Inicio Ecuador Las ‘broncas’ son frecuentes en los burdeles | El Diario Ecuador

Las ‘broncas’ son frecuentes en los burdeles | El Diario Ecuador

Hace pocos días se compró un vehículo valorado en 30 mil dólares; tiene casa propia en urbanización privada y con 28 años de edad ya es una veterana dentro de la prostitución, donde cada vez el público se vuelve más exigente, esto según la fémina debido a la presencia de extranjera, muchas de ellas indocumentadas.

Los 1,70 de estatura y sus ojos de color café, así como su piel blanca, la convierten en una figura atractiva del burdel donde le toca trabajar. Sus dote físicos le permiten laborar en centros de tolerancia de Manta, Guayaquil, Quito, Santo Domingo y Portoviejo. 

Las fiestas de pueblo, son por lo general, la excusa perfecta para que Brigitte vaya de un lugar a otro haciendo dinero para guardar en la alcancía. No todo es color de rosa en el oficio, donde las agresiones, y abusos son cosa de todos los días.

llanto. A los 20 años de edad la portovejense debutó en un prostíbulo. Recuerda que la habitación 8 de un burdel de la vía a Santa Ana, fue donde le dieron espacio pese a que el administrador se oponía “porque sus clientes estaban acostumbrados a damas experimentadas” y ella no contaba con una hoja de vida convincente.

Igual llegó temprano al lugar. Se puso el traje baño más sexi que tenía y se puso junto a la puerta para captar la atención de los visitantes.

Uno a uno los clientes fueron llegando, y Brigitte se fue acomodando a su nueva forma de vida.

“Al sentir a un extraño cerraba los ojos. A veces los miraba de reojo. No quise volver para un segundo día”, precisó.

Dinero. Los 150 dólares que se ganó en su debut la hicieron dudar; por un lado quería salirse de la situación, pero a la vez algo dentro de su ser le decía que siga; que no sería para siempre y que haga plata, porque solo los ahorros le permitirán salirse y sin mirar atrás.

A su paso por los burdeles se fue haciendo de amigas, quienes le dieron consejos para salir adelante en la labor sin complicarse la vida. El paso uno, fue, conseguirse a un chulo que la proteja y le brinde cuidados, ya que las riñas son constantes.

“Si más clientes entran a mi cuarto entonces las compañeras sufren. Eso le pasa a todas”, citó. 

Agregó que ha visto duelos entre sus compañeras. Las peleas se originan por algún novio no compartido, drogas o alcohol.

Lo más común es enfrentarse con hojas de acero para afeitarse. Un par de veces me ha tocado pelear con uñas y dientes. En este negocio no se puede bajar la cabeza ante nadie”, dijo Brigitte.

Ante la envida, agregó, siempre anda a la defensiva. Añadió que le gusta trabajar en Quito porque se trabaja en bares del centro de la ciudad y están bien vestidas. En la costa, en cambio, deben mostrarse en diminutos trajes de baño para ‘pescar’ clientes.