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Un insoslayable aporte a la cultura guantanamero desde el exilio

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GUANTÁNAMO, Cuba.- Manuel Augusto Lemus Martínez es otro de los millones de cubanos  ̶ guantanamero por más señas ̶  que optó por salir de Cuba en busca mejores horizontes.

Junto con Germán Guerra, Rebeca Ulloa, Ena Ruíz Columbié, Julio Benítez, Octavio Armand y muchos otros poetas y escritores guantanameros que ahora no recuerdo, partieron hacia el exilio sin más equipaje que la esperanza y el recuerdo de lo vivido en el terruño, trazo indeleble que han modelado según sus experiencias. Desde esa ausencia patria, que ha desangrado a nuestra cultura, se las han arreglado para continuar llevando a Cuba muy adentro.

Poco tiempo después de llegar a Guantánamo, a mediados de la década de los ochenta, conocí a Lemus, quien por entonces se destacaba en el ambiente cultural de la ciudad por su quehacer investigativo y poético. En más de una ocasión constaté su afán por conservar revistas, documentos, fotografías y toda fuente que lo ayudara a engrosar su archivo.

Ahora, desde el exilio, Lemus nos sorprende con su libro Archivos Guantanameros, publicado por Ediciones Exodus en el 2018 con la colaboración del Instituto Cubano de Ciencias Culturales de la Diáspora y con la edición de Ángel Velázquez Callejas. Nos sorprende porque la obra, en dos tomos, demuestra la magnitud de su trabajo, lo cual refleja la paciencia y el tiempo empleado para realizar la que hasta hoy constituye la más acabada, seria y completa investigación sobre los escritores guantanameros, sus publicaciones y mucho más.

Lo que afirmo no es opinión únicamente mía, sino de todos los que hasta ahora han tenido la oportunidad de revisar el libro que Lemus le enviara gentilmente al poeta local Alex Ruíz. Y es que la obra no se constriñe a dejar constancia de aspectos de la vida y obra de creadores literarios del terruño, sino que también se adentra en la investigación de la huella que relevantes intelectuales cubanos, como Don Fernando Ortíz, y extranjeros como Max Henríquez Ureña, Pedro Mir y el arqueólogo Mark Raymond Harrington han plantado en la comarca del Guaso. Esa huella, junto con la obra de quienes aquí han nacido y escrito, y también la que han dejado los aplatanados, constituye  ̶ creo yo ̶  lo que Lemus ha calificado como “la guantanameritud”.

También aparece una actualizada información sobre el poeta Octavio Armand, desconocido aquí debido a su prolongada permanencia en el exilio por razones ideológicas, pero considerado por muchos de los que han leído su obra el más importante poeta guantanamero de la segunda mitad del siglo XX.

En la Introducción Lemus afirma con incisiva sinceridad: “Sin distingos, junto a los consagrados se incluyen escritores ocasionales, menores, malogrados y hasta olvidables. Los nacidos, aplatanados y los de paso, los que dejaron la impronta o el detritus de su obra en algún recodo del camino de la Guantanameritud. Aún a riesgo de parecer chauvinista me he apropiado de todos, sin suspicacias vejaminosas, convocando a un nuevo paradigma cultural de nuestro entorno. Ya sabemos que no hay inocencias impunes, pagaremos el precio”.

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Es muy temprano para hacer un juicio definitivo sobre este libro. Dudo mucho que, por ahora, a pesar de sus valores, sea publicado en Guantánamo, porque ya se sabe, como afirma Lemus, que “no hay inocencias impunes”, pero, añado, mucho menos actos valientes que no reciban el silencio discriminatorio como respuesta de los intolerantes. Lo que sí resulta indudable es que su libro constituye un mentís rotundo a quienes afirman que la cultura cubana sólo se realiza dentro de nuestra insularidad.

También estoy seguro de que la única consecuencia que hasta ahora está provocando aquí el esfuerzo de Lemus es la gratitud. Gratitud por su sinceridad, por no haber excluido a nadie  ̶ ni siquiera, como él mismo afirma, a los olvidables ̶  y por habernos aportado tanta información valiosa hasta ahora publicada a medias o silenciada. Gratitud por acordarse de quienes, aún vivos, respiramos en la capilla ardiente que la dictadura nos quiere imponer como único espacio social y cultural, lamentablemente con el contubernio de muchos de los que en esa obra se mencionan, y que siempre tienen una frase a flor de labios para justificar su cobardía a cambio de los reiterados homenajes que les hacen las autoridades y de otras migajas, cuotas de poder y privilegios, por callar ante los abusos y defender tácitamente a la dictadura, dividendos nada desdeñables dadas las circunstancias, mucho más cuando se requiere dignidad y valentía para vivir estos tiempos con decoro y no se es un intelectual de resonancia nacional.

Pero ya habrá alguien que algún día hará esa historia, alguien como Lemus, que también hurgará en los entresijos de estos tiempos y revelará los nombres de los protagonistas de esa vileza, hoy aupados, mañana presentados en toda la magnitud de su servidumbre.

Y aunque al final todo es vanidad, como se afirma en el Eclesiastés, y un día la Tierra desaparecerá hecha polvo en la infinitud del universo, y no se salvarán los nombres de los más grandes autores, ni de los genios, ni de los olvidados  ̶ la frase fue dicha hace tiempo por José Saramago, cuando le preguntaron si le inquietaba ser nominado año tras año para el Premio Nobel y no obtenerlo ̶  vale la pena imaginar, mucho más creer firmemente, que en medio de esa catástrofe ignota e indescriptible, estará el trazo de esperanza que ha de salvar lo más noble de nuestra pequeñita alma humana  ̶ verso de Boti ̶  como sin dudas es este invaluable aporte de Lemus a la cultura guantanamera, que también algún día será polvo, pero como dijo el gran poeta español, polvo enamorado.

Y como todo lo que proviene del amor ilumina, mientras no nos alcance el fin del mundo  ̶ que gracias a Dios está muy lejos ̶  Archivos Guantanameros continuará resplandeciendo.

Roberto Jesús Quiñones Haces