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Éstos son los abismales cambios socioeconómicos que va a traer la realidad aumentada

Con un progreso tecnológico que ha alcanzado una evolución casi exponencial, no es de extrañar que en nuestro entorno (y en nuestra propia vida del día a día) vayan surgiendo nuevas tecnologías que cambien para siempre nuestra forma de trabajar, de relacionarnos, de movernos por la ciudad, de viajar… Y así hasta completar un largo etcétera cuyo único límite es nuestra imaginación, porque lo cierto es que, técnicamente, la mayor parte de las veces la realidad (y también la virtual o la aumentada) supera a la ficción.

Pero hay cambios y cambios, y por ejemplo una cosa es empezar a interactuar más por Whatsapp y menos en vivo y en directo, y otra cosa es interiorizar otro tipo de cambios mucho más profundos y existenciales. La realidad aumentada es uno de esos cambios revolucionarios que va a cambiar para siempre nuestro mundo y… también incluso a nosotros mismos.

Realidad Aumentada vs. Realidad Virtual

Empezaremos simplemente clarificando algunos conceptos básicos como la Realidad Virtual, la Realidad Aumentada y la Realidad Mixta, para mejor comprensión de los menos puestos en el mundo más “techie”. La Realidad Virtual (o “VR” por sus siglas en inglés) es la creación e inmersión del sujeto en un mundo recreado por un ordenador, en el que, gracias a unos dispositivos (gafas de VR, plataforma deslizante, guantes táctiles, etc), se puede visualizar e interactuar con personas y objetos que existen sólo de forma virtual, aunque por ejemplo podamos interactuar con otra persona real que también tenga un “yo” virtual dentro de nuestra simulación.

Esos personajes virtuales que representan en el mundo artificial a una persona real que los maneja, se les denomina “avatar”, y con ellos uno puede permitirse el lujo de elegir otro “yo” que se adecúe a unos gustos y preferencias que la naturaleza no nos ha querido (o podido) otorgar. Como ocurre muchas veces, la ciencia-ficción va en este campo muy por delante nuestro, y ahora sólo estamos empezando a ver hechos realidad avances tecnológicos en VR que el género literario y cinematográfico ya imaginó hace décadas.

Dos icónicos exponentes de VR llevados a la gran pantalla son por ejemplo aquella épica primera parte de “The Matrix” estrenada a finales de los años 90, y que supuso una rompedora distopía que ha incluso dado origen a corrientes filosófico-científicas que especulan con la posibilidad de que todos estemos viviendo en realidad en una gran simulación informática. Como ven, el tema no va sólo de ciencia-ficción, sino que puede tener sus implicaciones reales (o debería decir virtuales) en nuestras vidas. Y no sólo en nuestras vidas, sino también en nuestras economías, porque desde estas líneas también hemos escrito especulando sobre las grandes ventajas que podría suponer para un ente superior que todos estemos en realidad viviendo en una colosal simulación socioeconómica al estilo “The Matrix”.

Otra cinta cinematográfica que se sumerge de lleno en la VR es la más reciente “Avatar”, en la que, desde un punto de vista más fantasioso, aborda la dualidad del futuro entre el mundo real, el mundo virtual, y el personaje humano intermedio que se mueve en uno u otro mundo. Realmente, en el momento en que la VR sea tan realista como la propia realidad, no duden de que aflorarán nuevas afecciones psiquiátrico-psicológicas por las que podamos no llegar a distinguir una de otra, o simplemente queramos quedarnos a vivir en un mundo virtual que (casi) siempre va a estar más diseñado a merced de nuestros gustos y deseos.

No crean que la VR hoy en día no avanza a buen ritmo, teniendo opciones reales de algún día efectivamente ser capaz de sustituir totalmente a la realidad. De hecho, se han hecho recientemente importantes avances en un campo que limitaba mucho la VR, y que era que, cuando el sujeto se mueve, por mucho que sus acciones tengan lugar en el mundo virtual, su cuerpo está moviendo los brazos y andando desplazándose por el mundo real que le rodea, y con el que inevitablemente acaba chocando físicamente en algún momento. El avance logrado para solventar este problema ha tenido que ver con el biohacking, y se basa en cómo funciona su cerebro, aplicando el mismo efecto por el que usted mirándose al espejo nunca va a poder verse a sí mismo moviendo los ojos, sino que verá sus propios ojos ya en su posición final. Este «hack» biológico puede ser explotado para engañar a su mente y que crea que usted se ha movido en el mundo virtual, pero en el real no lo haya hecho.

