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Una calle en un mar de arena y piedras

Calle en mal estado. Fotos del autor

LA HABANA, Cuba.- “Están arreglando 12”, fue la noticia más notable –difundida, como siempre, boca a boca– la semana pasada en este rincón de Diez de Octubre. Sin embargo, nuestra primera alegría se trocó, a medida que asimilábamos la realidad, en una alegría triste, pues nos dimos cuenta de que el arreglo se limitaba a un par de cuadras de una sola calle.

La información verídica, como de costumbre, no llega al pueblo, que tiene que acudir a la especulación y a procesar los rumores. Unos dicen que viene Díaz-Canel a visitar la fábrica de muebles de mimbre ubicada en la calle 12. Otros, que una empresa china va a comprar, o compró, dicha fábrica. En lo que sí todos coinciden al recibir la noticia es en que el arreglo debe obedecer con seguridad a la visita de algún personaje “importante”. A fin de cuentas, ya tenemos la experiencia del asfaltado de cuatro cuadras de la calle 13, donde está la unidad militar. Y es que en este, como en tantos otros barrios, nunca se repara nada porque sí. Quien lo dude, no tiene más que recorrer el municipio, y verá la hierba creciendo en medio de la calle en Cortina y Vista Alegre (La Víbora), o calles como Armas y Rodríguez Fuentes, en Lawton, que más que calles ya parecen un paisaje lunar o una zona de guerra.

Tras la mayoría de esas reparaciones, tampoco la alegría es completa –como dicen que pasa siempre en la casa del pobre–: la opacan los arreglos inconclusos, traducidos no pocas veces en lomas de escombros y tierra, así como la descoordinación entre los organismos involucrados (por ejemplo Servicios Comunales, Recursos Hidráulicos, la Empresa de Gas Manufacturado, ETECSA, etc.), que en lugar de colaborar entre sí en bien de la población, frecuentemente se desentienden unos de otros y se arrojan la responsabilidad del acabado, al decir nacional, “como si fuera una papa caliente”, a pesar de que el artículo 30, capítulo III, de la Ley 109 de Seguridad Vial establece que el autorizado a realizar obras en la vía está obligado a restablecerla a su estado original.

En este caso particular, el ansiado arreglo ha dejado una estela de no pocos indignados, pues según vecinos que presenciaron el procedimiento, la calle no se niveló a profundidad, sino que apenas se “raspó” un poco para emparejarla superficialmente. Se quejaba Ricardo, uno de ellos, de que solo vertieron la piedra, inmediatamente la pintura asfáltica (chapapote) y luego el asfalto. Cuando demandó el concreto, en vista de que esa calle tiene que resistir el peso de las rastras que van y vienen de la fábrica, un operario le respondió: “Así está bien”. A lo que mi vecino ripostó: “Claro, el concreto es para el turismo”.

Otro motivo de descontento ha sido el hecho –mezquindad, para algunos– de que solo asfaltaron unos pocos metros a ambos lados de cada esquina, es decir –suponen–, lo que podría apreciarse desde un automóvil al pasar, sin importar que dichas cuadras, tan destruidas, bien merecían una reparación completa. San Francisco, por ejemplo, acumula el deterioro provocado por la ruta 54 cuando hace más de 25 años pasaba por aquí, y luego de eso nunca ha sido reparada.

Al mencionar el tema, a la mayoría le cuesta entender por qué tarda tanto en apreciarse una mejoría, máxime cuando hace tiempo nos la están anunciando. Ya en 2008, el entonces vicepresidente Carlos Lage comunicaba la recepción de 1000 equipos para el arreglo de calles, entre camiones, cilindros, vibradores y otros. En una Bohemia de enero de 2012 se menciona la inversión de 40 millones de dólares en el propio 2008 para la adquisición de equipamiento y plantas productoras de mezcla asfáltica.

Pese a tan alta cifra, sin embargo, la reparación de las calles no ha pasado de ser una de tantas promesas incumplidas. A menos que ocurra una visita “especial”. Ahí sí aparecen enseguida los recursos.