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¿Hasta cuándo la violencia izquierdista? Psicópatas que defienden la dialéctica de los puños y las pistolas atacan a españoles decentes

Carlos Aurelio Caldito Aunión.- A finales del siglo XIX se creó en España un grupo violento, de agitadores y represores con el nombre de “la partida de la porra”, según cuentan las crónicas, la partida de la porra estaba al servicio del Partido Progresista Español (“LIBERALES”) y empezó a actuar hacia 1870, supuestamente para defender al monarca Amadeo I.

Este grupo de energúmenos estaba dirigido por el periodista y empresario teatral Felipe Ducazcal Las Heras (1849-1891) y lo formaban unos treinta individuos, cuya actividad consistía en destrozar las redacciones de los periódicos de la prensa opositora (alfonsinos, moderados, carlistas), boicotear y disolver por la fuerza las reuniones de los partidos políticos moderado y carlista, cantando el Trágala (Canción con que los liberales españoles se burlaban de los absolutistas en el siglo XIX), dar palizas a los líderes destacados de los mismos y amedrentar a los electores contrarios al Partido Progresista, para lo cual no dudaban en apedrear los cristales de sus casas o las farolas cercanas a ellas, entre otros procedimientos, a veces con la cooperación e incluso con la complicidad de las autoridades civiles… A semejanza de la partida de la porra madrileña surgieron otras en las ciudades más populosas de España, con idéntico propósito represivo.

Salvo contadísimas excepciones, las partidas de la porra que en España ha habido, siempre se han autodenominado “progresistas”, de izquierdas, y decían combatir a los “enemigos del pueblo”.

Demos un salto en el tiempo: en la década de los 70 del siglo pasado, se creó en España un grupo parapolicial, también de agitadores y represores, con el nombre de Guerrilleros de Cristo Rey, obviamente, su objetivo era contrarrestar y combatir a los movimientos antifranquistas que iban apareciendo fundamentalmente en el ámbito universitario.

Como consecuencia de sus acciones resultaron muertas unas 66 personas, desde militantes de ETA hasta abogados laboralistas de izquierdas (la «matanza de Atocha») o sindicalistas de la CNT (Caso Scala), pasando por los carlistas asesinados en 1976 durante los denominados sucesos de Montejurra, y ciudadanos que no tenían ninguna relación con la política.

Estas “partidas de la porra” estaban formados por elementos civiles, policías y militares, todos ellos partidarios del régimen del General Franco. Los grupos tuvieron vínculos más o menos estrechos con organizaciones terroristas neofascistas europeas y del otro lado del Atlántico. Su objetivo era eliminar a quienes consideraban «enemigos de la Patria» y torpedear la denominada “transición”.

Después del fallido golpe de Estado del 23-F de 1981 fueron disolviéndose, el año siguiente ya habían desaparecido.

Son muchos los que afirman que, posiblemente algunos antiguos militantes de los Guerrilleros de Cristo Rey fueron utilizados para crear los primeros Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL), utilizados en la lucha “ilegal” contra el terrorismo vasco por el Partido Socialista Obrero Español.
Demos otro salto en el tiempo:

Pablo Iglesias Turrión promueve el partido comunista “Podemos”, y desde el primer instante, actuando con absoluta impunidad, sus militantes y simpatizantes realizan actos de sabotaje, represión, boicots, o como ellos los denominan: “escraches”, casi a diarios; llegándose a tal punto que pocas son ya las universidades, o colegios profesionales, o asociaciones en los que sea posible disertar refutando el pensamiento único políticamente correcto. Nadie se atreve casi a invitar o acoger a personas que supongan un reto para la partida de la porra podemita, todo el mundo intenta no sufrir sus iras, o acabar silbados, insultados, zarandeados, escupidos… Raro es el evento que organice gente que, los comunistas que dirige Pablo Iglesias, hayan señalado como adversarios o “enemigos del pueblo”, en el que los intervinientes no tengan que acabar saliendo por la puerta trasera, escoltados por las fuerzas de seguridad.

Podemos se ha convertido en “la partida de la porra”, en “guerrilleros liberticidas” y campa por sus fueros, e impide toda clase de actos de que quienes discrepen de sus postulados.

Han sido tantos los altercados, los actos intimidatorios a lo largo de los años que, darían para escribir un libro. Raro es el día que no se hacen notar. Incluso sus líderes en el Congreso de los Diputados adoptan actitudes macarras y matoniles.

Y, como era de esperar, desde que Pablo Iglesias y sus secuaces forman parte del gobierno frentepopulista, apoyado por separatistas y etarras que, encabeza Pedro Sánchez, su actitud matonil se ha acentuado enormemente. Y ya, el remate del tomate ha sido que españoles decentes que, hartos del mal hacer, de la desidia, del desgobierno, de la negligencia criminal de Sánchez e Iglesias, en la gestión de la pandemia del coronavirus, hayan tenido la osadía de salir a las calles de toda España a protestar y exigir que el gobierno sea destituido.