Y por otro lado tenemos la Realidad Aumentada (o “AR” por sus siglas en inglés). La AR es simplemente la capacidad de añadir y superponer sobre una visión del mundo real una capa de datos virtuales que aporten información añadida sobre las imágenes reales. También ha habido películas muy famosas que ya a principio de los noventa introdujeron estos futuros avances que hoy vemos hechos realidad. Así, por ejemplo, la película “Terminator” mostraba un robot que tenía una práctica visión del mundo humano en el que salían cifras, números y datos por todas partes que complementaban su visión, para mayor capacidad mortífera de sus acciones.

Por último, tenemos la Realidad Mixta, que pretende combinar lo mejor de ambos mundos, mostrando tanto objetos reales como virtuales en escenarios también con parte de real y parte de virtual. Y se puede interactuar a un tiempo con unos y otros objetos.

Las “Google Glass” fueron la primera gran incursión con vocación masiva en el mundo de la AR

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Hoy en día, y ya pasando del terreno de lo imaginado a lo realizable, vimos hace tan sólo unos años cómo Google apostó fuertemente por un futurista dispositivo de AR que pretendía que se volviese de uso masivo: las famosas “Google Glass”. Aquel dispositivo era realmente disruptor, pero acabó siendo un sonoro fracaso y fue dado de lado por Google. Entre los problemas a los que las “Google Glass” se enfrentaron, algunos de los más graves no tenían que ver precisamente con temas técnicos. Realmente, las “Google Glass” iban a cambiar nuestro mundo, pero nuestro mundo todavía no estaba preparado para los cambios que este dispositivo introducía.

Así, en las grandes y más avanzadas urbes como “Nueva York” en las que se empezó a ver con relativa frecuencia personas que usaban aquellas primigenias “Google Glass”, la gente en general empezó a sentirse muy intimidada en cuanto tenía cerca a uno de los “Glassholes”, tal y como despectivamente se denominaba a los portadores de estos intrusivos dispositivos, con una fonética muy similar al conocido insulto anglosajón. La realidad es que no eran unas reticencias injustificadas precisamente, puesto que estar en presencia de un dispositivo así les permitía a terceros grabar imágenes en cualquier momento de ti, de tus hijos, de cualquier cosa que hagas que debería mantenerse en la intimidad, etc etc.

Con unos pocos y asequibles complementos tecnológicos adecuados, este dispositivo podría haber llegado a permitir incluso que, automáticamente, cualquier desconocido que te cruzases por la calle supiese casi todo de ti por reconocimiento facial y usando algunos programas informáticos. Esta distopía hecha realidad quedó evidenciada tras un preocupante experimento realizado en las calles de Nueva York, por el que con un equipo muy asequible y algo de conocimientos técnicos, cualquiera podía tener su propio sistema de hiper-vigilancia. Las consecuencias reales en nuestras vidas y sobre nuestra intimidad de aquella Realidad Aumentada eran ciertamente inquietantes (aparte de no consentidas), incluso para los más “techies”. Se abría ante nosotros un nuevo mundo sólo a la altura de las distopías más imaginativas de la popular serie televisiva Black Mirror.

Pero ya saben que el progreso no va sólo del avance en sí mismo, sino también de los tiempos. Tal vez las “Google Glass” simplemente cometiesen el error de ser demasiado adelantadas para su época, y por eso Google decidió poner fin a su corta línea de vida como producto para el mercado de masas (a partir de entonces el producto se especializó con mercados empresariales específicos como nuevo objetivo). Pero no duden de que, por mucha distopía que puede acabar trayendo, cuando un avance supone una gran ventaja para algún agente socioeconómico, y cuando supone realmente un avance con su faceta de cierto futuro, de una manera u otra, alguien lo abandera y se acaba imponiendo. Es lo que tiene competir en una economía global: por muy siniestro que pueda ser un nuevo mundo tras un disruptor nuevo invento, siempre va a haber alguien que dé el paso, y si los demás no le siguen, tendrá una evidente gran ventaja competitiva sobre el resto de países.

Una vez más, la distópica realidad está superando a la ficción (y a pasos agigantados)

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Así puede estar ocurriendo de hecho con el distópico estado de hiper-vigilancia y control sobre los ciudadanos en el que se está convirtiendo el régimen comunista chino. Como les decía, China ha visto claras las ventajas que le iba a reportar un dispositivo de AR al estilo “Google Glass”, y ha apostado decididamente por ello. Y no crean que sólo le va a servir para ejercer un férreo control de su población, porque realmente en cualquier supuesto conflicto bélico un dispositivo así es realmente una enorme ventaja sobre el enemigo.

