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Los muros de Brasil – Notas de Fútbol

Pensar en el fútbol brasileño es pensar en magia, en juego alegre y vistoso, en los goles de Ronaldo y Romário, las brujerías de Ronaldinho, las ofensivas de Rivaldo, las gambetas de Neymar y Vinicius, la verticalidad de Kaká o las galopadas de Cafú y Roberto Carlos. Pero, para que ellos puedan poner el cerco a la portería rival, hace falta un equipo detrás que mantenga la suya a cero y les permita crear, y en eso la Canarinha ha tenido también consumados especialistas. Porque porteros como Taffarel, Marcos, Julio César o Alisson tuvieron también su cuota de importancia, así como buenos centrales como Aldair, Marcio Santos, Lúcio, Luisao o Thiago Silva. Y también centrocampistas encargados de llevar las riendas del juego, pero también de frenar el del rival, de recuperar el balón para dárselo a los genios, porque todo Poniente necesita su Muro.

Alemão

Empezamos con Ricardo Rogério de Brito, conocido como Alemão (alemán en portugués) por su pelo rubio y aspecto poco brasileño, un futbolista al que difícilmente se podría catalogar como medio defensivo, pero que marcó el camino para futuros centrocampistas brasileños por su despliegue físico y orden táctico. No era un ‘5’ ni un ‘10’, sino un todoterreno que aunaba sacrificio en el medio, técnica y llegada. Jugó en el Atlético de Madrid, donde firmó una gran temporada 87-88 en la que fue designado mejor jugador extranjero de la liga por la revista Don Balón, pero diferencias con Jesús Gil propiciaron su salida. Fichó entonces por el Nápoles de Maradona, donde se convirtió en uno de los pilares del equipo con el que ganó un Scudetto y una Copa de la UEFA. Con Brasil disputó los mundiales de 1986 y 1990 y ganó la Copa América de 1989.

Dunga

Esta vez sí, hablamos de un centrocampista paradigma del rol de pivote defensivo, con una gran capacidad de recuperación y rigor táctico, aunque también era muy seguro a la hora de sacar el balón. Jugó tres mundiales con Brasil: el fiasco de 1990, cuando cayeron contra el eterno rival albiceleste en octavos, le granjeó no pocas críticas debido a un estilo de juego que no casaba con la tradición de la Canarinha, pero después fue indiscutible en el Mundial de Estados Unidos de 1994, en el que Brasil ganó su cuarto entorchado. También fue titular en el de 1998, cuando su selección llegó hasta la final para ser derrotado por una Francia intratable. En ambos torneos fue pieza esencial en equipos que contaban con estrellas como Romário, Bebeto, Zinho, Ronaldo o Rivaldo. A nivel de clubes se hizo un hueco en el duro Calcio de finales de los ochenta y principios de los noventa con la camiseta de la Fiorentina.

Mauro Silva

Si Dunga institucionalizó el doble pivote en Brasil con Alemão, después hizo lo propio con Mauro Silva. Fue un sistema muy reconocible en Brasil, con dos centrocampistas, dos interiores más creativos (Zinho y Mazinho en el 94, Rivaldo y Leonardo en el 98…) y dos delanteros. Y en el caso que nos ocupa hablamos de uno de los mejores centrocampistas de los noventa: pocos fichajes más rentables que aquel que hizo el Deportivo en 1992 procedente del Bragantino. Ese mismo año llegó a La Coruña junto a su compatriota Bebeto y ambos fueron esenciales para que el equipo gallego se convirtiese en uno de los mejores equipos de España. Estuvo trece temporadas y vivió los dos grandes momentos del Superdépor: el subcampeonato con Arsenio Iglesias y la liga conquistada con Irureta.

Se trataba de un futbolista disciplinado y con extraordinarias cualidades defensivas, aunque era capaz perfectamente de manejar el centro del campo de su equipo. Pero, como hemos dicho, la selección de Parreira jugaba con doble pivote (algo que se fue asentando en todos los equipos) y junto a Dunga formaba, en el Mundial de Estados Unidos, un muro muy difícil de sobrepasar, un contexto ideal para que Romário y Bebeto pensasen en cómo perforar redes arriba.

César Sampaio

Si en el 90 fue con Alemão y en el 94 con Mauro Silva, en el 98 Dunga compartió doble pivote con César Sampaio. Ocurrió que Mauro Silva se negó a acudir a un amistoso previo al Mundial de Francia, por lo que Zagallo, entonces seleccionador, lo dejó fuera de la selección y del torneo. Sampaio, medio defensivo que no obstante gustaba de probar fortuna llegando al área, llevaba cuatro años jugando en Japón para el Yokohama Flugels, pero su lejanía del más alto nivel no fue un obstáculo para ser titular en la selección finalista del 98. Dos años más tarde fichó por el Deportivo de la Coruña, ya con 32 años, pero las lesiones le impidieron triunfar en Riazor.

