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Después de la masacre en La Vegas, el país siguió adelante. Muchos de sobrevivientes no han podido

El sonido de los cubiertos al lavar aun asusta a Janie Scott. Aumenta su ansiedad, el corazón late más rápido y sale de la cocina porque el sonido de unos metales chocando contra otros le recuerda el sonido de las balas cuando chocaban contra el suelo a su alrededor mientras estaba en el festival.

El 1 de octubre se cumplió un año desde la tragedia en Las Vegas, en donde un hombre armado se ubicó en una ventana de un hotel desde donde podía ver lo que ocurría abajo, en un festival de música, y mató a 58 personas, hirió a cientos y unió a más de 20,000 fans de la música aquella noche fatídica que nunca olvidarán.

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Michaela Stilwell, Melinda Stilwell y Taylor Curtis participan de un acto de recordación por las víctimas del tiroteo de Las Vegas el año pasado. A pesar de que la escala de violencia no tuvo precedentes, información detallada sobre los cientos de personas que fueron heridas no está disponible en los informes oficiales que documentaron la tragedia.

John Locher AP

Fue el peor tiroteo de la historia moderna en los Estados Unidos –y para aquellos que sobrevivieron, los pasados 12 meses han estado dedicados a encontrar algo de normalidad, a reconstruir sus vidas de manera que puedan incluir la silla de ruedas, los recuerdos y un doloroso sentido de fragilidad.

También fue año en el que vieron cómo la nación seguía adelante.

“Se ha olvidado a los sobrevivientes”, dijo Scott, de 42 años, maestra de escuela preescolar y madre de siete que se ha ganado el sobrenombre de ‘mom’ de un grupo de Las Vegas en Facebook que ella maneja. Los que asistieron al concierto, dice ella, se han estado apoyando unos a otros “porque nadie más lo está haciendo”.

Dudo de mí misma

Jennifer Campas estaba en el patio frente a su casa en Whittier, California, cuando su hijo Leo salió de la casa chancleteando. “¡Ay mi hijo!”, le dijo, dándose la vuelta para ver de dónde venía el sonido. “Me asustaste”.

Cuando ocurrió el tiroteo el año pasado, una de las balas le dio a Campas, que entonces tenía 41 años, en la frente. Cuando despertó del coma, tuvo que aprender de nuevo a respirar, hablar y caminar. Se quedó ciega de un ojo, y algunos fragmentos de la bala aún siguen alojados en su cuello y nariz. Por la noche sueña que le disparan. Lleva alrededor de su cuello un sola ala de un ángel.

En mayo regresó a su trabajo como jefa de enfermeras de un asilo de vivienda asistida. Pero ahora va mucho más despacio y le cuesta trabajo hacer varias cosas a la vez. Recientemente, mientras estaba en su cocina, se puso a evaluar si no debía renunciar a esa posición y tomar una menos exigente. Leo, de 16 años, la miraba.

“¿Sabes?, a veces dudo de mí misma”, explicó. “Y no quisiera, no quisiera fallar. En esta etapa de mi vida ¿necesito estar tan agobiada con el trabajo? Yo creo que lo quiero es –quizás- vivir más”.

Muchas más personas murieron o fueron heridas en el ataque de Las Vegas que en cualquier otro tiroteo en la historia moderna de los Estados Unidos.

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58 personas murieron. Por lo menos 413 fueron heridas de bala o metralla. Cientos más sufrieron golpes, heridas, ligamentos desgarrados y huesos rotas al tratar de huir del lugar.

Ethan Miller Getty Images

58 personas murieron

Por lo menos 413 fueron heridas de bala o metralla.

Cientos más sufrieron golpes, heridas, ligamentos desgarrados y huesos rotas al tratar de huir del lugar.

A pesar de que la escala de violencia no tuvo precedentes, información detallada sobre los cientos de personas que fueron heridas no está disponible en los informes oficiales que documentaron la tragedia.

El New York Times hizo un acercamiento a Abraham Watkins, un bufete de abogados de Houston, que representa a los sobrevivientes, para tratar de entender la magnitud del impacto que tuvo el tiroteo en los sobrevivientes. El bufete describió una variedad de lesiones que sufrieron 50 victimas que fueron heridas durante el tiroteo.

