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La plaza rojigualda

En pañuelo, en banderín, en banderas grandes medianas y pequeñas, pendientes, pulseras y hasta collares de perro. La rojigualda fue la protagonista absoluta del llenado de la manifestación de hoy en Colon. Desde primera hora de la mañana, de todos los barrios de Madrid salían vecinos de sus casas con la bandera en la mano camino de color. En las carreteras las lucían quienes entraban en la ciudad con la misma intención.

Aún no eran las once y ya no se podía circular con rapidez por Colón y su entorno. A media hora del comienzo del acto una riada de centenares de personas bajan por la calle Génova y se agolpaba junto a la fuente, ocupando los parterres y balanceándose al borde de la lámina de agua.

Unos cuantos bien situados en las esquinas de la plaza hacían su agosto vendiendo banderas en todos los formatos. En la sede del Partido Popular en Génova repartían gratis la rojigualda ante una cola incesante de manifestantes. Palos de escoba eran usados como improvisados mástiles y alguno incluso uso una caña de pescar para elevar su bandera por encima de los demás.

Antes de empezar el acto, los vivas a España y las reclamaciones de dimisión a Pedro Sánchez y la convocatoria de elecciones llenaban cada pocos minutos el rumor de la plaza. Las mismas consignas se repitieron a gritos durante la lectura del manifiesto y al final de la manifestación. También se agradecía la labor de la Policía Nacional y la Guardia Civil.

De hecho, el ambiente festivo se prolongó durante más de una hora después del final del acto, con jóvenes y mayores bailando al ritmo de la música. Mientras, una decena de miembros de Hogar Social Madrid trataban de llamar la atención prendiendo botes de humo junto a su otrora sede okupa en el Banco Madrid, sin que les prestarán atención los manifestantes.