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El primer paquete de decisiones anunciado por Donald Trump —a través de un video— para los primeros cien días de mandato confirma que el nuevo presidente de los Estados Unidos se dispone a hacer lo que efectivamente dijo que iba a hacer, para alarma de todos los organismos multilaterales del mundo. En primer lugar, ha anunciado que a partir del 21 de enero, en los primeros cien días, retirará a Estados Unidos del TTP (Tratado Asia-Pacífico), en el que participaban doce países liderados por Washington y Tokio. Que el Tratado fuese una apuesta creación poco desarrollada por Obama en nada oculta que Trump va a sustituir los grandes acuerdos, con declaraciones de libertad comercial que implican colaboración mutua, por tratados bilaterales en los que intentará imponer el peso del poder económico estadounidense. Este puede ser la primera demostración práctica del repliegue comercial que pretende el presidente republicano. La decisión sobre el TTIP con Europa será la segunda línea de ataque.

El problema, también para Estados Unidos y en particular para las empresas exportadoras y el mecanismo de financniación del país, es que la respuesta económica mundial es dinámica y puede elegir la negociación de amplios acuerdos comerciales frente a Estados Unidos. Aunque el Acuerdo Asia Pacífico es poca cosa o nada sin Estados Unidos, quizá China se anime a conducir —si la rivalidad con Tokio se lo permite— un pacto comercial para la zona. Lo que hoy es un wishful thinking, en un futuro próximo puede convertirse en una necesidad en función de los dalos que vaya produciendo la trumpeconomics en el tejido comercial global. La nueva administración económica debería explicar al Congreso y también a la Reserva Federal cuales van a ser las relaciones con Pekín, que margen se le va a dejar en el Pacífico y como se van a gestionar las relaciones económicas (¡y políticas!) con el principal acreedor de Estados Unidos.

Además de ignorar olímpicamente la liberalización comercial, Trump ha anunciado que promoverá una eliminación de las restriucciones energéticas (carbón, fracking) porque así creará millones de empleos. ¿Esto es creíble? Pues no, porque la regulación energética de Obama preendía crear esos empleos que promete Trump en producciones energéticas con mayor valor añadido. La defensa implícita y explícita del carbón y el petróleo (que avanza el abandono de facto del Tratado de París) tendrá el recorrido que le permita la reacción de la OPEP; el cartel ya tiene un motivo de reflexión para el encuentro de finales de noviembre.

El anuncio de que la administración americana investigará “los abusos en los programas de visados” es tan impreciso como peligroso. Es verdad que Trump no ha mencionado entre sus tareas para los primeros 100 días la construcción del muro en la frontera con México, pero la jerga “control del abuso de visados” puede convertirse en un instrumento insidioso, eficaz y difícil de rebatir en manos de una administración hostil a la inmigración.

Trump parece dispuesto a cumplir casi todas sus promesas, unas más delirantes que otras, pero en todo caso dañinas para la economía global. La receta aislacionista está en marcha.