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PSOE-Bildu: Doce meses de guiños mutuos con Otegi

El «nuevo tiempo para el futuro de Navarra» que los dirigentes socialistas declararon ayer formalmente inaugurado va más allá del mero pacto con el nacionalismo que representa Geroa Bai y del aire que cobran aquellos que llevan grabado en su ADN la expulsión de lo español de la comunidad foral. El blanqueamiento al universo abertzale que implica la cesión de un puesto en la Mesa del Parlamento regional a EH Bildu también constituye el último de los gestos con los que el PSOE ha ido construyendo, desde la reconquista de La Moncloa, su siempre complicada relación con el partido de Arnaldo Otegi. Vínculo en el que se alternan, de puertas para afuera, las declaraciones duras, el veto en la negociación de acuerdos y la equiparación de Bildu con Vox, con una diplomacia de despacho más templada, en la que ambos se reconocen como interlocutores.

La moción de censura que condujo a Pedro Sánchez a la Presidencia del Gobierno propició el capítulo piloto del culebrón entre el PSOE y Bildu. Hace ahora un año, los votos de los dos diputados abertzales en la Cámara Baja se sumaron a los del grupo socialista, los de Podemos y los independentistas para finiquitar a Rajoy. Dejó claro entonces la dirección de Bildu que aquel apoyo fue «gratis» al tiempo que instó a Sánchez a no acostumbrarse a los cheques en blanco. También «gratis» llegó su respaldo a la modificación del techo de gasto que los socialistas llevaron a las Cortes. La fugacidad de este mandato y el veto de los independentistas a los presupuestos evitó que el PSOE tuviera que fajarse en una negociación voto a voto que incluyera a los de Otegi. Los 10 meses de Sánchez como presidente antes de tirar la toalla y convocar las generales en abril sí fueron suficientes para evidenciar una gran sintonía mutua en las votaciones. De las 95 iniciativas legislativas que se debatieron en el Congreso con Sánchez al frente del Ejecutivo, el PSOE y Bildu votaron juntos en 58, o lo que es lo mismo, el 61%.

En el epílogo de la legislatura, ya con las elecciones convocadas, el voto de Bildu en la Diputación Permanente fue clave para que Sánchez pudiera aprobar sus «decretazos» –alumbrados en los polémicos «viernes sociales»–, entre ellos, los relativos a la reforma del mercado del alquiler, la equiparación de los permisos de paternidad y la recuperación del subsidio a los parados mayores de 52 años. Otegi no desaprovechó la ocasión de presumir «del sinfín de llamadas» recibidas en esos días por parte de dirigentes socialistas para asegurarse el apoyo de la diputada Marian Beitialarrangoitia y de presentarse ante el electorado vasco, en plena precampaña, como el partido clave para aprobar reformas «sociales» en el conjunto del Estado. Días después EH-Bildu conseguiría en las urnas doblar su presencia en el Congreso, en donde ahora cuenta con cuatro asientos.

Fuera de Madrid, el otro escenario clave para entender estos doce meses de deshielo entre el PSN y Bildu ha sido Vitoria. Allí, tal y como reveló este diario, la secretaria general del PSOE en el País Vasco, Idoia Mendía, ha mantenido una intensa agenda de encuentros con Otegi, que actualmente trabaja como asesor de Bildu en la cámara regional. Desde allí, sin luz ni taquígrafos, dieron forma a su relación de doble cara. Palo en público. En privado, la zanahoria de la legitimidad y blanqueo, que supone una más de las pequeñas victorias que Bildu se ha ido apuntando en estos meses.