Flávio Conceição

Otro que siguió la senda de los brasileños en Coruña, abierta por Mauro y Bebeto, fue Flávio Conceição, que fichó en 1996 y compartió centro del campo con Mauro Silva durante cuatro temporadas con un gran rendimiento. Fue titular con la selección en la Copa América del 97 y la del 99, ambas ganadas por la Canarinha, pero no acudió al mundial del 98 debido a una presunta lesión que sin embargo no le impedía jugar con el Deportivo. Un extraño incidente que no fue obstáculo para que siguiera ofreciendo un buen rendimiento que animó al Madrid a pagar 4000 millones de pesetas por él. No obstante, en el Bernabéu no acabó por brillar de la misma forma que con las camisetas de Dépor y Brasil.

Gilberto Silva

El perfecto sustituto de los Dunga, Mauro Silva y compañía lo encontró Brasil en Gilberto Silva, un muro para que, en 2002, Ronaldo, Rivaldo y Ronaldinho hicieran diabluras en el Mundial de Corea y Japón, el quinto y hasta ahora último entorchado de la verdeamarelha. Scolari cambió el sistema a una defensa de cinco con la que Roberto Carlos y Cafú pudieran volar por las bandas y los tres genios de arriba hicieran su parte, pero el doble pivote seguía intacto, y Gilberto Silva y Kléberson cumplieron su papel a la perfección. Kléberson, que se ganó el sitio a lo largo del torneo en detrimento del ex del Atlético Juninho, de claro perfil más ofensivo, no tuvo tanta suerte a nivel de clubes, con un gris paso por el United, pero Gilberto fichó por el Arsenal y fue esencial para los gunners durante seis temporadas.

Emerson

Si Gilberto y Kléberson tuvieron que guardar las espaldas a la Canarinha en 2002 fue porque Emerson, capitán y encargado de la tarea, sufrió una lesión en el hombro en un entrenamiento previo al torneo que lo dejó fuera del mismo. Fue un duro golpe para los de Scolari que, sin embargo, los mencionados amortiguaron a la perfección. Emerson, que ya había estado en el mundial de 1998 como suplente, era considerado uno de los mejores del mundo en su posición y lo demostró con las camisetas de Bayer Leverkusen, Roma y Juventus, no obstante, su estancia en el Madrid no fue tan afortunada. Parecía el sustituto perfecto para Makelele cuando Capello lo reclutó para su segunda etapa en el Bernabéu, pero no salió como se esperaba.

Fernandinho

Tras una gran trayectoria en Ucrania, donde jugó ocho temporadas vistiendo la camiseta de Shakhtar Donetsk, fichó por el Manchester City en 2013, donde ha sido esencial en los éxitos recientes del club. Principalmente en su papel de medio defensivo con capacidad para conducir el balón, pero también como lateral, donde Guardiola lo ha utilizado en varias ocasiones aunque no sea su ubicación habitual. Con Brasil disputó los dos últimos mundiales en 2014 y 2018, y fue también miembro de la Copa América conquistada en 2019.

Casemiro

Pero si Fernandinho no ha sido indiscutible en el XI de Brasil ha sido porque tenía por delante a Casemiro, uno de los mejores pivotes del mundo durante la última década. Poca presentación necesita el centro del campo formado junto a Kroos y Modric, dominante en Europa y campeón de cuatro Ligas de Campeones, en las que Casemiro levantaba el muro para que sus compañeros creasen. Con una gran capacidad para recuperar, cerrar huecos y hacer coberturas, también gustaba de probar fortuna en el área rival. De hecho, tras la salida de Cristiano y antes de la explosión de Vinicius, Casemiro llegó a ser la apuesta más segura a la hora de marcar goles tras Benzema.

Fabinho

Tras un breve paso por el Castilla y un efímero debut con el Real Madrid, Fabinho fichó por el Mónaco, donde formó parte de aquel equipo semifinalista de Champions con Mbappé, Falcao, Bernardo Silva y compañía. Su función, junto a Bakayoko, era formar un doble pivote muy físico donde no pasase ni el aire. Su gran rendimiento en el Principado lo llevó al Liverpool, que pagó 50 millones de euros por él y en el que fue vital para la Liga de Campeones conquistada en 2019. Además de ser uno de los mejores medios defensivos del mundo, es un futbolista polivalente que ha jugado también de lateral derecho o central.