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Alex Acosta se burló de las leyes contra los abusadores sexual. Es hora que renucie

Son mujeres jóvenes que ahora viven en el poderoso movimiento #MeToo de la época. Pero cuando el adinerado gerente de los fondos de cobertura de Palm Beach, Jeffrey Epstein, abusó sexualmente de ellas, solo tenían entre 14 y 17 años.

¿Recuerdan esa edad?

La ingenuidad tras la fachada de niña adulta. La presión de los compañeros y muchachos, de la que no tienes conciencia hasta que eres adulta y miras hacia atrás. Y, si eres pobre y tienes una infancia problemática, agrega a la mezcla la necesidad de ganar dinero demasiado pronto en la vida.

Epstein, el depredador serial conocía las vulnerabilidades de estas chicas y sabía cómo atraerlas: el dinero. Mansiones, viajes del jet set al extranjero para asistir a fiestas. Una niña traía a otra niña a trabajar “para el viejo”, como dijo una chica, en un esquema de pirámide sexual.

Cuando las chicas se encontraban inmersas en el estilo de vida de los “masajes” pop de $200 en entornos lujosos, algunas dicen que eran víctimas de tráfico sexual al servicio de los amigos igualmente ricos, prominentes y poderosos de Epstein; que incluso las llevaban al extranjero a sus lujosas propiedades en un jet privado que llamaban el “Lolita Express”.

“Comenzó con una y luego dos y así sucesivamente. Y antes de que me diera cuenta, me estaban prestando a políticos, académicos y miembros de la realeza”, le contó Virginia Roberts, quien tenía 16 años en aquella época, a la reportera investigadora del Miami Herald, Julie K. Brown, quien identificó a docenas de estas niñas y analizó todos los aspectos del caso encubierto contra Epstein.

La investigación de Brown que lleva un año, titulada “Perversión de la justicia”, arroja una luz muy necesaria sobre el acuerdo negociado de culpabilidad otorgado al hombre que esclavizó a estas niñas, nada menos que por el secretario de Trabajo del presidente Trump, Alexander Acosta.

Cualquier otro hombre acusado de crímenes sexuales atroces podría haberse enfrentado a la justicia real. Pero Epstein, administrador de dinero de los ricos, tenía una buena lista de amigos y clientes poderosos e influyentes en su libreta negra. Entre ellos: Donald Trump, Bill Clinton, el Príncipe Andrew, una lista de actores, actrices e hipócritas como Kenneth Starr.

Ah, sí, Epstein podría codearse con Clinton y el abogado independiente que lo investigó, Starr. ¿Qué tanto podría valer esa combinación?

Acá tenemos la mejor pista: Starr, ex socio de la firma de abogados Kirkland & Ellis, también conoció a Acosta, quien había trabajado allí. Fue uno de los poderosos abogados que contrató Epstein, que también incluía a Jay Lefkowitz, un antiguo colega de Acosta; el profesor de Harvard Alan Dershowitz, Jack Goldberger, Roy Black, el ex fiscal de Estados Unidos Guy Lewis y Gerald Lefcourt.

Según la investigación del Herald, Acosta y sus fiscales adjuntos se rindieron bajo presión. Los actores de este repugnante drama tienden a subestimar el asalto sexual, a desatender los reclamos de las mujeres, y algunos se enfrentan ahora a sus propias acusaciones. En 2016, Starr tuvo que renunciar a su puesto como canciller de la Universidad de Baylor durante una investigación sobre su manejo de agresiones sexuales en la universidad.

Estas chicas jamás tuvieron la oportunidad de obtener verdadera justicia en ese momento. Veamos lo que obtienen del sistema judicial ahora que están demandando para lograr la revocación del acuerdo negociado de Epstein alegando que viola la ley federal de Derechos de las Víctimas de Delitos.

Cuando las acusaciones de abuso sexual salieron a la luz en 2005, la policía de Palm Beach cumplió con su labor; tomó la investigación en serio y encontró pruebas suficientes que deberían haber puesto a Epstein tras las rejas de por vida. El FBI también se unió a la investigación después de que la policía supo que lo que era esencialmente una red de tráfico de personas se extendía más allá de la Florida.

Pero mientras las víctimas vulneradas de Epstein luchan con la culpa y la vergüenza de lo que les sucedió, él es un hombre libre gracias al acuerdo negociado en secreto por Acosta que permitió a Epstein cumplir solo 13 meses de cárcel, selló documentos para que lo ocurrido no fuera registro público, y clausuró la investigación del FBI.

Acosta, decano de la facultad de derecho de la Universidad Internacional de Florida hasta que Trump lo seleccionó para formar parte de su gabinete, tiene muchas preguntas que responder, pero se ha negado a hacer comentarios.

Evitó el escrutinio durante su audiencia de confirmación por parte de los republicanos que lo ratificaron a pesar de conocer el controvertido trato con Epstein. Fue la segunda opción después de que el primer designado de Trump, el ejecutivo de alimentos Andy Pudzer, fuera descalificado por acusaciones de abuso doméstico y por contratar a una inmigrante indocumentada como ama de llaves.

Acosta, cubanoamericano con una exitosa carrera, nombrado por George W. Bush para el cargo de fiscal de EEUU en Miami, resultó ser una adición conveniente al gabinete de Trump, ya que el presidente estaba bajo presión para agregar un hispano proveniente de su base de apoyo en el sur de la Florida.

Concuerda perfectamente con el carácter de Trump —quien también está acusado por una docena de mujeres de acoso y agresión sexual— pasar por alto que Acosta permitiera que un abusador sexual de niñas adolescentes se librara con apenas una bofetada en la muñeca y que el caso se ocultara.

Pero el Congreso debería haber sabido que no debía confirmar a Acosta para un cargo que implica procesar casos de tráfico de personas. El acuerdo negociado, ejecutado con total indiferencia por la gravedad del abuso que sufrieron estas niñas, debería haber descalificado a Acosta para trabajar en la administración.

El resultado constituyó una burla a las leyes sobre delincuentes sexuales en la Florida, algunas de las más estrictas de la nación, y del gobierno federal.

Debería obligársele a renunciar a su cargo en el Gabinete.

Quizás pueda ganarse la vida representando a pervertidos.