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La TVE más sectaria, en caída libre

Lejos quedan los tiempos en los que Radio Televisión Española era el primer referente de calidad y entretenimiento en el espectro mediático de los españoles. Con todo, lo peor no es la acumulación de malos datos a nivel audiencia que su administradora provisional, Rosa María Mateo, reconoce sin ambages; lo auténticamente grave es el dispendio de dinero público que se está realizando –una cifra superior a los 330 millones de euros anuales– para cosechar tan magros resultados. Especialmente difícil es la situación de sus telediarios, que hasta la llegada de Mateo eran líderes; hoy en día se encuentran en tercera posición.

La responsabilidad de este hundimiento no hay que buscarla en los excelentes profesionales que desempeñan su labor dentro del ente público, cuyo saber hacer –periodístico y técnico– está reconocido como un referente de máxima calidad entre las televisiones de toda Europa. Además, difícilmente podrían tener culpa alguna los trabajadores que hasta hace muy poco han situado la programación de RTVE en la cumbre de las audiencias. Si sus telediarios han sido paradigma de rigor, un reality como ‘MasterChef’, capaz de congregar a tres generaciones de una familia en torno a un mismo televisor, ha sido un excelente –y muy reciente– ejemplo de buen gusto, entretenimiento sano y éxito auténticamente arrollador.

La objetividad que aportan las cifras –el reciente histórico de las audiencias, en este caso– deja poco espacio para las dudas. La presidencia de Mateo al frente de RTVE marca el comienzo de su actual declive, que obedece a tres causas. La primera ha sido el sectarismo, terreno donde se han vivido purgas y promociones con la ideología socialista y comunista como único criterio de promoción o defenestración; sólo los muy adictos pueden continuar viendo informativos así. En segundo lugar, la pluralidad y frescura en el ámbito de la programación se ha estrechado notoriamente para derivar hacia la parrilla gris, con escaso interés, que contemplamos hoy en nuestras pantallas. Por último, y como lógica consecuencia de las dos anteriores causas, la tensión profesional inevitablemente ha descendido dentro de RTVE. Mateo, al comienzo de su mandato, confesó que esperaba ocupar su cargo “lo menos posible” porque antes “era muy feliz”. A tenor de los datos, cabría deducir que la audiencia española antes también lo era.