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Crece el mercado negro de vacunas en Venezuela ante la incapacidad de la dictadura chavista

El régimen de Nicolás Maduro ha arrancado oficialmente la campaña nacional de vacunación utilizando para ello el infame sistema “Patria”. El mecanismo utilizado consiste en contactar, en la primera etapa, a personas mayores de 70 y 80 años que están registradas en dicha base de datos; esto a través de mensajes de texto enviados sus teléfonos móviles (SMS). Allí se indica cuándo y dónde el “beneficiado” debe acudir a recibir su dosis.

La tiranía ha mostrado así, de nueva cuenta, su voluntad de utilizar esta base de datos paralela para controlar a la población en distintos ámbitos de su vida. “Patria” ya ha sido empleada antes por el chavismo para discriminar a quiénes pueden acceder al cobro de pensiones de la seguridad social y quiénes no, así como para otorgar cupos de gasolina subsidiada a quienes estén inscritos en el sistema.

Desde hace dos semanas han comenzado a verse puestos de vacunación contra el covid-19 en algunas plazas y calles de Caracas. El hecho ha cobrado visibilidad por las gigantescas filas que se han formado cerca de los puestos destinados por la sanidad pública para aplicar dosis de vacunas Sinopharm (China) y Sputnik V (Rusia).

Aunque la campaña de vacunación pudo estructurarse –tal y como se ha hecho en otras partes- con base en la información recopilada por los institutos de estadística oficiales que existen en cada país, en Venezuela se ha optado por condicionarla a este registro de identificación paralelo inventando por el chavismo.

Así, en la nación sudamericana el registro en “Patria” ha pasado a ser más importante que la propia tenencia de los documentos de identificación normales (la cédula de identidad o el pasaporte).

Por lógica se deduce que una parte importante de la población que se ha resistido a entrar en el aro del registro chavista simplemente ha quedado excluida de entrada de la campaña gubernamental de inmunización contra el covid-19. Al no estar inscritos en “Patria” nunca recibirán el SMS con la ubicación y la hora a la que deben acudir para ser vacunados. Se trata de venezolanos que, para el régimen, simplemente no existen y tendrán que arreglárselas por sí mismos para recibir sus dosis.  

Esa incertidumbre es la que ha llevado a algunos ciudadanos a procurarse atajos para acceder por medios propios al escaso inventario de vacunas que ha llegado al país latinoamericano. Los métodos van desde establecer contactos con el mercado negro en redes sociales para ser vacunado en casa, hasta sobornar a militares y autoridades gubernamentales que cuidan las filas de vacunación pública en las calles, buscando así acceder a la inmunización promovida por el Estado sin estar inscrito en “Patria”.

Huelga decir que el mercado negro de vacunas es, de por sí, una apuesta en el vacío: nadie garantiza que el producto que se está inoculando a los pacientes es realmente una vacuna. O bien, que si se trata de una, se halla respetado todo el delicado protocolo de manejo de la misma (sobre todo en lo referente a su conservación en la cadena de frío).

Sin embargo, el diario local El Nacional ha reseñado que generalmente las dosis que se ofrecen bajo estas modalidades llegan a costar cerca de 180Є cada una; observándose que algunos “proveedores” ofrecen descuentos si el interesado en comprarla consigue un grupo de familiares, amigos o vecinos que acceda a vacunarse en conjunto.

La ONG encargada de vigilar procesos de corrupción, Transparencia Venezuela, ha dado cuenta por semanas de un largo listado de eventos que remiten a malos manejos con el tema de las vacunas en el país sudamericano. Han detallado desde inconsistencias en la información oficial sobre el número de vacunas adquiridas por el Estado venezolano, el privilegio que ha otorgado el chavismo a los laboratorios rusos y chinos en la compra de las dosis, las estadísticas dudosas sobre la marcha del proceso de vacunación en sí, los retrasos en el pago del programa COVAX, hasta la posible estructuración de mafias que han convertido la venta de vacunas en un negocio.   

Aunque la vicepresidenta del régimen, Delcy Rodríguez, ha señalado en días recientes que Venezuela ya ha vacunado a cerca del 11% de su población, la Academia Nacional de Medicina reseñó a finales de mayo que para entonces en el país solo se había inmunizado a menos del 1% de los venezolanos. Maduro se ha empeñado en afirmar que para agosto estima haber vacunado al 70% de la población.      

Mientras tanto, la mejor descripción sobre el desarrollo de la campaña de vacunación nacional la ofrecen justamente las largas filas que se escenifican en las calles de Venezuela para poder acceder a las dosis. Más allá de lo que declaren Maduro, Rodríguez o cualquiera de los funcionarios chavistas, está la visible desesperación de la gente por inmunizarse cuanto antes. La suerte y la providencia divina terminan por convertirse en los únicos aliados posibles de venezolanos que llegan a pasar entre 6 y 12 horas a la intemperie para que les apliquen la ansiada inyección.