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El dilema de Simeone con Carrasco

En la faceta de psicólogo que todo entrenador tiene, Diego Pablo Simeone asegura que es capaz de predecir un buen partido o un mal partido de sus jugadores con mirar a algunos de los referentes del vestuario momentos antes de saltar al campo. En esa tarea por detectar estados de ánimo o de predisposición, también puede ser capaz de interpretar a Flora Davis, autora de libros de referencia sobre el lenguaje corporal como El cuerpo es el mensaje o La Comunicación no verbal. Los andares sobre el campo de juego de sus futbolistas, la posición tensa o relajada en un ejercicio de entrenamiento o durante una acción en un partido, Simeone los archiva y los procesa. El objetivo es tratar de descifrar si un jugador vibra; si su modus operandi contiene ese elemento innegociable en su libreto: la pasión.

Ajustándose exclusivamente a esas técnicas, Yannick Carrasco tendría complicado jugar con Simeone. Su mirada huidiza, esa sensación que transmite a veces de vivir encerrado en su mundo y sus gestos y sus desconexiones ante alguna acción mal ejecutada están en las antípodas de lo que predica su entrenador.

Su error en el Camp Nou en el mano a mano con Cillessen, su expulsión en el Camp Nou y su posterior desfile a paso cansino para salir del campo han terminado por poner en el disparadero a un jugador que en el primer tercio de temporada se erigió como la gran estrella del Atlético junto a Antoine Griezmann. Por entonces, se detectaba la intención del cuerpo técnico por tratar de experimentar con Carrasco la misma transformación que con el atacante francés: un jugador determinante en ataque y solidario en el trabajo colectivo. La ampliación y la mejora de su contrato y el subidón de su cláusula de rescisión hasta los 100 millones de euros fueron el colofón a ese impactante inicio de curso del extremo.

El bajón de Carrasco en los dos últimos meses ha dejado al Atlético sin el desequilibrio de un futbolista en el que tenía puestas muchas expectativas. Su condición de regateador empedernido, a la que Simeone ha pretendido añadir el gol, también le ha generado la etiqueta de chupón.

Mezcla explosiva

 La mezcla de esa aparente apatía con el individualismo suele ser explosiva en términos de aceptación dentro de una dinámica de grupo. Tampoco ha contribuido demasiado a mejorar su imagen que su entrenador aireara que no le gusta jugar a la derecha o esa violenta patada a una botella de agua cuando fue sustituido en Vitoria. Simeone defendió ante la prensa que le gustan los jugadores que se enojan, quizá en su intento por recuperar a un jugador que aún puede ofrecerle mucho al equipo de aquí al final de temporada, o al club al término de la misma, si decide venderlo.

La realidad del equipo dice que no está el Atlético para desperdiciar el potencial de Carrasco o al menos para no intentar reengancharlo. En los últimos entrenamientos, las pruebas realizadas por el cuerpo técnico le han dado un lugar en el once que esta noche se enfrentará al Celta (20.45, beIN LaLiga). Al Mono Burgos se le ha visto cercano a Carrasco alguna sesión en la que también se llevó algún rapapolvo por arriesgar el balón en zonas no convenientes. Solo Gaitán, ya recuperado de su lesión en el Camp Nou, parece amenazar el puesto de Carrasco en esta cita que podría haber sido la final de Copa y que mide la certeza de si el Atlético se ha revitalizado tras poner contra las cuerdas al Barça.