Inicio Destacadas De cómo los españoles hemos ido evolucionando (o involucionando, según se mire)...

De cómo los españoles hemos ido evolucionando (o involucionando, según se mire) en el transcurso de los últimos 50 años

Fotograma de “La gran familia”

AR.- Que un tío mostrase el culo en la calle hace 50 años era absolutamente impensable, sobre todo porque la procacidad no tenía sitio en aquella sociedad. Pudiese ser que la porquería se abriese paso por algún descuido, pero entonces existían normas y reglas que la despachaban sin contemplaciones. Mostrar hoy el culo en mitad de la calle es un signo bastante aparente de progresismo, modernidad y civismo democrático.

Vestir con pulcritud y elegancia era lo que hace 50 años se exigía a cualquiera que tuviese que convivir con otras personas, desde el alumno en la escuela al empleado en la oficina. Nada te marcaba tanto como el aseo y el buen aliño indumentario. Hoy, las pelambreras roñosas y las rastas son un signo de progreso. Vestir ropa de montaña para ir por la ciudad y camisetas a rayas horizontales para posturear en el Congreso, se considera más respetable que el traje y corbata. ¡Qué tristemente lejos estaban los españoles de hace 50 años de modas tan relucientes como los pantalones rotos y con barro que pueden adquiriese por 400 euros!

Los tatuajes, hace 50 años, se estilaban sobre todo entre la turbamulta y la canalla, la gente comúnmente llamada de mal vivir. Una mujer tatuada en aquella sociedad tan encogida habría sido tan impensable como un libro de antropología física en la casa de Gran Hermano. Las personas que no han sucumbido hoy a los tatuajes son escrutadas como antiguallas y es raro el progre (y la progre) que no los exhibe, de todos los pelajes, desde el tobillo hasta el cuello. A tal extremo alcanza su masiva exhibición que, en su último anuncio, la marca cervecera Mahou centra en ellos y ellas su objetivo de ventas.

Haber robado o matado eran los principales motivos que tenía el Estado de hace 50 años para privar de la libertad a un ciudadano. Hoy, basta la denuncia falsa de una mujer, o la de una ONG por contar un chiste en internet contra alguna de las especies humanas protegidas, o sostener públicamente que dos y dos son cuatro, para que cualquier infeliz pueda ser detenido y encarcelado.

Los Payasos de la tele, ídolos de nuestra infancia.

Los Payasos de la tele, ídolos de nuestra infancia.

Hace 50 años, el cine español no necesitaba ser subvencionado porque los metrajes se hacían para entretener o para transmitir valores que por lo general eran y son mayoritariamente aceptados. La prueba es que, pese al tiempo transcurrido, las películas de Paco Martínez Soria, de Tony Leblanc, de Alfredo Landa, de José Luis López Vázquez, de Antonio Gariza, entre otros muchos, son repuestas una y otra vez y siguen teniendo audiencias más que notables. Nada que ver con el nivel de inmundicia moral que cubre al cine español de nuestros días. En la mayoría de los casos, el paso de las películas por las salas es puramente testimonial, demasiado fugaz como para prescindir del dinero público. Son películas que no han sido hechas para entretener, sino para reflejar una sociedad partidaria, pornográfica y frentista, en la que los delirantes mensajes contra media España o contra la Iglesia son casi los únicos momentos dialogados del metraje.

Los niños de hace cinco décadas jugaban en las calles sin temor a depredadores sexuales, que por entonces no existían. Los juegos con contacto físico, hoy descartados por los educadores, no impidió que aquellos niños crecieran sanos y fuertes, sin tener el mínimo contacto, ni falta que les hacía, con psicólogos ni pedagogos sociales.

En la sociedad española de hace cinco décadas, los ingresos económicos de cada persona eran proporcionales a su esfuerzo y a la fecundidad de su trabajo. Hoy el esfuerzo y el trabajo duro han sido desechados y los que triunfan económicamente son los que están mejor conectados con las clientelares redes económicas del poder.

La vagancia, hace 50 años, estaba tipificada como delito. Hoy la vagancia es un lucrativo medio de vida. El partido que reclama la vagancia como alternativa al esfuerzo y al trabajo duro de siempre logró nada menos que cinco millones de votos en las últimas elecciones.

Manifestación de apoyo a Franco, en Madrid, el 1 de octubre de 1975.

Manifestación de apoyo a Franco, en Madrid, el 1 de octubre de 1975.

La fiscalidad en España era casi inexistente hace cincuenta años. Los empleos se firmaban para toda la vida y la legislación laboral no autorizaba los despidos salvo casos excepcionales. Las familias llegaban sin apreturas a final de mes y el consumo se ajustaba a lo estrictamente necesario. Hoy impera una ideología activa que otorga sentido a la vida del individuo a través del consumo de cosas que son cada vez más fruto del deseo que de la necesidad. Es lo que los expertos definen como la instalación del nuevo paradigma global, basado en la obsolescencia programada, la seducción subliminal y la manipulación de la sociedad a través de los medios, entre otros factores, lo que ha exigido la sustitución de los principios que imperaban hace 50 años.

50 años atrás, los viejos morían en sus hogares y los docentes imponían su autoridad en los centros educativos. Hoy los ancianos son abandonados y la vida laboral de cualquier docente pendería de un hilo a poco que un alumno le denunciase por supuesta ofensa o maltrato. Los padres de entonces disuadían a los profesores de mostrarse indulgentes con sus hijos. Los de hoy les denuncian cuando tratan de imponer al alumno una férrea disciplina.

Los niños de entonces soñaban con ser médicos, profesores, militares, azafatas de vuelo. Los de hoy literalmente carecen de sueños. Los niños de entonces soñaban con ser hombres y comportarse como tales. A los de hoy se les enseña en los colegios que hay niños con vulva y niñas con pene.

Los límites naturales entre el bien y el mal, hace 50 años, estaban tan marcados que no hacía falta que psiquiatras, sociólogos y politólogos lo interpretaran por nosotros. Hoy, los matices se entremezclan de tal suerte que lo bueno de siempre termina convirtiéndose en malo, mientras que lo malo acaba siendo ensalzado como ejemplo y paradigma.

Con todo lo anterior, que podría haberse extendido durante horas, lo que sigo sin tener claro es en qué ha evolucionado hasta hoy, tanto y tan bien como se dice, la sociedad española involucionada de hace 50 años.