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¿Zombis chinos en La Habana?

LA HABANA, Cuba.- El lugar parece abandonado, como si no se usara. Al centro hay un pequeño bosque de almácigos. Árboles de troncos rosados que constantemente mudan la fina corteza, mostrándose desnudos.

Al parecer las autoridades de la empresa de comunales del municipio Plaza de la Revolución quieren que paulatinamente desaparezca el Cementerio Chino de La Habana, declarado por la Comisión de Patrimonio, Monumento Nacional, el 8 de mayo de 1996.

El camposanto está enclavado en la manzana que conforman las calles 26 y 28, 31 y 33, del Reparto Kohly en el Vedado y es la evidencia viva de la fuerte inmigración china que tuvo la isla, a partir de 1847.

Solo una persona, el sepulturero, a cargo de todo el cementerio. No existe allí nada que brinde información sobre el lugar. ¿Cuándo fue construido? ¿De quién era el terreno? ¿Cuándo empezó a funcionar? ¿Cuáles fueron las primeras familias que enterraron a sus parientes en el cementerio?

La misma comisión que lo declaró Monumento debería designar una persona capacitada para que visitantes nacionales y extranjeros puedan recibir información del sitio. El propio camposanto pudiera generar ingresos para la restauración y conservación de un patrimonio que se pierde. Las bóvedas construidas con techos de dos aguas, típica construcción china, junto a los ideogramas, las capillas, los obeliscos y los árboles brindan una inigualable belleza. No solo se pierden los valores constructivos arquitectónicos, hay poca seguridad en los osarios. Quizás porque muchos chinos que se han enterrado en el cementerio no dejaron familias o a algunas no les interesa el destino de los restos de sus parientes.

Es curioso, casi toda esta población asiática vino a Cuba a buscar prosperidad. Pero el asunto se ha revertido pues, presumiblemente por la disciplina que caracteriza a esta cultura, son los huesos de sus fallecidos los que ahora se cotizan entre traficantes a mayor precio que los de cualquier otro muerto, con el fin de terminar luego en los calderos religiosos. Las huellas del vandalismo se puede observar en las tumbas destrozadas, abiertas, saqueadas.

Lo cierto es que el cementerio chino no solo certifica la fuerte presencia del país asiático en la ciudad, la que contaba con farmacias, teatros, hogar de ancianos, bancos, periódicos, etc.; sino también el poder adquisitivo que llegaron a obtener algunas de las familias, quienes tuvieron el interés además de darle sepultura a sus seres queridos como si estuvieran en su país.

Y es que este tema ha sido siempre una cuestión muy seria para esta cultura. Creen firmemente que una ceremonia fúnebre inapropiada puede traer mala suerte para la familia del fallecido. De este modo no es de extrañar que el cementerio se encuentre distribuido en cuatro cuadros irregulares que representan el cielo, la tierra, el mundo de los vivos, y el mundo de los muertos.

La comunidad china ha ido mermando en la Isla. De este modo, son pocos los entierros que se hacen anualmente (de manera exclusiva tienen derecho los nacionales chinos, sus cónyuges y sus descendientes hasta la segunda generación).  Pero aun cuando ya el cementerio deje de tener uso, sus puertas debieran mantenerse abiertas como una prueba viva de la fuerte emigración del país asiático.

La sede de esta comunidad está enclavada en el barrio del mismo nombre en Centro Habana. La misma debería hacer presión para que no se continúe deteriorando este singular sitio, único de su tipo en Cuba, hallado a un costado de la Gran Metrópoli de Colón, uno de los lugares más visitados por el turismo.

Ahora que se dedican recursos al rescate de inmuebles y tradiciones culturales se debiera mirar a este espacio. Y más cuando, en la Resolución N.133 donde se otorga a esta construcción civil la categoría de Monumento Nacional, se especifica que es obligación de la Comisión Provincial de Monumentos velar por su protección. ¿Se imaginan a un batallón de chinos zombis reclamando respeto en la Plaza de la Revolución?