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Todos serán barridos por la historia

Miguel Díaz-Canel escribe “Yo voto sí” sobre un mural (Foto Twitter)

GUANTÁNAMO, Cuba. – El pasado 25 de enero el portal digital Cubadebate publicó el artículo “Perennes incomodados”, del reconocido intelectual cubano Rolando Pérez Betancourt, el cual generó más de un centenar de opiniones.

El texto hacía referencia a quienes rechazan la agobiante campaña del régimen para la aprobación de la nueva Constitución y a otros asuntos de nuestra actualidad. Debido a que el sitio censura las opiniones adversas perdí el hábito de participar en esos debates. Sin embargo, y pensando que la situación había cambiado, escribí:

“Rolando Pérez Betancourt es un excelente comentarista cinematográfico y un atinado crítico a pesar de las limitaciones de tiempo y espacio que le imponen la televisión y la prensa plana. Es, además, novelista y uno de los renovadores del periodismo cubano. Siento mucha empatía con sus observaciones cuando aborda los años sesenta y setenta, una época dorada del cine, sobre todo europeo, que entonces era muy visto en Cuba. Igualmente sé que es un hombre afiliado incondicionalmente al gobierno de nuestro país.

Rolando Pérez Betancourt afirma, refiriéndose a quienes critica, que: “les incomoda ver en la televisión y en la prensa a cubanos de todas las edades dando razones de por qué el 24 de febrero votarán por el “Sí” en el referendo de la nueva Constitución”.

Pienso que más que ver ese aluvión de propaganda oficialista donde quienes aparecen en pantalla reiteran lo mismo, lo que molesta es que quienes pensamos diferente no tengamos la misma posibilidad de exponerle al pueblo nuestras ideas. ¿De qué igualdad puede hablarse cuando eso ocurre, cuando en el artículo 42 de la nueva Constitución sigue sin incluirse la discriminación por razones políticas como lesiva a la dignidad humana? ¿De qué igualdad puede hablarse cuando sólo los cubanos que apoyan a la dictadura son los únicos que pueden organizarse sin ser reprimidos?

Quienes pretenden hacer creer que el proceso de discusión de la Constitución fue democrático porque se permitió a la población expresar sus opiniones olvidan que “democracia” es mucho más que eso. De nada vale que el pueblo hable si luego no se sabe qué pasó con sus opiniones. En la Asamblea Nacional del Poder Popular nunca se dijo cuántos cubanos se pronunciaron contra la irrevocabilidad del socialismo y contra el sistema de partido único. ¿Qué justificación moral existe para imponer a un pueblo un sistema por el cual jamás ha votado en elecciones pluripartidistas y democráticas?

A los “enardecidos revolucionarios” que habitualmente hacen su tarea de choque en esta página les recuerdo que esta revolución no se hizo para imponer una dictadura de partido único sino para restablecer la Constitución de 1940, realizar elecciones libres y devolver el país a la senda de la democracia, la cual, es cierto, tiene muchos defectos, pero es lo mejor que conoce el mundo en cuanto a sistema de gobierno. El programa de la revolución cubana -que no fue liderada únicamente por Fidel Castro- consta en “La historia me absolverá”, y los pactos de México, Caracas y la Sierra Maestra. Y para nada era comunista.

A quienes dicen que defienden el socialismo cubano les digo que aquí no hay socialismo, ni democracia, ni soberanía. Rosa Luxemburgo, la brillante líder comunista, aseguró: “La libertad solo para los partidarios del gobierno, solo para los miembros de un partido -no importa cuán numerosos- no es libertad. Solo es libertad si es para quien piensa diferente”, cita que he tomado de la página 196 del libro “Paraíso perdido. Viajes por el mundo socialista”, de Frei Betto, publicado por la Editorial Ciencias Sociales en 2016.

En Cuba no hay socialismo porque la estructura de gobierno es verticalista y usa métodos de ordeno y mando. No existe la horizontalidad del poder y el pueblo no está empoderado porque no puede elegir, no ya a su Presidente, sino tampoco a los jueces y fiscales, a los gobernadores provinciales, a los presidentes de las Asambleas Municipales del Poder Popular, ni participa de forma efectiva en la redacción de las leyes, ni en el gobierno ni en la economía del país. En tales condiciones, no puede hablarse de empoderamiento ni de soberanía, muchísimo menos de socialismo. ¿Cómo puede hablarse de socialismo en un país donde hay menos derechos civiles y políticos que en el capitalismo?

Por último, a quienes gusta tanto mencionar a José Martí para intentar justificar un estado de cosas que el Apóstol jamás apoyaría, pido, al menos, un poco de vergüenza antes de hacerlo. Primero, lean la carta que remitió el propio Martí a su amigo Fermín Valdés Domínguez en mayo de 1894 y lo que aparece en la página 129 del tomo IV de su Epistolario, publicado por la Editorial Ciencias Sociales en 1993. Allí verán lo que escribió sobre Carlos Marx y su opinión sobre el artículo de Herbert Spencer titulado “La futura esclavitud”. Cuando lo hagan, comprobarán que Martí no aprobó jamás al socialismo y tampoco aceptaría que su nombre fuera colocado en el preámbulo de una Constitución que discrimina a muchos cubanos por pensar diferente.

Espero que mi comentario sea publicado y no excluido del debate como casi siempre hacen los que dirigen esta página”.

Pero,  ¡Oh ingenuidad! , mi opinión fue censurada. Por tal razón, envié un nuevo comentario, que sí publicaron: “¡Qué clase de demócratas son ustedes!!! Por eso van a ser barridos por la historia”.

Al publicarlo, los “talibanes” que dirigen el sitio pretendieron atraer hacia mí la furia de su tropa digital cuando en realidad mi objetivo fueron ellos, los que se presentan en televisión como tolerantes y respetuosos de la diversidad pero actúan como neofascistas, sobre todo, cuando alguien proyecta una pequeña luz hacia la verdad.

Son incapaces de permitir un intercambio de opiniones en condiciones de igualdad porque saben que el régimen -y ellos, sus aupados- sólo se mantiene en el poder gracias a la fuerza descomunal y cruel ejercida por la dictadura contra todo intento de disidencia y que ese intercambio los dejaría muy mal parados. Por eso, y por mucho más, todos serán barridos por la historia.