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Delgado, cercada tras el paso a un lado de Cospedal

Algo, más allá del nombre, unía a la ministra de Justicia y a la ya ex diputada del PP María Dolores de Cospedal. Ambas fueron objetivo de las grabaciones del controvertido ex comisario Villarejo, aunque su situación actual no refleje esta similitud. Mientras que la que fuera secretaria general del PP ha dejado paulatinamente todos sus cargos, Dolores Delgado sigue aferrada a la cartera de Justicia, a pesar de haber mentido y ser la primera ministra reprobada del Gabinete de Pedro Sánchez precisamente por el contenido de unos audios en los que llamaba «maricón» a su compañero Grande-Marlaska o se felicitaba del «éxito asegurado» que suponía utilizar prostitutas para sonsacar información a personajes relevantes.

Es precisamente el contenido de estas conversaciones y el lugar en el que se grabaron, en la sobremesa de una comida en la que Delgado compartía mantel con el ex magistrado Baltasar Garzón y parte de la cúpula policial de 2009, al que se agarran en el PSOE y en el Gobierno para marcar distancias respecto al caso de Cospedal. Sin embargo, el abandono de la política de quien lo fuera todo en el PP traslada irremediablemente el foco a la que conserva su cargo en el actual Gobierno tras negar que conociera a Villarejo. Fuentes gubernamentales consideran que existe un diferencia «abismal» entre unos comentarios «absolutamente desafortunados» de la ministra Delgado, pero que no merecen ningún reproche penal, y las revelaciones relativas a Cospedal en las que se demuestra un ánimo de «obstruir a la Justicia» cuando detentaba la máxima responsabilidad –por debajo de Rajoy– en el PP en 2009 y desde su despacho en la calle Génova. Mientras, sostiene, las que afectan a Delgado son «grabaciones ilegales, de una ciudadana particular, de una comida privada de hace nueve años». Desde el PSOE tampoco se anticipan movimientos por parte de Delgado que –dicen– ya dio «sobradas explicaciones» en la comparecencia a la que se sometió a petición propia el pasado 10 de octubre en el Congreso. En todo caso, nadie está a salvo –aseguran– de que unas nuevas revelaciones puedan comprometerla de nuevo.