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¿Volverán las posadas estatales? Cubanet

La antigua posada de Primelles es hoy un albergue (Archivo)

LA HABANA.- Cuando leí en la prensa la entrevista realizada a Alfonso Muñoz Chang, director de la Empresa Provincial de Alojamiento de La Habana, sobre la reapertura de las posadas, recordé un simpático incidente ocurrido con un vecino durante los primeros años de la década de los 90, en pleno Período Especial. Su situación económica era tan lastimera que tuvo que recurrir a alquilar su apartamentico a parejas por las noches, y se iba a dormir a la azotea del edificio. Así lo hacía con frecuencia, pero un día de frío, para calentarse, se puso a caminar de un lado a otro, y el perro de una vecina, al verlo en el techo, comenzó a ladrar con insistencia y esta llamó a la policía. Cuando el patrullero lo inquirió se le ocurrió decirle que se fue a dormir para la azotea porque tenía calor. El agente se sonrió, incrédulo, y mientras le entregaba el carnet, le aconsejó: “Arréglate con tu mujer, porque si no, te vas a congelar”.

Los albergues INIT, popularmente llamados posadas (moteles donde las parejas se alquilaban por horas) constituían una opción importante para los muchos que por diferentes motivos —en gran medida por la escasez de viviendas— no disponían de otro espacio para la intimidad. Sin embargo, se fueron destruyendo por falta de mantenimiento, y ya en 1990, en pésimas condiciones, algunas fueron transformadas en albergues para damnificados de huracanes, derrumbes, incendios, etc. Claro que, aunque a aquellas pequeñas habitaciones se les habilitó una minicocina y un baño, solo podían ser viviendas de tránsito, porque no tenían las condiciones imprescindibles de un domicilio permanente. Con todo, al día de hoy se han convertido en ciudadelas abarrotadas de personas, pues con el tiempo se fueron sumando nuevas generaciones. El resto, sencillamente sucumbió poco a poco al abandono.

Pero pese a la desaparición de las posadas estatales, los necesitados no se quedaron sin ese servicio gracias a la sagacidad y el emprendimiento de quienes advirtieron en su gran demanda la posibilidad de una buena inversión. Es así que durante años este negocio estuvo en manos de particulares. Más tarde, cuando el Estado comenzó a dar licencias para el alquiler de viviendas, unos sacaron permiso para esta actividad, mas otros siguieron por la “izquierda”, pues no confían en el sistema.

Afirman quienes en épocas pasadas accedieron al servicio estatal que su calidad y las condiciones de los inmuebles eran de regulares a pésimas. Actualmente, el sector privado, con tantos años de experiencia, es un competidor difícil de desplazar pues, según los usuarios, por 5 CUC (o su equivalente en pesos cubanos) disfrutan de la privacidad de una habitación limpia, confortable, climatizada, con agua fría y caliente, más una nevera surtida de bebidas (a pagar aparte), y en algunas incluso se venden alimentos.

Desde hace poco, el Estado cubano comenzó preparativos para reabrir las posadas. Según Muñoz Chang, “ese es un servicio que ahora está en manos de particulares, quienes garantizan el espacio perdido por las famosas posadas. Creemos en la posibilidad real de retomarlo y desarrollarlo”. Este empeño estaría impulsado, muy probablemente, por el eterno afán de nuestros dirigentes de excluir al sector privado en todos los ámbitos.

Lo que no se precisa es dónde reubicarán a los cientos de familias que llevan años albergadas en aquellas antiguas posadas, y que hace mucho esperan por una vivienda decorosa.