Cómo no, el coronavirus se ha convertido en el invitado inesperado de esta segunda Bienal del Pensamiento, cuyos preparativos se remontan a octubre del año pasado, cuando ni los más pesimistas imaginaban que tan sólo unos meses después que el mundo estaría patas arriba. “El grupo de asesores y comisarios se reunía periódicamente para pensar los temas y ejes de trabajo, y en abril ya vimos que, evidentemente, habría que replantear el formato”, detalla Subirats.
“Por un lado, nos vimos obligados a incorporar el debate sobre la pandemia a la propia temática de la bienal, de forma que el coronavirus estuviera presente en las cuestiones en discusión, pero no de forma monográfica. Por otro, tuvimos que pensar cómo llevaríamos a cabo las actividades presenciales: la limitación de aforo, el sistema de reserva previa, la trazabilidad de los asistentes…”.
Las medidas de seguridad permitirán la asistencia de 8.000 personas a las actividades que se desarrollarán en espacios como el CCCB, el recinto de Fabra i Coats, la plaza de Joan Coromines y la antigua prisión Modelo. Una cifra que está lejos de las 20.000 personas que asistieron a la primera edición de la Bienal, pero que transmite la idea de cierta normalidad. “No queremos renunciar a la presencialidad, no se trata de un evento online”, afirma Subirats. Eso sí, para poder llegar al máximo de público, la cita también ofertará su contenido vía internet: habrá dos retransmisiones en streaming diarias, y todas las actividades se grabarán para ser publicadas en la web oficial.