Era de esperar que más tarde o más temprano, pese a la capacidad anestésica, narcotizante de la que, hasta ahora ha sido capaz el gobierno de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, durante el arresto domiciliario debido a la pandemia del coronavirus que, ya dura más de dos meses, mucha gente se haya acabado echando a la calle y saltándose barreras que hasta ahora eran casi impensables.

También era de esperar que, a río revuelto, azuzados por Pablo Iglesias y compañía, gente autoritaria, totalitaria que, se erige en “vanguardia revolucionaria”, energúmenos que se arrogan la representación de la mayoría que, considerarán legítimo el uso de la fuerza, de cualquier clase de estrategia de tipo coercitivo, y cuyas soluciones son fórmulas añejas, ya sobradamente fracasadas, que se resumen en más Estado, más burocracia, más impuestos… consideren contra-revolucionarios a todos aquellos que osen oponérseles, enemigos públicos que “han declarado la guerra a las mayorías sociales del país” y por lo tanto merecen ser castigados.

Se recolecta lo que se siembra y Pablo Iglesias lo sabe sobradamente, es por ello que, emulando a los marxista-leninistas de quienes dice ser heredero, que en la Segunda República no se privaban de amenazar a sus adversarios, incluso de asesinato, tal cual hicieron con el líder de la oposición, Calvo Sotelo; trate en estos días de amedrentar a sus adversarios y empuje a sus seguidores a acosar, vejar, violentar, apalizar a quienes osen rechistarles.

No es exagerado decir que los actos intimidatorios de los seguidores de Pablo Iglesias y Pedro Sánchez recuerdan a las acciones de las “partidas de la porra” y las de los Guerrilleros de Cristo Rey de los últimos años del franquismo y primeros de la democracia.

Lo único que ha cambiado respecto de los años de la llamada “transición” es el sentido de las acciones totalitarias y liberticidas, si entonces los victimarios eran de “extrema derecha” y las víctimas de “izquierda”, ahora es al contrario… pero su mentalidad y sus métodos son idénticos.

Claro que quienes estén suficientemente informados y formados, y no sean víctimas de las “leyes educativas progresistas”, saben sobradamente que el fascismo, el nazismo, el estalinismo y todos los totalitarismos poco o nada se diferencian, ni en sus principios, ni en sus objetivos, y menos en sus formas de actuación, sea en el camino hacia el poder o una vez alcanzado.

Y nadie hace nada por impedirlo, o castigar a los culpables, y más cuando se pavonean y jactan sin tapujos de sus hazañas.

De momento sus “razzias” no son del calibre de las que emprendían los Guerrilleros de Cristo Rey durante los años 70, aunque ya han pasado a la agresión física cuando salen de cacería. Pero, salvo que la autoridad competente les ponga freno, aplicando la Constitución y las leyes, y especialmente la ley de partidos, por desgracia la cosa puede acabar yendo a mayores, todo es cuestión de tiempo.

No puedo terminar sin señalar que, los que pretenden erigirse en los nuevos gestores de la moral colectiva y decidir acerca de todo lo que nos concierne y, por supuesto, destruir nuestra actual forma de vida, generalmente son gente ignorante, aparte de golfos, gánsteres, mafiosos, estalinistas y fascistas (al fin y al cabo apenas tienen diferencias, aunque su ignorancia les lleve a “pensar”, es un decir- pues dudo que piensen- que, son diferentes e incluso son alternativa unos de los otros). Los que pretenden erigirse en los nuevos gestores de la moral colectiva, son gente cobarde que se esconde en el anonimato, y actúan cuando van en manada, y lo último a lo que están dispuestos es a un debate abierto, con público. Es por ello que ponen todo su empeño en que no haya debates, ni libre exposición de ideas, etc.

¿Hasta cuándo tenemos que soportar a la izquierda macarra, maporrera que actúa con completa impunidad que, incluso cuenta con el aplauso entusiasta de algunos jueces y fiscales y el silencio cobarde y cómplice del gobierno?

¿Hasta cuándo hay que aguantar su actitud violenta, vejatoria, sus modos mafiosos hacia todo aquel que no comulga con sus ideas y acciones?

Sí, estamos hablando de esa gente de izquierda que se solidariza con los terroristas vascos y terroristas de toda clase y les muestran comprensión y apoyo, e incluso les desean los mayores éxitos, y reclama para ellos libertad de expresión, de manifestación e incluso la posibilidad de que concurran a las elecciones y estén presentes en las instituciones.

Sí, estamos hablando de esas gentes que llevan décadas fomentando la ignorancia y el odio, desde que se hicieron dueños de todos, o casi todos, los centros de enseñanza -desde el parvulario a la universidad- así como de los medios de información y creadores de opinión, y que han llegado con intención de quedarse, y no paran de jactarse, pavonearse, gloriarse de ello.

La izquierda mostrenca y mamporrera siempre dirá que hay “violencias” y VIOLENCIAS, y que la que ellos practican es “revolucionaria”, y por lo tanto, legítima.

Y ya para terminar: han sido muchos los “pensadores” que han afirmado que, generalmente la maldad acaba triunfando, se acaba imponiendo, porque la gente buena no hace nada para evitarlo, se pone a silbar, o mira para otro lado, o se cruza de brazos.