De esas 50 personas…

-20 recibieron heridas de bala en las piernas, brazos o pie.

-12 recibieron heridas de bala en el torso, nalgas o espina dorsal.

-2 recibieron heridas de bala en la cabeza.

Debido a que el atacante utilizó balas de alta velocidad, muchas de las víctimas tenían pequeñas heridas por donde entró la bala, pero el daño interno fue tremendo al igual que las heridas causadas por la salida de la bala.

“Por lo general la mandíbula es muy fuerte, pero se rompe como un cristal si una bala de alta velocidad le hiere”, dijo el Dr. Steven Saxe, cirujano oral en Las Vegas y quien trató a varios pacientes después del tiroteo. “La herida sucede en solo una fracción de segundo, pero la rehabilitación dura toda la vida”.

“No tengo la misma forma”

En su casa en Beaumont, California, Karen Smerber se levantó la blusa para mostrar una cicatriz que atravesaba su estómago. La misma era como los bordes de un mapa. “Técnicamente tengo el mismo tamaño”, dijo ella. “Solo que no tengo la misma forma”.

Smerber, de 48 años, sufrió una herida de bala en la cadera. La bala le perforó el intestino, y su esposo, un bombero retirado llamado Matt, estuvo seis semanas curándole la herida.

“No se como todavía puede quererme”, comentó. “Fue muy difícil”.

El estómago tiene una forma irregular y se siente como si tuviera un zapato dentro. Cuando salió al patio el perro le saltó al estómago, y su gesto mostró dolor. Ha empezado a tomar Zoloft, y ha regresado a trabajar a tiempo parcial.

Incluso puede bailar un poco haciendo una hilera.

Lo peor de todo es mirarse en el espejo. “Mis amistades son muy buenas”, dice. “Siempre me aseguran que estoy linda y esas cosas. Pero la gente no se da cuenta de que yo no me veo bien. De manera que me siento repugnante –como con Matt- la mayor parte del tiempo”.

Casi todos los 50 sobrevivientes documentados por Watkins reportaron depresión, ansiedad, insomnio, miedo a las multitudes y a los sonidos fuertes –todas características del desorden de estrés post traumático.

Hace poco Dana Stout-Wilson de 54 años, estaba dando una clase de educación física a sus estudiantes de intermedia. “Esto me pica todo el tiempo”, dijo, rascándose las heridas de bala, de color morado, en la parte de atrás de su pierna.

Wilson está de vuelta en su trabajo y tiene tatuada la palabra ‘survivor’ (sobreviviente) en el brazo. Sufre pesadillas. Le tiene miedo a las sirenas y a los helicópteros.

El lugar en donde enseña le da ansiedad también. Suele estar lleno de niños. Y también está rodeado de montañas y casas. Se la pasa contínuamente vigilando a ver si ve un franco tirador.

La escuela se encuentra a pocas millas de donde ocurrió el tiroteo de San Bernardino, California y el personal ya ha convertido la escuela en una fortaleza.

“Te preguntas cuándo volverás a ser normal”, comentó. “Me siento siempre como si me fuera a romper, como si fuera a caerme en pedazos”.

Una comunidad de sobrevivientes alejados unos de otros

Casi todos los fanáticos de la música country de todo el país asistieron al Route 91 Harvest Festival. Pero la mayoría regresaron a su hogar a enfrentar la recuperación lejos de donde ocurrió el festival, los actos de recordación y de otros sobrevivientes.

Muchos se han conectado y han encontrado apoyo online. Connie Long, de 42 años, oficial de probatoria, lleva un grupo de apoyo en Facebook bajo el lema “felices, saludables y sanando”.

Cuenta con más de 4,500 miembros de todas partes. “Tenemos desde Suiza a Inglaterra. También desde Hawaii hasta Maine”, comentó. Los miembros hacen un post diario y comparten citas o buscan conectarse con otros que han pasado por experiencias similares y está luchando por recuperarse.