De esta manera, llegó el anuncio de los nuevos dispositivos de AR, que los chinos están empezando a usar ya de forma masiva, para que la policía pueda identificar instantáneamente a cualquier ciudadano con el que se cruce, y visualizar ipso-facto su ficha policial (o probablemente incluso “política»). Este nuevo sistema de hiper-vigilancia, unido al temible sistema de crédito social chino, abren una siniestra puerta a un futuro que tal vez no acabe siendo lo socioeconómicamente tan avanzado que pensábamos.

Les recuerdo que, con ese sombrío sistema de crédito social, las autoridades chinas pueden monitorizar las acciones de cada ciudadano, y asignarle una puntuación según lo bien (o lo mal) que se porte con el régimen. En base a esa puntuación de crédito social, ese ciudadano va a poder sacar (o no) un billete de tren o autobús, va a poder tener acceso (o no) a mejores trabajos, va a poder llevar (o no) a sus hijos al colegio de su elección… y así hasta un largo etcétera donde el único límite es la imaginación socioeconómica de los creadores de dicho sistema.

Efectivamente, el control sobre la población con la combinación china de ambos sistemas va a ser férrea y total, y (casi) nadie va a ser materialmente capaz de escapar mínimamente al “Gran Hermano” chino. No, si hace años que les vengo hablando ya de la gran relevancia que iban a tener estos temas, y de cómo el 1984 de Orwell estaba llegando de verdad a nuestras ingenuas vidas. Y eso por no hablar de cómo, con el popular juego «Pokemon GO», quedó claramente demostrado que se podía usar la AR para dirigir a las masas. Puedo contarles la experiencia de una amiga a la que le montaron un gimnasio Pokemon en su casa, y cada vez que abría la puerta se encontraba en el rellano a un desconocido apuntando hacia ella con su móvil. Distópico a más no poder.

En el futuro, en (casi) cualquier país o bloque socioeconómico, la Resistencia Sináptica de los que quieren seguir teniendo libertades y espíritu crítico corre peligro de acabar siendo un valiente gesto, por el que tendrían que renunciar a una vida “normal” (o más bien totalmente “anormal”, valga el oxímoron), a cambio de disfrutar de algo de libertad. Esa Resistencia Sináptica del futuro, muy probablemente, se verá abocada a vivir en un sub-mundo pseudo-underground y semi-clandestino apto sólo para proscritos, y el desarrollo de los acontecimientos apunta a que la AR va a tener un papel clave en ello. En principio, ese papel parece que jugará a favor de los estados de hiper-vigilancia, pero no olviden que las funcionalidades de la AR (y sus agujeros de seguridad) también pueden ser explotados por la Resistencia Sináptica: no hay sistema inexpugnable, tampoco los totalitariamente estatales.

Y ante este panorama, por el que otras superpotencias toman la delantera en ciertas tecnologías por muy oscuro que pueda ser su lado más siniestro, casualmente aquel disruptor pero discontinuado proyecto de las “Google Glass” como producto de masas ha sido resucitado también por el gigante estadounidense. Ya les decía que esto no es una carrera con unas reglas transparentes y públicas para todo el mundo: la carrera global siempre ha sido más bien una carrera en la que vale todo para todos con tal de ser los primeros en llegar a la meta, porque el primero que llegue tiene más opciones de controlar (o seguir controlando) el mundo.

Y como los militares estadounidenses saben desde hace décadas, una tecnología no se puede usar en campo así como así: la curva de aprendizaje es tan importante como las capacidades y la producción de la nueva arma, y su adopción debe ser necesariamente lenta y en varias fases diferenciadas. Tener una población que maneja con soltura tecnología como las «Google Glass» abreviará (y mucho) esa curva de aprendizaje y, además, generará un rico ecosistema a su alrededor que revertirá en mayor avance tecnológico para uso militar (y de otro tipo).

Distopías aparte, la AR también tiene su optimista lado más bondadoso…

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Pero como toda tecnología, la AR es sólo una herramienta, y su bondad o maldad sólo depende del uso que le dé el ser humano. La AR puede traer grandes (grandísimos) avances a nuestro mundo, tanto personal como profesional. Empezando por los más sencillos, como que cuando el presidente de una compañía haga una ronda por los departamentos de su empresa exponiendo alguna estrategia corporativa, sus gafas de realidad aumentada le pueden indicar instantáneamente nombre y posición de cada persona que le hace alguna pregunta, y va a poder dirigirse a cada empleado por su nombre y sabiendo qué hace por su empresa.

