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Inditex, el imperio que ha democratizado la moda

Vestir ropa de diseño no exenta de una respetable calidad sin fundir la tarjeta de crédito es algo habitual en nuestros días. Pero no hace tanto, resultaba un lujo sólo al alcance de unos pocos en España. Todo cambió cuando Inditex, que entonces se limitaba a su enseña más emblemática, Zara, apostó en 1976 por un modelo de negocio que colocaba al cliente en el centro para ofrecerle moda a precios asequibles, ocupando un espacio que estaba desierto hasta entonces. Esa apuesta es la que, con el paso de los años, ha transformado a una industria textil que en su origen, 1963, se dedicaba a la confección de vestidos y batas para mujer, en el líder mundial del sector. Sus ventas superan los 23.300 millones de euros, tiene 7.405 tiendas repartidas por todo el mundo y da trabajo a más 160.000 personas. Su “democratización de la moda”, como define su presidente, Pablo Isla, el modelo de Inditex, ha cambiado la forma de vestir de los españoles.

Del imparable crecimiento del grupo, que cuenta con ocho enseñas que venden ropa, accesorios, lencería y complementos del hogar, se han beneficiado no sólo sus accionistas sino el conjunto de España. La compañía da empleo directo o indirecto a cerca de 100.000 personas en su tierra natal. A finales de 2016 contaba con una plantilla de 48.589 trabajadores en su país de origen, 9.491 más de los que tenía en 2011. Los otros 50.000 son los trabajadores de las 7.500 empresas auxiliares que colaboran con Inditex y que sólo en los últimos cinco años han facturado 20.000 millones de euros. Para dar idea de la dimensión de su plantilla, en 1996 Inditex contaba con 15.576 trabajadores en todo el mundo.

La contribución fiscal de la compañía a las arcas del Estado también es notable. Según sus datos, en 2016 alcanzó los 1.616 millones de euros entre impuestos directos e indirectos, con una tasa efectiva del 24,7%. En los últimos cinco años, su aportación en concepto de impuesto de sociedades ha rondado los 2.000 millones de euros, cantidad que supone más del 2% del total recaudado por el Estado por este concepto en el conjunto de la economía española.

Buena culpa de esta importante aportación de Inditex en términos de empleo y fiscalidad a la economía nacional la tiene no sólo el efecto sede -las oficinas centrales de Inditex están en la localidad coruñesa de Arteixo- y sus establecimientos sino también su apuesta por España para uno de los pilares más importantes de su negocio, el logístico. En 1986, la compañía abrió su primer centro de este tipo, de 10.000 metros cuadrados, junto a su sede. En años sucesivos han venido nueve más en Cabanillas del Campo (Guadalajara), Elche, Onzonilla (León), Meco (Madrid), Narón (A Coruña), Palafolls (Barcelona), Sallent (Barcelona), Tordera (Barcelona) y Zaragoza. Todos estos puntos generan empleo, negocio, riqueza para el país, y mantienen engrasado el modelo del grupo, único en el sector.

Los centros logísticos se encuentran cerca de las sedes de sus ocho marcas, lo que, unido a la proximidad de su producción -el 59% de sus prendas se confeccionan en España, Portugal, Turquía y Marruecos- le permite que sus nuevos diseños lleguen a las tiendas en un tiempo récord. Gracias a la cercanía de las fábricas a los centros logísticos, desde que una prenda se diseña hasta que llega a las tiendas de Inditex apenas pasan tres semanas. De este modo, la compañía capta la tendencia que gusta a su cliente y la lleva a las estanterías de sus establecimientos casi de inmediato. El flujo de diseños es constante, hasta el punto de que las tiendas reciben nuevas prendas dos veces por semana. Se trata, eso sí, de tiradas cortas. Si se agotan, permiten a sus compradores presumir de una cierta exclusividad. Si la referencia no funciona, no genera un abultado “stock” que hay que almacenar con los consiguientes gastos que ello acarrea.