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Sánchez se hunde en su propio maquiavelismo

El motivo de ser de las campañas electorales es el intenso contraste de ideas para que los ciudadanos puedan decidir con suficientes elementos de juicio quién les representará en la próxima legislatura. En esta campaña vemos a Pedro Sánchez actuar de forma exactamente contraria a la descrita. Su objetivo es pasar desapercibido y que el hundimiento de Podemos refluya hacia el PSOE, y poco más. Por supuesto, nada de entrar en su política de pactos postelectorales. Tema espinoso donde lo haya, del cual mejor evadirse con generalidades.

Y de esta posición deriva su plantón a los debates. Primero se negó a celebrar un cara a cara con el líder de la oposición, Pablo Casado. A una propuesta lógica y normal, Sánchez, sin embargo, respondió que no; demasiado foco sobre sus ideas y sobre su persona; demasiada claridad de la que sería imposible escapar. Acto seguido, se avino a un debate a cinco en Atresmedia, Vox incluido. Disimularse en el ruido ambiente mientras acusaba a Casado, Rivera y Abascal de formar lo que el PSOE llama el “trifachito” era, sin duda, una opción interesante; pero la Junta Electoral vetó a Vox y toda la estrategia se vino abajo. El siguiente paso: irse corriendo a TVE –una cadena de menos audiencia y sobre la que Sánchez tiene el control– y esperar que los otros tres candidatos dócilmente le hicieran caso.

El problema para Pedro Sánchez es que toda paciencia tiene un límite y que España es una democracia; un régimen de normas y procedimientos donde el dictamen de los ciudadanos es libre y soberano. ¿Realmente ha creído que detentando su actual cargo, la Presidencia del Gobierno de España, podía volar bajo el radar de la opinión pública y, al mismo tiempo, retorcer hasta el límite las más elementales reglas de una campaña? Todo maquiavelismo es en esencia erróneo, porque piensa que la conciencia puede llegar más lejos que la realidad, y no; al final la realidad, el peso de las cosas, acaba siempre por imponerse. Y esto es lo que le ha pasado a Sánchez; a su liviano manual de Maquiavelo for dummies se le han acabado las páginas en vivo y en directo, antes de que lleguemos al día 28. Más grave es otra cuestión de fondo. ¿Qué planes alberga Sánchez para rehuir con semejante intensidad cualquier debate sobre sus ideas y alianzas?