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Podemos coloca como presidente del Parlamento balear a un gañán heavy y sin estudios que está en contra de la «ortografía»

El Partido Socialista Obrero Español está de los nervios desde que sus socios de comunistas de Podemos le han plantado como nuevo eje de su Pacto de Gobierno a un republicano, comunista, anticlerical, catalanista y animalista; y ahora resulta que esos son apenas los cimientos de su activismo, que ahora ha prometido apalancar para poder representar a todos los ciudadanos.

Su Twitter ha sido hasta ahora el calendario maya de la indignación: largo, indescifrable y con la vista puesta en el apocalipsis. Hay días para la República, hay días para no celebrar nada el 12 de octubre, para recordar los aniversarios de la muerte de otros activistas, o la entrada de las tropas comunistas en Berlín, con bandera en ruso y todo.

Balti es un tipo sin apenas estudios pero se erige en las redes sociales como un defensor del catalán en la escuela, e incluso se pregunta por la posibilidad de una Federación de Repúblicas catalanoparlantes.

Simpatiza con el independentismo argumentando que la señera ha casado mejor con la República. Y ha promovido una petición en change.org reclamando que se obligue a los agentes de la Policía Nacional y la Guardia Civil se dirijan a los baleares en catalán.Su defensa de la lengua autonómica podría haberse traducido como un ataque al castellano si nos basáramos en las continuadas y clamorosas faltas de ortografía que comete en todos sus muros, pero es que el catalán tampoco escapa de sus incorrecciones.

Los que defendieron su candidatura al puesto alegaban que su falta de estudios no le incapacitaba para el puesto, suponemos que confiando en que no tenga que escribir. Una de sus señas de identidad es que el nuevo presidente del Parlament no se oculta tras las redes sociales. De hecho es rarísimo el fin de semana que no tiene que salir a la calle con una pancarta, contra viento, marea y especialmente público. Su participación constante es de una heroicidad que en ocasiones roza el ridículo.

En las redes lo mismo llora la muerte de Fidel Castro, de quien se despide en Twitter con un «hasta siempre Comandante!», que se planta en el Palacio de Marivent con una bandera republicana para decirle a Felipe VI que es el sucesor de una dictadura. No es que Balti no se sienta cómodo con la actual democracia, es que duda que exista.Frecuentemente usa las redes para recordarle al Rey que no es bienvenido a la isla de Mallorca, o hace chistes poniendo bubónica por borbónica, o le llama maniquí, y a sus seguidores “lameculos”, o suelta frases del estilo: «Señor Borbón, algún dictador te dejó demasiado arraigada su semilla».

Su estética, entre el mesianismo y el heavy, coincide con los gustos musicales que comparte: Metallica, Fear Factory, Slikpnot o Enola Gay. Suele estar muy pendiente de denunciar lo que denomina expolio de la Iglesia Católica, e incluso de lanzar a sus seguidores preguntas de hondo calado teologal del tipo: “¿Y si Jesús hubiera muerto empalado? ¿Pasearíamos un hombre pinchado en un palo?”.

También está muy pendiente de la apertura de fosas comunes de la Guerra Civil, de la lucha antipetrolífera, de la lucha antitaurina, de la lucha anticapitalista, o contra la troika, o contra el Ibex 35, o contra los bancos, o contra el austericidio, o contra Rita Barberá, o contra Matas, o contra el Tribunal Constitucional, o contra una Facultad de Medicina para Baleares, o contra el PSOE de Pedro Sánchez, o contra el PSOE sin Pedro Sánchez, o contra Rajoy, o contra las actuaciones policiales en las concentraciones, o contra el TTIP o a favor de los escraches, o del pueblo saharaui, o el de Gaza, o los griegos, o los refugiados, o los inmigrantes. Su sensibilidad es infinita, y su indignación adictiva.Nunca le es tarde para recordar a los españoles que lucharon en Francia contra el fascismo, o a los últimos asesinados del franquismo, o a los primeros como Lorca, o para ponerse de perfil de Facebook una foto de la China comunista, o compartir otra de comunistas rusos ilustres dibujando una última cena.

Fuente: El Mundo