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El paro recae en noviembre

Observamos con cierta sorpresa que a pesar del tirón que han tenido en el consumo las campañas previas a la Navidad, las cifras de desempleo del mes de noviembre han sido mucho peor de las esperadas.

Sin duda, el dato más importante y a la vez más negativo, ha sido la caída de 47.449 afiliados a la Seguridad Social, retrocediendo hasta los 18.945.624 afiliados, un dato el del mes de noviembre que prácticamente multiplica por cuatro la caída de 2017.

Aunque el número de desempleados sí que ha mejorado, reduciéndose en 1.836 personas, tenemos que analizar como a pesar del black Friday y del crecimiento económico hemos obtenido estos datos en el mes previo a la Navidad.

Uno de los principales retos de nuestra economía y por lo tanto del empleo es saber, cuando seremos capaces de llegar a recuperar los niveles de 2007. A punto de completar cinco años de crecimiento económico consecutivo después de la peor crisis de las últimas décadas, tenemos el tercer nivel más alto de desempleo en la OCDE y el segundo más alto en la zona euro, por detrás de Grecia.

Debemos mirar el año 2019 con cautela, las altas tasas de desempleo que sufrimos en España no son sólo el resultado de la crisis. Estructuralmente o de forma persistente a través del tiempo, España tiene sistemáticamente un mayor nivel de desempleo que sus socios europeos. En el momento del crecimiento máximo de la economía en 2007 (segundo trimestre), el desempleo alcanzó su nivel más bajo con un 7.9%. Dado lo anterior, y teniendo en cuenta el deterioro sufrido el tejido productivo de España con la crisis de los últimos años, podemos considerar que el nivel de desempleo estructural está alrededor del 10% y la población activa máxima, sin inmigración masiva es difícil que supere los 20 millones.

Como estos son objetivos necesarios, conviene revisar cuál es la situación actual de nuestro mercado laboral, más allá de las cifras, cuáles son las causas y consecuencias de sus movimientos principales y qué podemos esperar en los próximos dos años, que podrían seguir siendo de importancia económica.

Sin duda, los últimos cinco años han sido muy positivos para la economía y el empleo, al menos en cifras ya que hemos estado aumentando el ritmo de creación de empleos cada año hasta alcanzar un promedio de 500.000 empleos por año. Así, en media década, España ha regresado a la cabeza en la creación de empleo en Europa con más de dos millones y medio de afiliados a la Seguridad Social.

Sin embargo, si observamos otros indicadores cuantitativos (el cálculo del total de horas trabajadas, horas extraordinarias, salarios, entre otros) y los indicadores cualitativos, vemos que el mercado laboral español ha sufrido una profunda transformación que en muchas capas de la población activa no ha experimentado una mejoría real, sino que ha reforzado otro de los problemas endémicos en nuestro mercado, que es la dualidad entre contratos fijos y temporales, ganando terreno cada año los contratos temporales frente a los indefinidos.

En términos generales estamos creando un empleo más inestable y que no da a los trabajadores la posibilidad de hacer planes a largo plazo, estamos mudando hacia un sistema en el que el trabajador es contratado para un proyecto determinado con un principio y un fin, y en general los profesionales entran en modalidades de contratación donde no se paga por su tiempo, sino por su trabajo efectivo.

A este fenómeno, está contribuyendo que hay sectores como la banca y el sector eléctrico, que tradicionalmente han creado un empleo estable y bien remunerado, están destruyendo empleo mes tras mes. Esto no es una coincidencia, porque son ejemplos de la necesidad de ajustar tanto las fuerzas de trabajo como los salarios al nuevo entorno productivo que ha producido la digitalización y la tecnología.

Por otro lado, los salarios han comenzado a aumentar más lentamente y más tarde que la recuperación del empleo. El aumento se concentra especialmente en multinacionales y grandes empresas, pero se mantiene estancado o incluso cae en el resto de la economía. Por ejemplo, en los diez últimos años el sueldo de los jóvenes ha caído un 15% según datos del Instituto Nacional de Estadística.

A falta de mejoras significativas en la productividad, es improbable que los salarios aumenten con mayor intensidad, dado que a medio y largo plazo los salarios no pueden aumentar permanentemente por decreto (como ha sucedido esta vez), sino a través de una mejora sostenida en el tiempo de productividad por puesto de trabajo.