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El negocio de la solidaridad que no cesa: La Diputación de Huesca (PSOE) gastará 230.000 euros para construir escuelas en el desierto de Marruecos

Diputación Provincial de Huesca (Heraldo)

BD (R)/HA.- Vivimos inmersos en la representación continua de una formidable farsa que se ha dado en llamar “la Cultura de la Solidaridad” (así con mayúsculas). Esta ridícula comedia, que mortifica cualquier inteligencia medianamente exigente y ofende sin miramientos todo estómago normalmente constituido, consiste en loar polifónicamente la buena nueva de la fraternidad multicolor que ha de prohijar la era del amor eterno.

La solidaridad es una actitud moral que distingue a las personas decentes, es un sentimiento superior que enaltece al que lo profesa y ennoblece al que se ha hecho merecedor de él. No es una simple demostración superficial o convencional de simpatía, es identificación activa con un igual: la solidaridad no tiene sentido de ser con los diferentes, con los “otros”. Eso es un contrasentido, un error, un imposible, o entonces estamos confundiendo la solidaridad con la compasión, la caridad, la misericordia, la piedad que toda criatura viviente, incluso la más vil, tiene derecho a reclamar. La solidaridad sólo puede darse entre miembros de una misma especie, entre componentes de una misma familia, entre las partes de un mismo todo, entre grupos afines, entre seres que profesan una comunión de intereses, se reconocen una unidad de espíritu y participan de unos valores comunes.

La solidaridad no es esa estúpida y aberrante moda de amar y ensalzar incondicional e irreflexivamente todo lo sucio y hediondo, todo lo deforme y ofensivo, todo lo ajeno y diferente, todo lo malo y lo peor que camina o se arrastra sobre la superficie de la tierra, biblia actual de una sociedad narcotizada de propaganda alienante y ebria de eslóganes huecos que se cree (que le han hecho creer) que la solidaridad es adorar sin freno ni medida las infinitas miserias y las repulsivas lacras del Tercer Mundo y sus comarcas vecinas y a colmar de atenciones a los extraños al tiempo que se impone ignorar a los hermanos. Ya decía Rousseau: “Desconfien de esos filántropos que van a buscar lejos de su país o de sus compatriotas unos deberes que desdeñan cumplir en casa. Tal filósofo ama a los tártaros para estar dispensado de amar a sus vecinos”.

La solidaridad significa coincidencia y afinidad con aquél a quien va dirigida. No se puede ser solidario con el enemigo, el adversario, el extraño, el ajeno, o con un exponente de degradación sin cubrirse asi mismo de oprobio ni ensuciarse con la mancha indeleble de la infamía. Un acto de esa naturaleza entrañaría abdicar de la propia estatura como consecuencia de un impulso indigno y un gesto equivocado. Toda vez que los valores son expresiones del espiritu, si los valores se corrompen es porque el espíritu está corrompido. Este es el verdadero sentido de la solidaridad actualmente en boga: una perversión espiritual, una aberración moral.

Esta equivocada solidaridad es el síntoma de una profunda tara intelectual, la expresión inequívoca de un desequilibrio mental severo, la manifestación de una quiebra interior, de un extravío sin remedio, de una renuncia sin excusa, de una debilidad sin perdón, de una traición sin redención, de una capitulación sin honor.

La vocinglera moda de la presente solidaridad mediatizada en un derroche indecoroso de exhibicionismo farisaíco es, en la mejor de las eventualidades, una grosera impostura, y en todos los casos, un escándalo para la inteligencia humana, una afrenta al sentido común, una humillación para todo sentimiento elevado. Que esa encumbrada solidaridad sea celebrada como un valor supremo por la cultura dominante, seca, estéril e inhumana, habla a las claras de lo hundida y desorientada que está esta sociedad, aquejada de una devastadora subversión de los valores y ayuna de todo ideal verdadero, y volcada toda ella a una empresa de autosabotaje que es la prueba definitiva de la confusión en la que se halla. Tirar piedras a su propio tejado es la etapa última de la cretinidad, la firma autentificada del desvarÍo.

La mejor demostración de la falsedad de esta cacareada solidaridad es que pocas veces como hoy en España se había vivido una realidad tan huérfana de genuino hermanamiento entre compatriotas, un clima tan enrarecido de enfrentamiento entre hijos de un mismo suelo e historia, una alarmante y áspera desunión en medio de continuas llamadas al odio entre españoles (de aquellos que quieren dejar de serlo contra los que pretenden seguir siéndolo), habiendo llegado a un grado tal de indiferencia e insolidaridad, cuando no de abierta hostilidad entre españoles de toda clase y condición, que vuelve risible y despreciable toda pretensión y exhibición de “buenas intenciones”, “amor al prójimo” y filantropía gaseosa: un festival de hipocresía travestida de ideales superiores, que es una de las peores plagas de nuestro tiempo.

Mientras la patria común amenaza ruina y nuestra casa se tambalea sobre sus cimientos corroídos por el veneno de la sedición, fuera arrecia con alegre incosnciencia e insultante descaro la ruidosa cantinela de la solidaridad, el canto de todo lo extraño, la alabanza de todo lo enemigo, la exaltación del mal que nos aqueja y que nos habrá de llevar a la catástrofe.

Diputación Provincial de Huesca

Un total de 32 proyectos de distintas organizaciones sociales con sede en la provincia son los que se desarrollan con las ayudas de Cooperación al Desarrollo aprobadas por la Diputación Provincial de Huesca, según cuenta Heraldo.

Estas van a parar principalmente a las regiones “más deprimidas socialmente” y, tal como sostiene la responsable de Derechos Sociales, Susana Blanes, “cubrimos prácticamente todos los continentes y también muchas áreas como puede ser la educación, salud, vivienda, saneamientos de agua, o temas de nutrición e infancia”, en referencia a los ámbitos que se atienden con una partida económica de 230.000 euros.

Estas ayudas de la DPH, que llegan a cerca de cuarenta zonas de diferentes países, se destinan también a llevar agua potable allí donde todavía no tienen acceso con proyectos en dos poblaciones de Mali, una región rural de Etiopía y varias comunidades de Togo en un proyecto que ya va por su octava fase. Detrás está el trabajo de la asociación Guemoukouraba, la Fundación Canfranc y Manos Unidas.

En el norte de África se atienden las necesidades educativas con los proyectos de Imagine en tres escuelas del desierto de M´hamid, al sur de Marruecos, y en los campamentos saharauis de Tindouf donde desarrolla su labor Alouda, además de ver cómo se crea una casa de acogida para personas con discapacidad funcional en Tánger, iniciativa que lleva desarrollando Cruz Blanca desde 2016.

La financiación que llega cada año de la Diputación de Huesca ofrece continuidad a proyectos como el de reconstrucción y equipamiento de tres centros de salud rurales que está llevando a cabo la CCONG Ayuda al Desarrollo. En concreto, actúa en Kohogo (Burkina Fasso), y en Yavá. El proyecto en Guinea Conakry tiene previsto abrir un dispensario en Namalú, un pequeño pueblo aislado en plena selva en el que residen unas 700 personas. Ya se ha acometen los últimos trabajos en las instalaciones en los tres territorios donde a partir de febrero comenzarán las sesiones de sensibilización.