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Este es Ignacio Echeverría, el último héroe español

Ignacio Echeverría

Ignacio Echeverría nació en El Ferrol, ya que su padre, Joaquín, ingeniero, estaba destinado entonces en la central térmica de Endesa en A Pontes, donde la familia residió hasta que él cumplió los ocho años. Su madre, Ana, es abogada como él. Tenía cuatro hermanos, todos de espíritu cosmopolita, repartidos en las ciudades de Londres, París, Madrid, Santo Domingo…

«Soy abogado en España y obtuve una licenciatura en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y una Maîtrise en Droit por la Université Panthéon Sorbonne, Paris 1, habiendo cursado mis estudios tanto en España como en Francia», escribió Ignacio Echeverría Miralles de Imperial en su curriculum vitae, orgulloso de lo que había conseguido. Desde hacía tiempo había tenido en la mira luchar contra el blanqueo de capitales. Y lo había conseguido con una hoja de vida excelsa. Se graduó de abogado en el año 2002 por esas dos reputadas universidades. Comenzó sus labores como pasante en el estudio alemán Dr. Kreuzer & Coll. Para ello le ayudó el dominio de cuatro idiomas: inglés, francés, alemán y español. Duró siete meses, hasta mayo de 2003. Migró después a un despacho español. A la par iba perfeccionando sus saltos en skate: sus ollies, brincos en 360 grados

Pasó un par de años como trabajador público, entre 2003 y 2004, trabajó como técnico de comercio exterior de la Comunidad de Abril en Bélgica. Después como asesor de la Agencia Tributaria. Ya destacaba por llevar Expansión bajo el brazo, a veces Cinco Días, y The Economist, Financial Times y The Wall Street Journal, en papel siempre que le era posible. Desde 2006, que entró en el ABN Amro, se imbuyó en el mundo de la banca privada y no salió de allí. Quería luchar contra las barbaridades del sistema desde dentro. Pasó a la filial de Natixis en España, hace una década, donde comenzó su lucha contra la financiación del terrorismo.

Deslumbró en su entrevista de trabajo con el Banco Popular, en 2009 [el que esta semana ha sido comprado por un euro por el Banco Santander y entonces una entidad con enorme reputación]. Le fichó Rafael Duarte, entonces directivo de esa entidad y hoy alto cargo de Bankinter. «No quiero decir nunca que era su jefe. Era un amigo. Él fue un experto en crimen financiero. En adaptar las normativas europeas de lucha de capitales. Siria, Irán, Libia, Qatar… sabía de todo». Cuenta que era común verlo dentro del banco con su skateboard que dejaba debajo de la mesa. «Cuando acababa el horario, se quitaba la americana y se ponía de urbanita… Y a vivir. Porque el siempre fue eso. Vital». Tenía en la mochila, además, lector incansable, un par de libros.

Ignacio Echeverría, ética por encima de todo

Luego fue contratado por el banco de origen libio Aresbanc, julio de 2012, donde profundizó en los entramados societarios que usaban los grupos yihadistas para colar su dinero en los grandes bancos. Él vigilaba las operaciones que se realizaban desde Irán, Yemen o Arabia Saudí e incluso llegó a viajar a Argelia en varias ocasiones. Sus informes eran irreprochables, pero una discusión con un directivo de la entidad le llevó directamente a la cola del paro en julio de 2015.

Porque Ignacio no sólo era capaz de plantarle cara a un terrorista, sino también a altos directivos. «Su trabajo era ser como un policía dentro del banco y le tocaba luchar contra gente que quería ganar dinero haciendo transferencias dudosas», cuenta un excompañero. «Su opinión la mantenía a pesar de las presiones», completa Duarte. «Su rectitud y su concepto de la ética me constan»…

El treintañero permaneció en las listas del INEM siete meses. Mientras echaba currículums en una banca aún en crisis en España, pasaba las tardes entre los skateparks de Boadilla, Las Rozas y Tetuán. «Como tenía coche nos íbamos moviendo. A nosotros siempre nos llevaba porque no teníamos ni carné», cuenta un skater. Permanecía siendo su escapatoria, especialmente en aquellos meses de transición.

En 2016, finalmente encontró trabajo tras un proceso de selección durísimo de tres meses con entrevistas individuales y grupales y tests psicotécnicos ingresó en uno de los bancos más punteros del mundo: el HSBC (The Hong Kong and Shanghai Banking Corporation). Es 2016 y este banco lleva varios años recibiendo serias acusaciones, especialmente tras el escándalo Falciani, que desveló una magna evasión fiscal a nivel mundial. Y más. En 2013, por ejemplo, recibió una multa de 1.470 millones por blanqueo de capitales. «El mayor banco de Europa lavó dinero de la droga, Irán, Siria y Arabia Saudí«, decía el senado de EEUU. Fue acusado de dar cobertura a organizaciones terroristas que blanquean a través de sus operaciones financieras. El HSBC decide que es hora de cambiar de rumbo. Aumenta su equipo de analistas expertos en money laundering (blanqueo de capitales) y ficha a Ignacio por un sueldo que rondaba las 60.000 libras al año. A él le gusta el reto, sabía de lo sucedido y era consciente de su gran oportunidad. Su trabajo comenzaba a las ocho y media de la mañana en la oficina londinense de Park Street….

Así describía el propio Ignacio su misión, su combate desde su monitor de 19 pulgadas: «Trabajo en Londres como analista de prevención de blanqueo de capitales en un departamento de HSBC que elabora modelos de prevención del crimen financiero. Trabajo específicamente en el modelo de riesgo país y de riesgo cliente para la prevención del crimen financiero«. Su papel era similar al que realiza la joven auditora que contrata la CIA en la serie Homeland que desgrana a la perfección la colaboración que existía entre grandes bancos y organizaciones yihadistas.

Uno de los compañeros de Echeverría profundiza en lo que hacía en el HSBC: «Era como un auditor que buscaba identificar y evitar que el banco se vea involucrado en una operación fraudulenta cuyos fondos provengan actividades ilícitas como falsos cheques, tarjetas falsas, compañías tapadera… Cada vez que alguien quería hacer una operación bancaria él hacía un screening«. Esto es revisar desde su ordenador todos los datos de la persona u organización que operaba con el banco.

«Son movimientos de cientos de millones de euros, y las bandas terroristas usan mil argucias para intentar blanquear dinero a través de nosotros. Él era quien tenía que parar esas prácticas y se puede decir que él ya combatía el terrorismo desde el banco al dedicarse a la prevención de blanqueo, prevención de financiación de estos grupos criminales vía el sistema financiero internacional, pagos a empresas fantasma o puente con actividad no reconocida que podrían estar ligadas a la compra venta de armamento ilegal, narcotráfico, etc. Vigilaba que las transferencias no fuesen a países que están en nuestra lista negra como Irán, Myanmar, Libia, Siria o Irak», comenta este empleado.

Lo peor de este empleo para Ignacio, que le llenaba laboralmente y que era un reto de los que le hacían ilusión, era que se alejaba de los suyos, de los que tenía tanto dentro. De sus amigos skaters, de su idolatrada familia. Porque él no tenía el espíritu de un ejecutivo agresivo. No había impostura en él. Ni relaciones interesadas. Él era de su gente de toda la vida.