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Le arrebataron a un supuesto violador y el populacho lo mató | El Diario Ecuador

Eran cuatro  policías contra unas 200 personas del populacho.

Los enardecidos ciudadanos estaban armados con palos, machetes y piedras y dispuestos a hacer justicia con mano propia. 

Pese al malestar de la gente él intentaba sostener con fuerza al hombre acusado de violar y estrangular a una niña de 12 años de edad. Lo habían sacado de la zona rural de Babahoyo, donde ya lo habían salvado de una turba. Nunca pensaron que el problema llegara a la ciudad. 

En ese instante lo sacaba del hospital de Babahoyo, a donde lo habían llevado antes de encarcelarlo. La furia del pueblo fue peor.

Se lo quitaron. Dos de los manifestantes lograron arrebatárselo. El detenido fue cogido por los pies y  bocabajo fue arrastrado unos 300 metros fuera de la casa de salud. Armando y sus tres compañeros pudieron ver la golpiza que recibió el supuesto violador y también el instante en que una piedra enorme le partía la cabeza. “Ni siquiera muerto lo querían soltar”, recordó.

“Querían quemarlo, pero con ayuda de un piquete policial que llegó después logramos salvar el cuerpo”, manifestó. 

Esta ha sido la experiencia que Armando V. más recuerda de su presencia en la Policía. 

Lo dispararon a quemarropa. En el año 2002, cuando perseguía a un delincuente por el callejón de “los plataneros” en El Florón- Portoviejo, el sospechoso lo recibió con dos disparos. 

Él quedó en shock, ni siquiera alcanzó a sacar su arma de fuego, pensó que lo habían matado. 

Por inercia se buscó la sangre en el pecho y fue cuando descubrió que usaba chaleco y que las balas no habían logrado herirlo; aún así seguía inmóvil, palidecía, le narró a un compañero días después. 

En ese instante, otro policía que venía atrás hirió al antisocial en el brazo. Tiempo después fue detenido. 

Casi se ahoga salvando a un turista. En la época en que los policías tenían que hacer de “voluntarios salvavidas” en las fiestas de carnaval, Armando V. fue designado a la parroquia Crucita. A pie tenía que ir de un extremo a otro de la playa. 

En eso, desde lejos vio una aglomeración y que la gente gritaba por ayuda. 

Armando, quien es alto y de cuerpo fornido, corrió, corrió hasta el lugar donde estaba el tumulto. Vio que un hombre se estaba ahogando y sin pensarlo nadó hacia el turista que no sabía nadar y al que la boya se le había desinflado. 

Recuerda que en su desesperación el “paisano” se le prendió del chaleco que usaba y casi lo ahogó. Ya en ese momento no pensaba en salvar a quien se ahogaba, sino en salvarse a sí mismo, pues el mar estaba “picado” en ese momento, contó.

Dijo que en el momento que soltó al turista, éste se hundió, pero como él ya había logrado reponerse logró sacarlo del agua y salvarlo.   

Este fue solo el primer día de la celebración. 

En el segundo caso un manabita también casi se ahoga. Allí prefirió no usar el chaleco.  

Balaceras y persecuciones también están en su currículum.