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Triunfalismo vs Trumpismo

Kiosko con propaganda política. Foto cortesía del autor

SANTA CLARA, Cuba.- Los primeros días de diciembre, una guagua de inspectores desembarcó –literalmente– en este sitio comercial de mi barrio conocido como “El árbol del Espanto”.

El título de la plazoleta, repleta de quioscos y tarimas para el expendio de cualquier cosa, se lo granjeó en los arduos 90s, cuando los precios para conseguir la supervivencia alcanzaron niveles extraordinarios.

Venía aquel vehículo repleto de novísimos paramilitares y supervisores, reentrenados para la requisa minuciosa de papeles licenciosos y servicios en oferta, vísperas de implementarse “la nueva regulación contra el libre albedrío de ciertos cuentapropistas” el día 7 del pasado mes, resolución que terminó mutilada por quienes mismos la inventaron; seres supremos desde las insondables esferas del aparato (des)gubernativo.

Parecía pues, que todo el dinero recogido por aquella turba aleonada –en forma de multas que oscilaron entre los 700 y 2.500 pesos por irregularidades, ilegalidades o meros atrasos–, iban a ser dedicados a la memoria del desmonetizado Titán de Bronce, quien murió ese día de 1896, y a quien todos los simbolismos humanos terciados por “sus hermanos de clase” le sabrían a frutos –ofrendas– agridulces, por tamaño sacrificio.

Ese fatídico día sigue siendo recordado en la historia del lugar –y más entre los afectados por el atraco–, como “La Gran Invasión”, oportunista, cruel, desmedida, en un área asediada por la insalubridad de edificios multifamiliares, productores de residuos, bajo permanente vigilancia epidemiológica conjunta del MINSAP y Comunales; tan inoperantes ambos, que ese mismo mes tuvimos varios casos de dengue mortal y demás virulencias de moda. (Todavía enero amaneció bajo asfixiantes fumigaciones de los “vectores”).

Propaganda política. Foto cortesía del autor

Los basureros y charcos que nadie osa eliminar han pasado a formar parte del dantesco paisaje. Pocos consiguen ignorar algún insecto o roedor acechante.

Ahora bien, algunos propietarios de negocios de poca monta, como el de este timbiriche de hojalata que muestra la foto, inspirado quizás en otros que exhiben junto a sus mercancías sendas imágenes de los inmovibles dueños del país, han corrido a blindarse con propaganda política, delicias para las “autoridades anti-focales”, con la cual se creen salvados de cualquier sanción de aquí en lo adelante, por tal incondicionalidad “revolucionaria”.

Unos alegan que tener a Fidel y Raúl abrazados –como si alguna vez en verdad se hubiesen querido–, es solo para espantar cucarachas, y otros que son un amuleto contra el mal de ojo.

Pero el colmo de la hipocresía, la chicharronería, y el oportunismo más grosero, es este “diseño alegórico al enemigo histórico” que aquí mostramos.

Kiosko con propaganda política. Foto cortesía del autor

Los dípteros causantes de todos nuestros males actuales (más los añejos), no son ni el justiciero camarada inspector, ni el risueño comisario supervisor, ni el amable policía, siempre hambriento/sediento que viene cada vez a por más. No.

Lo es el engendro multicefálico que el comandante “en espíritu” siempre empleó en sus arengas tergiversadoras, portando en estandarte la testa cercenada del presidente yanqui de turno. Como obra excelsa de la biotecnología, producida en los laboratorios de la CIA. Los mismos que tantas veces quisieron a él mismo erradicar, cual si fuera otro mosquito sanguinario.

Nada que ver con los verdaderos causantes del mal y el infatigable combate a muerte, sino la burla brutal de los cubanos aturrullados frente a inherentes manquedades ideológicas.

¡Imagínense qué neo propaganda tendríamos, si el pelirrubio de la White House mandara a levantar hipotético tsunami frente a la isla desolada, homologando el muro para mejicanos que jamás tuvieron pies secos ni mojados!