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Cónsules honorarios al 3%

Barcelona es la tercera ciudad del mundo con más cónsules honorarios. Semejante dato lleva a pensar que algo más se esconde tras los consulados. Javier Nart, eurodiputado de Ciudadanos señala que: «Al gobierno catalán le encanta ver banderitas de países colgando de los balcones, pero la mayoría son de propios catalanes sin ninguna trascendencia política».

En el último encuentro de Carles Puigdemont con el cuerpo consular en Cataluña, el ‘president’ les advirtió de que «van a tener mucho trabajo en los próximos meses (cuando Barcelona) se convierta en la capital de un Estado», ya que «este es un país que camina hacia la independencia». El ‘president’ lanzó esa arenga ante un puñado de cónsules extranjeros, pero sobre todo ante muchos amigos y conocidos de los círculos de poder barcelonés que acudieron representando a países como Kazajistán, Filipinas, Madagascar o Togo.

La clave está en la valija diplomática

El periodista Rafa Burgos pone de manifiesto que el mundo diplomático es extremadamente opaco: no hay ninguna transparencia, con el pretexto de la defensa de la razón de Estado. Se han hecho públicos algunos casos de diplomáticos que tenían negocios privados difícilmente compatibles con su cargo público. Los cónsules honorarios, ciudadanos españoles que trabajan sin sueldo al servicio de otros países, obtienen compensaciones en prestigio, privilegios y relaciones sociales. Para no hablar del uso de la codiciada valija diplomática, inviolable, que cruza las fronteras al margen de ningún control (y, aunque se la llame valija, a veces tiene un volumen considerable).

La mayoría de los cónsules honorarios actúan de forma completamente autónoma, ya que el Estado que los ha nombrado no los controla muy bien y el gobierno español no tiene ninguna posibilidad de inmiscuirse en sus asuntos, más allá de retirarles el visto bueno, una medida muy agresiva a nivel diplomático y que sólo se toma en casos excepcionales (recientemente sólo se ha retirado la acreditación execuátur al cónsul de Letonia en Barcelona, Xavier Vinyals, y no por ningún negocio sucio, sino por colgar una estelada en su balcón).

Hay quien ha sido cónsul honorario de un país tras otro

Algunos de los cónsules honorarios tienen una relación estrecha con el país que representan, por tener familia o haber residido en él. Muchos otros tienen negocios allí, y eso sin duda tendría que ser motivo de incompatibilidades. En Barcelona, incluso hay quien ha sido cónsul de un país tras otro (en realidad, las convenciones internacionales incluso establecen que alguien pueda ser cónsul honorario de dos países a la vez).

Barcelona, guarida de cónsules honorarios sin carrera diplomática y al servicio del 3%

Barcelona es una de las ciudades del mundo que, sin ser capital de Estado, tiene más delegaciones diplomáticas (sólo es superada por Nueva York y Hong Kong). Incluso hay consulados de países diminutos, y algunas de estas sedes diplomáticas ni siquiera gestionan visados. Muchas dictaduras de países empobrecidos tienen consulados en Barcelona, a pesar de tener muy pocos ciudadanos de su país en Catalunya.

Hay curiosas connivencias entre las grandes familias de la ciudad y los asuntos diplomáticos. Parece que la élite económica de la ciudad es, también, la que tiene un papel más destacado en la diplomacia, tanto a nivel de funcionarios, como entre el personal de los consulados honorarios. Ser hijo de alguien es, todavía, una ventaja clara a la hora de acceder a cargos consulares.

Negocio de barrios altos

El mundo de los cónsules es un mundo de barrios altos; es gente que se mueve en un universo de lujo y ostentación. Entre las familias citadas en el libro se incluyen los Trias de Bes, los Guardans Cambó, los Rubert de Ventós… Muchos de los individuos citados, además de tener cargos diplomáticos, ocupan cargos directivos, no sólo en empresas privadas, sino también en empresas públicas o con participación pública. Y en La orgia diplomàtica también se constatan las relaciones turbias de algunos gobiernos autoritarios con Catalunya. Se cita el caso del dictador gabonés Omar Bongo (muerte en Barcelona en el 2009), y el del presidente kazako, Nursultan Nazarbaïev, que tiene casa en Lloret.

Un diplomático para cada escándalo

Rafa Burgos, en L’orgia diplomàtica, hace un vaciado exhaustivo de nombres de personajes y empresas relacionados con negocios turbios. Localiza 1.480, que el lector puede localizar en un práctico índice onomástico.

En todos los grandes casos de corrupción se encuentra el vínculo con algún diplomático. Jordi Pujol Ferrusola intentó conseguir el puesto de cónsul honorario del Gabón, pero no lo consiguió.

En cambio, Jordi Sumarroca, también sospechoso de estar implicado en el caso del 3%, fue cónsul honorario de Lituania. Joan Gaspart, ex presidente del Barça y uno de los mayores deudores del Estado español, fue cónsul honorario de las islas Seychelles. En el caso Pretoria estuvo implicado Aquilino Mata Mier, cónsul honorario de Kazajistán. Y muchos personajes vinculados a los consulados aparecieron a la lista Falciani. Hay casos todavía más escandalosos: el reciente cónsul en México, Fidel Herrera, fue acusado de estar implicado en la mafia de los cárteles de la droga y, finalmente, ha sido cesado por la venta de medicamentos falsos para el cáncer en su país natal.

La presidenta de Coca-Cola European Partners, Sol Daurella es nacionalista declarada y cónsul de Islandia

Resulta más que sospechoso que los cónsules sean personas muy ocupadas, que carecen de tiempo para dedicar al cargo. Cuando se tira del hilo es fácil toparse con extraños intereses económicos, relaciones con ideologías políticas nacionalistas y puertas giratorias. Muchos de los cónsules honorarios ejercen de empresarios y, al mismo tiempo, realizan negocios millonarios con los países que representan.

Los cónsules honorarios que ponen su cargo al servicio del nacionalismo son, por ejemplo: Sol Daurella, presidenta de Coca-Cola Europan Partners y cónsul de Islandia, José Manuel Basáñez, ex consejero de Economía de la Generalitat, ex presidente de compañías como Acesa o Caprabo y cónsul de Singapur, o Andrés Carasso, delegado de Iberdrola en Cataluña y cónsul de Costa de Marfil o Jordi Puig, exconstructor nacionalista y cónsul de Filipinas.

Rafa Burgos explica que: «Muchos son cónsules de dictaduras africanas y paraísos fiscales, con los que además tienen negocios. Gaspart, que es uno de los principales deudores a la Hacienda española, representa a un paraíso fiscal como las islas Seychelles. O personas que aparecen en la lista Falciani como el fallecido en 2016 Juan de Dios Dexeus, cónsul de Luxemburgo, o Ramón Palou, cónsul de Guinea Bissau. Cuando investigas casos de corrupción, casi siempre te acabas encontrando con un cónsul o un embajador”.