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Tiene 117 perdigones en su cuerpo y un »mini» corazón | El Diario Ecuador

Los galenos que lo auscultaron en el hospital “Verdi Cevallos” de Portoviejo, hace más de dos décadas, le dijeron que fue difícil hacerle un electrocardiograma por lo pequeño de su músculo cardiaco, y que este se encontraba algo oculto entre la pared torácica.  

Este descubrimiento científico se dio en 1999, cuando por cosas del destino Javier Oswaldo Reyes recibió un disparo en el abdomen, justo cuando se celebraban las fiestas de San Pedro y Pablo, en el cantón 24 de Mayo.

El disparo en su caja abdominal destruyó casi que todo el hígado y el riñón derecho, según cuenta.

Al cielo. Reyes dice que debe tomar siete pastillas diarias para mantener su organismo en condiciones normales, y que los últimos exámenes que le hicieron descubrieron que tiene 117 esquirlas de los perdigones en la columna, lo que le provoca fuertes dolores.

“Todo el tiempo vivo con dolores y por eso tengo que estar medicado”, señala. 

Javier Oswaldo, de 51 años, indica que durante su convalecencia en una clínica de Portoviejo sufrió tres infartos. 

En uno de esos encuentros con la muerte, sintió “que de su cuerpo se desprendió el alma y se elevó al firmamento como una de esas naves que viajan a la Luna”.

Fiesta. Reyes se esmera en contar todos los detalles del suceso con nombres y apellidos.

Un día antes, él había llegado a la parroquia Sucre desde San Lorenzo de Esmeraldas, lugar donde vivía por asuntos de trabajo.

En la antesala del crucial día, jugó indorfútbol, disfrutó de la comida de su tierra y compartió con su familia.

Aproximadamente a las 19h00 se quedó conversando con algunas personas en El Pueblito de Sucre, en la parte posterior de un baile que se desarrollaba por las festividades.

De pronto apareció C.R., alias “Velorio”, y como si cargara el diablo encima, comenzó a insultar a varias personas, recuerda Javier Oswaldo.

Atentado. Después se metió con otros concurrentes, pero nadie la “paraba bola” ya que se dieron cuenta de que andaba con “unos tragos encima” y con seguridad aturdido por algún alucinógeno.

Como el tipo estaba decidido a jorobarle la vida a las personas, continuó molestando y producto de aquello un profesional de la ingeniería reaccionó y le dio su merecido, reseña Reyes.

Recuerda que antes de irse del lugar vociferó que “El Gato”, apodo como se lo conoce en Sucre a Javier Oswaldo Reyes, era el “sapo”. 

Al día siguiente, 29 de junio de 1999,  Oswaldo Reyes se dirigió al mercado en compañía de sus dos hijas (ahora adultas) y “Velorio” salió a su paso, entonces le disparó con una cartuchera.

Los perdigones hicieron que sus intestinos salieran de la cavidad. 

Estuvo internado un año y seis meses.