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Un verano entre héroes y tumbas Cubanet

Un cubano mira al presidente estadounidense, Barack Obama, hablar en la televisión sobre el restablecimiento de relaciones diplomáticas plenas con Cuba (AFP)

LA HABANA, Cuba.- La televisión cubana ofrece este verano una programación entre héroes y tumbas que a muchos deja dormidos frente al televisor. Descartadas las ofertas a “módicos” precios para vacacionar en el exterior, o en hoteles diseminados por el territorio interior, y sin cupos para el campismo popular, a la inmensa mayoría de la población sólo le resta como antídoto contra el aluvión informativo sentarse frente a la pequeña pantalla a ver el ilegal “cable” o el “paquete semanal”.

A sus habituales parrillas de teques ideológicos, monsergas políticas y cuanta palabra hueca sirva para prender el fuego fatuo de la revolución —como La mesa redonda, Diálogo abierto y La pupila asombrada, entre otros que alteran o adormecen al telespectador—, la televisión añade este verano una parrillada de héroes, tumbas y notas necrológicas difíciles de digerir por quienes a diario consumen en exceso los mensajes tediosos del poder que hacen insufrible la programación.

Si a esto le sumamos que acaban de reponer por enésima vez los seriales Memorias de un abuelo, y Hoy es siempre todavía, estrenados hace décadas por sus vínculos con la “épica” de la revolución, y que entre programas de ¿esparcimiento? se pasan imágenes, discursos, biografías, combates y caídas de los héroes y mártires del país… más que frente a una recreativa programación de verano, estamos ante un curso intensivo de adoctrinamiento político-militar.

No resultan ajenas a esta programación las insólitas efemérides de acontecimientos históricos de carácter nacional, como pueden ser el 105 aniversario de la colitis de un mambí a causa de una tizana de apazote luego del combate en Cerro Pelón, o las actuales hazañas de un panadero acreedor de la medalla Héroe del Trabajo de Cuba y la bandera Proeza Laboral, al obtener una tanda de panes, si bien bajos de peso, hechos con harina, grasa y sal, además de no salir quemado, ni volverse peludos y verdoso al pasar de la bandeja al mostrador, luego de 58 años de revolución.

En un país donde un héroe es cualquiera que rellene un bache centenario que afecte la comunidad, no desvíe recursos en su centro laboral, recoja cien libras de botellas y cartones para reciclar, delate a un vendedor furtivo de maíz, entre otras hazañas en nuestra sociedad; mientras que un mártir es todo el que haya caído en combate desde El grito de Yara hasta Etiopía y Angola, pasando por Playa Girón, Bolivia y Cayo Confite, existe mucho material para la televisión.

El problema radica en que de la campaña perpetua de politiquería, tributos, llamamientos, consignas, conceptos y compromisos con la revolución, se pasa a cómo matar mosquitos, lavarse las manos, soplarse la nariz, no consumir drogas ni alcohol, y de ahí a la impronta del héroe que “inventó” hacer carbón del marabú, y a las tumbas de mártires diseminadas por todo el país.

Y el pueblo necesita digerir con algo más suave o menos solemne o truculento este atracón de martirologios y heroicidades. No con programas al estilo de La Colmena TV, propuesta infantil que en horario estelar, desde una manipulada inocencia y supuesta cuerda didáctica, rinde homenaje a los mismos héroes y mártires, ni como Somos Familia, un remedo con parches de otros programas de participación extranjeros, aunque en un tono austero y anodino hasta el bostezo general.

Tampoco con el nivel de hipocresía y cinismo de Cine político que, conducido por Cristina Escobar, pretende, desde un falso alarde de objetividad y transparencia, hacer una lectura ideológica de buenos filmes norteamericanos que a través de la sátira de hechos y personajes, denuncian ante la sociedad las manipulaciones electorales o los deslices de sus mandatarios, pero que de filmarse aquí, Cristina —¿por qué no comenta Santa y Andrés?— sería despedida o iría a parar a una prisión.

En esta programación de verano ni siquiera la música se salva de mostrar una banda sonora política con textos de contenido ideológicos. El chovinismo, como un apéndice natural de los cubanos, se une al oportunismo para promocionar temas en torno a la dicha que tenemos, el orgullo que sentimos y lo felices que somos aquí, (Me dicen Cuba, o Soy de Cuba), entre otros que reflejan nuestra identidad, aunque la mayoría sueñe con tener o tenga un pasaporte español.

Entre las expresiones más comunes de los cubanos sobre la televisión nacional se escuchan en cualquier parte del país: “Es aburrida y tecosa”, “nunca se puede ver sin explotar”, “eso es telebasura, no sirve”, “para mí murió desde que llegó el video”, “es una tribuna abierta permanente”; criterios que se materializan y multiplican cada día a lo largo y ancho del país.

Mentiras, manipulaciones, panfletos, mal gusto, desconocimiento del medio, irracionalidad comunicacional y otros engendros espurios de lo que se debe hacer, se encadenan en los cinco canales de alcance nacional en la televisión cubana, y proyectan una programación de verano soporífera, mediocre y politizada de principio a fin, que muy pocos cubanos pueden disfrutar.

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