De la misma manera, con un supuesto sistema de “crédito empresarial” que puntúe lo que cada empleado aporta a la empresa (y del cual yo me ahorro los calificativos, pero que puede llegar igual que ha llegado en otros ámbitos), los altos ejecutivos van a poder esmerarse especialmente en el trato personal con aquellos empleados más valiosos para la empresa, en vez de que les sean perfectos desconocidos como muchas veces ocurre. Ello redunda tanto en la capacidad del ejecutivo de impulsar y tener contentas a las personas que más contribuyen a los objetivos de la empresa, como para unos empleados que se sienten reconocidos y más gratificados. Tal vez esto para una PYME no aporte nada, pero con plantillas de miles de personas ya pueden imaginarse que marca una gran diferencia.

Yendo un poco más al plano técnico, la AR también tiene mucho que aportar en infinidad de tareas. Por ejemplo, en la gestión diaria de un Datacenter, el etiquetado de cada cable, de cada servidor, y de cada rack; esa gestión es en realidad una compleja tarea que, para desgracia de los empleados encargados de su gestión, casi nunca tiene todas las etiquetas 100% actualizadas. Imagine que la base de datos de activos informáticos de su empresa, esa CMDB que sí que debe estar forzosamente actualizada, alimenta unas gafas de AR que le permiten al técnico sobre-visualizar sobre cada equipo informático y elemento de infraestructura sus datos y para qué aplicación da servicio. Algo similar puede aplicarse a la arquitectura y a las obras de construcción, con visualización de maquinarias, materiales, personal, grado de ejecución en tiempo real, estimaciones de finalización de los trabajos actualizadas, etc.

Algo similar podemos aplicarlo por ejemplo para la gestión hospitalaria y los equipos sanitarios. Para esta última sería un gran avance poder visualizar por ejemplo las instrucciones de manejo de cada equipo de diagnóstico conforme el personal sanitario lo va utilizando, ir viendo los resultados sobre-impresos en tiempo real para saber si la prueba está siendo realizada con calidad y sin errores, o al mirar el panel del manejo del equipo poder ver las funciones de cada botón con una breve explicación. Como ven, las posibilidades son cuasi-infinitas, tantas como datos podemos tener de nuestro mundo circundante.

Pero ya que hemos tomado como ejemplo la gestión hospitalaria, sin duda uno de los grandes temas socioeconómicos por excelencia, las ventajas no se quedan sólo en lo referente al equipamiento sanitario. La práctica totalidad de errores médicos se producen por una falta de información que la AR solventaría muy fácilmente. Con AR más cierta inteligencia artificial, por ejemplo, se puede evitar el clásico error de amputar la pierna que no es, u operar el ojo que estaba sano. El historial médico puede ser sobreimpreso sobre la imagen del paciente en la mesa de operaciones, y alertar al médico sobre las afecciones y su ubicación exacta.

Con procesado digital de imágenes, también la AR puede detectar cuándo una gasa se está quedando dentro del paciente sin que el cirujano se dé cuenta cuando empieza a suturar la perforación quirúrgica. Por supuesto que también las ventajas van a la hora de tener presente alergias o intolerancias de cada paciente ante los medicamentos que van a serle suministrados, y sobre las que la AR alertará en la mesa de operaciones en tiempo real. Y las ventajas van también en planta y para el personal de enfermería, puesto que ahí los errores muchas veces se producen por ausencia o manejo de datos erróneos del paciente. Al mirar a un paciente, la AR le identificará unívocamente, y le podrá visualizar a la enfermera qué medicación le ha sido prescrita y cuándo debe tomarla, dejando un escaso margen para errores que hoy en día son siempre más frecuentes de lo que debería (y que pueden llegar a costarle a uno la vida).

Los mismos avances en AR son de aplicación directa para la seguridad física de los edificios y espacios públicos (con garantía de la privacidad mediante), la seguridad en zonas aeroportuarias, la visualización de los destinos de los diferentes trenes de cercanías en los andenes de una estación de tren, la visualización de rutas en el parabrisas de un camión, sus posibilidades de integración con Industry 4.0 y en especial para inspección y supervisión de plantas industriales, etc. Son sólo algunos ejemplos para que se den cuenta de hasta dónde nos va a llevar esta tecnología en nuestro día a día. Y por mucho que aquí imaginemos, siempre vamos a alcanzar a introducirles tan sólo a una pequeña fracción de lo que la AR llegará a ser en realidad.

