menos “un lado en un Lada”.