Inicio Cuba Transporte en Cuba: El heroico acto de llegar temprano

Transporte en Cuba: El heroico acto de llegar temprano

LA HABANA, Cuba.- Terminaron las vacaciones, pasó septiembre y el transporte urbano no ha mejorado a pesar de las nuevas líneas de taxis-ruteros que el gobierno ha habilitado para cubrir las rutas de mayor flujo y demanda. “Todo sigue igual, pensé que en julio y agosto había mucha gente y pocas guaguas porque los muchachos estaban de vacaciones, pero ya estamos en octubre y todas las mañanas yo tengo que pasar por esto para llegar a mi trabajo”, se quejó Sonia luego de que tres ómnibus de la ruta 27 siguieran viaje sin detenerse en la parada reglamentaria de Zanja y Gervasio.

Desde la primera hora hasta las diez de la noche la calle está llena de gente buscando transporte, con el ánimo caldeado a causa del intenso calor, la espera y la usura de los boteros que cada vez acortan más los tramos en sus rutas habituales de circulación.

El desarrollo del cuentapropismo ha influido en el incremento de población que necesita desplazarse, y aunque las alternativas estatales han significado algún ahorro para quienes tienen la suerte de coger taxis-ruteros, el desacuerdo entre choferes privados y el gobierno ha provocado la disminución de opciones que aliviaban la crisis del transporte en la capital.

Alamar, Santiago de las Vegas, Lawton, Palatino y Marianao figuran entre las rutas más críticas. La plataforma estatal no aguanta la sobreexplotación y el aumento de la cantidad de usuarios tras la retirada de algunos boteros en respuesta a la amenaza del MITRANS (Ministerio de Transporte) de cancelar la licencia operativa a los que no se adscriban a las nuevas políticas estatales para la transportación de pasajeros, y con las cuales se pretende controlar los precios del pasaje, el consumo de combustible y la evasión fiscal en uno de los rubros más lucrativos de la gestión privada.

La Resolución no. 175/2018 dictada por el MITRANS pretende obligar a los boteros a operar en las rutas fijas que el Estado determine, a cambio de rebajas al precio del combustible y acceso preferencial a la compra de herramientas y piezas de repuesto “de acuerdo a la disponibilidad del Estado”. Esto último ha generado pavor, pues según la experiencia de los últimos sesenta años, el Estado no es un proveedor confiable.

“La idea en sí no es mala porque ayudaría a la gente; el problema es lo que viene después, cuando el combustible no alcance o no tenga la calidad necesaria, ni haya herramientas y piezas de repuesto para vender (…) Cuando el Estado es quien se ocupa, las cosas nunca salen bien”, comentó a CubaNet Alfredo, chofer que habitualmente cubre la ruta Habana-La Cuevita.

Su temor es compartido por los boteros que todavía circulan, a la espera de ver cómo se van a aplicar las regulaciones. Junto a los que ya han decidido que entregarán la licencia si el negocio no les conviene, se encuentran los que mandaron su coche al taller de mecánica y chapistería para ponerlo en óptimas condiciones con miras a la temporada alta del turismo, que está a punto de comenzar.

“Mi suegro lo hizo y varios socios también andan en eso. A fin de cuentas el Estado igual nos cobra un dineral entre licencia e impuestos; mejor arreglo el Chevy y me dedico a mover turistas. Así gano más y no se estropea tanto el carro”, razona Michel, quien ha trabajado todas las rutas de La Habana y opina que las cosas se han complicado mucho por las dificultades para comprar combustible.

La medida de traer choferes de otras provincias para mitigar el déficit en los ómnibus habaneros no ha hecho diferencia para la población que se marchita en las mismas rutas ya declaradas como críticas. Muchos desean que se generalice la implementación de los taxis-ruteros, por sus precios asequibles y la rapidez del servicio; pero la mayoría coincide en que son muy difíciles de abordar en paradas intermedias. “Siempre vienen llenos desde la piquera y por lo menos en la Calzada del Diez de Octubre, con tanta gente esperando, es mucha suerte si logras montarte en uno”, se quejó Ileana Larduet, que vive en Lawton y trabaja en la Habana Vieja.

Como ha sucedido cada vez que el gobierno ha intentado obstaculizar la gestión privada en medio de una economía muy contraída, el pueblo sale perjudicado y la peor parte recae sobre ancianos, discapacitados, embarazadas y mujeres con niños pequeños. El flujo de personas se torna inmanejable a partir de las cuatro de la tarde. Es triste ver tanta gente al acecho y tantos carros pasando vacíos porque a los choferes les conviene la carrera directa.

En Cuba es un acto heroico llegar temprano a una consulta de hospital, al trabajo o la escuela. Aquello de “pasar raya roja” solo se estila en los centros laborales que ponen transporte para su personal; pues es injusto descontarles horas a empleados que llegan tarde porque el ómnibus no paró, y tomar un taxi es un lujo que pocos en el sector estatal pueden permitirse. Los directivos se han visto obligados a hacer la vista gorda para no provocar bajas que solo traerían más inconvenientes a las ya reducidas plantillas estatales.

No sería extraño si un día de estos la gente decidiera dejar de trabajar, toda vez que no tiene sentido soportar tantas vicisitudes por un salario que no alcanza y condiciones laborales que no mejoran. Otra opción sería —muchos lo están considerando— desempolvar y ajustar la vieja bicicleta para quitarse de encima un rollo cotidiano que agota físicamente y hace que las personas lleguen a destino de pésimo humor.