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Teatro Kabuki en La Habana: dos presentaciones para no olvidar

Vestuario y maquillaje, elementos esenciales en el teatro Kabuki (foto del autor)

LA HABANA, Cuba. – El mes de noviembre cerró con un suceso sin precedentes en el marco cultural de la Isla. Para celebrar los cinco siglos cumplidos por la Villa de San Cristóbal de La Habana, y el noventa aniversario de relaciones diplomáticas entre Cuba y Japón, la embajada del país asiático, en colaboración con la Agencia de Asuntos Culturales de Japón, presentó el espectáculo “Invitación al Kabuki”, con dos funciones únicas que tuvieron lugar en el Teatro Martí, los días 29 y 30.

El prestigioso actor Kyozo Nakamura ejecutó fragmentos de dos obras que ilustran la esencia del Kabuki (teatro tradicional japonés): Fujimusume, donde interpreta un personaje femenino; y Shakkyo, en la cual encarna la poderosa fuerza de una leona que danza en la pradera. Para acercar la experiencia al público cubano, la puesta en escena contó con intermedios de carácter didáctico, intercalados con el objetivo de explicar y mostrar al público los movimientos de Kabuki según la naturaleza de la pieza a interpretar.

Desde su surgimiento en el período Edo japonés (1603-1868 aprox.), Kabuki, que viene del vocablo Kabukimono (fuera de la ley), fue una expresión escénica nada convencional, signada por episodios de violencia y libertinaje que condujeron a la modificación de su elenco durante el siglo XVII. En los inicios solo participaban mujeres, sobre un concepto artístico que combinaba drama y danza. Luego se incorporaron los hombres, y con ellos el intercambio en los roles de género; las actrices encarnaban a bandidos que visitaban a muchachas de vida alegre, las cuales, a su vez, eran interpretadas por los actores.

Un tiempo después, sin embargo, la interacción entre ambos sexos fue prohibida y el Kabuki quedó conformado únicamente por actores que se dedicaron a representar el Onnagata (personaje femenino interpretado por hombres) con un grado tal de sensibilidad y preciosismo, que en la actualidad no solo constituye una parte fundamental del arte escénico japonés; sino que ha generado gran interés en las escuelas de actuación de todo el orbe.

El travestismo no es privativo del Kabuki. Existió en el teatro clásico griego, fue bastante común en el teatro tradicional chino y muy popular en la época isabelina, cuando los personajes femeninos de Shakespeare eran actuados por varones. Con el transcurso del tiempo, la exclusión y los prejuicios que pesaban sobre las actrices desaparecieron y éstas regresaron a las artes escénicas. No ocurrió así en el Kabuki, que hoy se mantiene como el único teatro realizado exclusivamente por hombres; de modo que la condición del Onnagata es mucho más profunda. No se trata de imitar gestos, poses y voces de mujer sobre la base del simple amaneramiento; sino de exteriorizar una transformación física en la cual la complexión masculina, mediante técnicas corporales, alcanza la delicadeza, flexibilidad y esbeltez de lo femenino.

En la danza de Fujimusume, el actor Kyozo Nakamura recreó el gozo de una novia enamorada, y algo ebria, bailando en el día de su boda. En ella se aprecia la conjunción de elementos que son potenciados en la cultura japonesa más que en cualquier otra, como el vestuario y el maquillaje, sumados al estudio de la psicología, la gestualidad, el andar y la expresión del sentimiento inherentes a los paradigmas femeninos del Kabuki, cada uno representado según su edad (doncella, adulta y anciana).

En su clase magistral, Nakamura resumió los detalles más importantes de un concepto estético que no tiene par en todo el mundo, y gracias a su carisma y pedagogía el público cubano aprendió a reír y llorar como lo hace el Onnagata, una criatura perfecta que en todo momento debe cuidar su dignidad, suavidad y belleza estética.

El segundo fragmento presentado, de la obra Shakkyo, tiene un carácter más vigoroso y dinámico, expresión del espíritu que acompañó a Buda en su peregrinaje, reencarnado en una leona que ejecuta su espectacular danza en los prados bajo el puente Shakkyo, que une a Japón y China; dos naciones con marcadas coincidencias desde el punto de vista cultural y religioso.

En esta pieza juegan un papel preponderante el maquillaje y las condiciones físicas del actor, en cuyos movimientos se aprecia el dominio de las técnicas denominadas kata, transmitidas por vía oral de generación en generación; un rasgo distintivo del Kabuki, donde no solo se heredan las historias narradas, sino la forma de actuar.

Considerado Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad, el teatro Kabuki concede máxima importancia a la interpretación del actor. Kyozo Nakamura, promovido en 1994 a nadai (actor digno de salir en los anuncios), ha sido uno de sus principales embajadores, alternando su ecuménica labor con la docencia y la actuación.

La diversidad de estilos es, probablemente, el mayor atractivo del Kabuki, que le ha permitido sobrevivir por más de 300 años sin ser relegado al folclor. El secreto de su éxito ha sido encontrar afinidades con lenguajes artísticos modernos como el Manga, del cual ha versionado historietas muy conocidas como One Piece y Naruto, a las cuales pronto se sumará Naushika, del maestro Hiyao Miyazaki.

La cultura occidental, por su parte, se ha beneficiado con aportes del Kabuki que van más allá del sugerente maquillaje utilizado por bandas cultoras de los distintos estilos del heavy metal, desde los súper clásicos KISS hasta los blackmetaleros nórdicos. Varias técnicas que revolucionaron el uso de la tramoya, como el escenario giratorio, el elevador a escena y la pasarela que se extiende hacia los espectadores (Hanamichi), fueron creadas en el Kabuki y hoy son manejadas a nivel global.

“Invitación al Kabuki” figura entre los mejores espectáculos presentados en el Teatro Martí durante 2019. Para el público cubano, que cuenta con numerosos aficionados a la cultura japonesa, fue un verdadero privilegio el poder disfrutar de tan inesperado y hermoso tributo a los 500 años de la capital.

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