Pero la AR no sólo complementará la información de nuestro mundo: también nos cambiará a nosotros como agentes socioeconómicos (y como personas)

Pero pasando a un plano socioeconómico más general, no crean que esa potente y disruptora AR va a cambiar sólo la presentación que recibimos del mundo que nos rodea: ni siquiera se va a quedar tan sólo en cambiar la forma en que nos relacionamos con ese mundo. Las implicaciones reales de la AR van mucho (mucho) más allá, y van a acabar cambiándole incluso a usted mismo y a sus percepciones (y auto-percepciones) más íntimas.

Resulta evidente que, por ejemplo, la AR en el caso del ejecutivo que les decíamos antes que es capaz de saludar por su nombre a cada empleado de su empresa, de ese ejecutivo que en el consejo de administración puede acceder a los datos del cuadro de mandos de su empresa en tiempo real, de ese ejecutivo que es capaz de responder a cada pregunta en la junta de accionistas sabiendo quién es quién y su peso específico en el accionariado, etc. Ese ejecutivo no sólo tiene datos en el momento y lugar oportuno, es que la sensación de control que va a tener sobre su entorno le va a dar un grado de confianza y control que va a cambiar su personalidad, porque sí, la confianza en uno mismo es un potente mecanismo psicológico que a todos nos influye, y que afecta directamente a nuestra personalidad y a nuestra forma de comportarnos. Y estamos hablando de los ejecutivos, pero igualmente importante es la AR para el trabajo y la sensación de control de los trabajadores de base: de un solo vistazo a una cadena de producción, un operario puede tener información en tiempo real sobre su funcionamiento, producción, necesidades y fechas de mantenimiento, etc.

Pero igualmente importante puede ser, por ejemplo, la interacción de uno de esos tan de moda “evangelistas” que divulgan sobre tecnología (y otros temas) ante multitudinarios auditorios. La AR tiene la capacidad de alterar su entorno más inmediato, y no sólo complementar la realidad con datos, sino también mostrarle objetos y personas allí donde no los hay, o eliminar de la imagen los que están allí. Así, para evitar la inconsciente sensación de fracaso de una exposición, la AR puede simular que todos los asientos del auditorio están ocupados con seres virtuales. O al revés, si al presentador le impone la masa, puede presentarle un auditorio medio vacío, o gente que aplauda tras cada pausa para reforzarle en su presentación. La verdad es que hay casos de uso en los que la línea que separa la AR de la VR es realmente difusa, y ambas se confunden hasta el punto en que el mundo aumentado y el virtual se entremezclan indistinguiblemente. Será por Realidad Mixta.

Las posibilidades vuelven a ser infinitas, y lo cierto es que ya se han hecho hace años experimentos reales con la AR y la percepción de uno mismo. Efectivamente, la AR puede cambiar nuestra personalidad como individuo, y con ella, a la sociedad en su conjunto. Uno de esos experimentos que les decía, y que es especialmente ilustrativo, es el que ya les analicé hace algunos años en “La realidad virtual como método de empatía y solidaridad u Homo Homini Lupus«. Entonces ya les contaba cómo con un dispositivo de AR se hacía que varios sujetos, al mirar a su propio cuerpo, se viesen obesos. Ellos sabían que sólo era una visualización irreal generada por ordenador, pero con el desarrollo del experimento, inevitablemente la psiquis de esos sujetos interiorizaba la imagen oronda de sí mismos que se les visualizaba, y entonces esas personas acababan demostrando mucha más capacidad de compresión y solidaridad con otras personas de su entorno que padecen obesidad de verdad en el mundo real.

Y estos ejemplos anteriores sólo los sacaba a colación porque tiene una importante vertiente psicológica, que es la vertiente con la que la AR puede influir más poderosamente sobre nuestra personalidad, sobre el concepto que tenemos de nosotros mismos, y sobre todo lo demás que nos rodea. La AR no es sólo un mundo enriquecido de datos. La AR es un nuevo mundo que aflora en el exterior, pero también que crece en nuestro interior. Con la AR descubriremos nuevos “yos” y nuevas capacidades de nuestro cuerpo y nuestra personalidad que antes desconocíamos, y es que la tecnología es lo que tiene: lo cambia todo, incluso a nosotros mismos. Bienvenidos a un nuevo mundo, dentro y fuera de ustedes mismos: parafraseando al gran Ortega y Gasset, «Yo soy yo y mi (aumentada) circunstancia».

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