Long es oriunda de Riverside, California y también ha organizado reuniones mensuales desde Octubre para “conocerse y apoyarse”. Estas reuniones incluyen juegos de hockey, fogatas en la playa, cenas y otras actividades.

Su hija de 11 años no estuvo en el festival de Las Vegas pero ha ido a todas las reuniones de sobrevivientes y en ellas ha conocido a muchos de ellos.

“Ella le dice tías y tíos a todos”, dijo Long. “Es como una nueva familia. Si pasan días o semanas sin vernos solemos enviarnos textos para reunirnos”.

Al acabar la terapia está exhausto

Jason McMillan se mueve en una silla de ruedas por su casa en Menifee, California, y va hacia una pared donde hay una bandera de policía. Una bicicleta de rehabilitación se encuentra en una esquina. “Aún en una silla de ruedas”, dijo, “aún paralizado”.

McMillan de 36 años y ayudante del alguacil, fue entrenado a salvar a otros, pero el 1 de octubre se convirtió en una víctima cuando una bala le atravesó el cuerpo alcanzando su espina dorsal.

Ahora, su trabajo está en espera a ver si puede regresar, su novia Fiorella Gaete, de 23 añs, hace casi todo el trabajo en la casa y su relación ha cambiado, dice ella. Mucho. “Me ha colocado en el rol de madre”, comentó.

Estos días McMillan está tratando de caminar. En noviembre pudo mover un dedo del pie. Luego pudo flexionar un muslo. Actualmente puede dar dos pasos con un andador siempre que tenga en mente: “que mis tobillos estén bien y seguros. Que mis rodillas estén sujetas. Que mis muslos estén flexionados. Que mis caderas estén niveladas. Que mis caderas estén alineadas con mis hombros”.

Cuando trata de caminar por su cuenta sus rodillas suelen doblarse y se cae de espaldas, explicó. Al terminar la terapia está agotado.

Algunas personas han encontrado consuelo en los grupos de apoyo de Route 91. Pero McMillan poe lo general se mantiene alejado. No puede soportar escuchar quejándose a personas que están físicamente bien. “Trato de no pensar en el caos que ocurrió aquella noche”, dice. “No quiero ser rudo con estas personas, pero están ahí, parados frente a mi, diciendo cómo lo ocurrido le arruinó su vida – y yo estoy en una silla de ruedas”.

“Vamos a recuperar octubre’

Billy Bob Mason caminaba por la entrada de la casa en Bodfish, California, con un traje de novia envuelto en plástico. “Llegó el traje”, gritó, colocando el traje en su camión.

Ya había empacado sus botas de cuero marrón, las que tenían un agujero de bala en dedo izquierdo del pie.

Como otros en el concierto, Mason y su novia, Regina Harris, escaparon del festival Route 91 en pánico. Pero un año después estaban haciendo planes para regresar a Las Vegas – esta vez para casarse el 1 de octubre en un jardín de recordación rodeados de sobrevivientes.

“Vanos a recuperar el mes de octubre”, dijo Mason de 47 años, un enfermero asistente certificado. “La idea es que todos los años cuando llegue el 1 de octubre no miremos hacia atrás y recordemos el tiro que me pegó ese tipo en mi dedo si no “Ese fue el día en que me casé y fue maravilloso”.

Harris, de 51 años, salió de la casa llevando cinco ramos de flores de seda en color rosa y morado y un montón de sombreros de vaquero. Ella no estaba tan segura de que casarse ese 1 de octubre fuera buena idea. El tatuaje que se hizo para conmemorar el evento fue el de una cinta rota en morado.

Pero al final concluyó que tanto ella como Mason eran personas de “carácter fuerte” y que estaban preparados para el evento. Y también que el mismo formaría parte de su terapia de rehabilitación.

Harris, quien es coordinadora de tratamientos para adicción tiene esperanzas de volver a trabajar pronto. “Si se supone que yo ayude a otros a sanar”, dijo, “y yo no he sanado, ¿cómo se supone que los ayude?

Ash Ngu informó desde Houston, y Julie Turkewitz desde Whittier, Beaumont, Highland, Menifee y Bodfish, California. Serge F. Kovaleski contribuyó desde New York.