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Yulier P., entre piedras y pedradas

Yulier P. Foto cortesía del artista

LA HABANA, Cuba.- Yulier P. es tan solo un pequeño ejemplo de lo que puede suceder en Cuba si te apartas de la institucionalidad o si te atreves a criticarla. Aunque lo invitaron a exponer recientemente en la Fábrica de Arte Cubano (FAC), el extraño “regalo”  en forma de piedra que hizo a la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), durante el más reciente congreso de esta, al parecer no gustó a algún funcionario de la cultura y todo parece indicar que el castigo fue el boicot que le hicieran en la apertura de la muestra en FAC, a la que ni siquiera asistieron los curadores y hasta se saltaron el brindis habitual.

Yulier y los amigos que fueron a celebrar quedaron solos. Allí todavía están las obras pero de eso nadie habla en la prensa oficialista. Incluso ya lo habían llamado de cierto periódico para pedirle una entrevista pero la propuesta murió cuando el castigo amenazó con extenderse a quienes si quiera rozaran el hombro del “intocable”.

Nadie dice nada y cuando Yulier pregunta por lo sucedido apenas recibe el silencio como respuesta. A lo sumo justificaciones tontas. A él no le interesa para nada si lo excluyen o no, me ha dicho las muchas veces que hemos conversado, pero le gusta, como a cualquiera, identificar responsables, ni siquiera para denunciar sino por el simple placer de echar abajo una máscara. Todas si fuera posible, pero una pudiera ser el detonante que derribe las demás.

Digan lo que digan, y aunque mañana alguien salga a desmentir, usando como pretexto el ego o las manías del artista urbano, Yulier P., aunque de modo “sutil” (como suelen ser las torpezas “institucionales”), ha sido castigado nuevamente por su irreverencia estrictamente cultural, pero hay quienes persisten en darles una dimensión política al arte y su ejercicio, lo cual sería válido como cualquier otra perspectiva, pero no pudiera serlo para castigar al creador, en todo caso para polemizar, propiciar diálogos y cambios, pero hasta ahí. Hay fronteras en el arte que jamás ningún gobierno o persona con poder debería violentar.

No por aquello de “zapatero a tus zapatos”, cada cual opina de lo que desee opinar y en el soporte y momento que le venga en ganas, siempre y cuando  su ejercicio no suponga el castigo o la censura para quien se le oponga.

El gobierno y las instituciones deberían inmiscuirse en las cuestiones del arte y los artistas solo para asegurarles la libertad plena para la creación, aun cuando ellos sean el blanco de las críticas.

Yulier de cierto modo ha sido apedreado (sin grandes traumatismos) por esos que persisten en determinar qué cosa es o no es arte, o por quienes se equivocan al intentar colocarle el apellido de “revolucionario” a algo que se resiste a aceptar límites.

Yulier ya fue sacado hace tiempo de su viejo taller en una esquina de Prado, ya ha sido detenido varias veces por la policía y obligado a borrar sus pinturas, siempre realizadas en solares abandonados pues jamás ha vandalizado un edificio u obra pública. Eso nunca ha estado en su espíritu de regalar a la gente su arte, compartir su modo de ver el mundo que lo rodea.

El más importante artista plástico urbano de la última década en Cuba, comparado por algunos con el británico Banksy, y quien ya es parte indiscutible del imaginario habanero, ha recibido una  pequeña “pedrada”. Un ataque nada grave porque él sabe muy bien como devolver esos proyectiles pero bajo la forma de regalos. Regalos que son verdaderas obras de arte y de amor.

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