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Jaume Vives | Los niños de TikTok

Proliferan en redes sociales vídeos de niños ―entre 16 y 50 años―  (sí, niños, ha leído usted bien), hablando de su sexualidad, su orientación, sus apetencias, sus gustos sexuales y los pronombres que deben usarse para referirse a ellos.

La mayoría de las veces los vídeos te llegan con un objetivo claro: la mofa. Pero lo que me preocupa es que cada uno de esos niños tiene su propio canal, donde miles de seguidores lo que hacen no es mofarse de ellos sino aplaudirlos.

Y no es que la mofa sea la respuesta correcta, pero menos lo es el aplauso. Son niños con un evidente problema, cargan con una mochila hasta los topes de heridas y, en nuestra sociedad, ya putrefacta y decadente, han encontrado el caldo de cultivo perfecto para dar rienda suelta a sus trastornos, manías y delirios, y encima ser aplaudidos.

En otra época, profesores, padres y compañeros habrían convenido en que lo mejor sería un tratamiento eficaz para sanar las heridas; hoy, cuanto más particular sea el delirio, mayor es el aplauso, vistiendo de valentía lo que no es sino reflejo de una herida descomunal. Una herida que afecta hasta a la propia naturaleza, instalando al niño en una ficción que no hará sino destruirlo a medida que avanza.

A algunos de estos niños se les invita a tertulias, son colaboradores habituales de programas en horario de máxima audiencia y, en no pocas ocasiones, los políticos se acercan a ellos para conseguir esa imagen tan buscada hoy de apertura a lo nuevo, de tener la mente abierta y de tolerar las nuevas realidades. Aunque lo nuevo sea una bazofia, en la mente abierta muchas veces solo entren tonterías y las nuevas realidades no sean sino actualizaciones de viejos infiernos.

Encumbrando a estos niños con evidentes problemas están señalando a otros miles de niños cuál es el ejemplo a seguir y, ese encumbramiento, además de ser fatal para el protagonista, es una injusticia para el niño que, lejos de parecerse a esos niños de TikTok, poco a poco va normalizándolos, como si lo suyo fuera una opción más y no algo a sanar.

Ahora hay muchos jiji jaja, pero el futuro de los niños de TikTok no está en Twitter, está en unos bajos sin luz, sucios y desordenados, con alcohol y drogas, mucho sexo ligero y ningún vínculo fuerte. Si la respuesta a sus delirios es el aplauso, el futuro que les espera es desolador. Gris y húmedo.

Y cuando dentro de unos años estén solos en ese tabuco desangelado de veinte metros, los aplausos y las risas seguirán resonando en sus oídos, pero maldecirán a quienes nos mofábamos (y no les tendimos una mano) y, sobre todo, a quienes les aplaudían o se los colgaban como medallas y les empujaban hacia su perdición.