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Donald Trump y Don Rickles, dos actores con distinto público

Acabo de llegar de España donde las noticias sobre Donald Trump a veces hacen reír y otras veces, lógicamente, asombran.

En uno de los programas de televisión de CNN, vi a un experto opinando que Trump era sobre todo un “performer”, que a los 23 años trató de incorporarse a Broadway como coproductor de un musical que fracasó, “Paris is Out”, de Richard Seff. Luego fue el anfitrión de un “reality show” en TV durante 14 temporadas, “The Apprentice”. El momento climático era cuando Trump lanzaba las palabras “You are fired” (Estás despedido), que de inmediato eliminaba al contendiente indeseable.

Por lo que Trump sí tiene experiencia pública, pero no en el servicio administrativo, que surge del deseo de justicia y generosidad, sino en el entretenimiento. ¿Y cuál sería el modelo de comediante o actor que asumiría Trump en su forma de entretener? Recordé a alguien que veía a menudo a fines de los 1960 en el programa “The Tonight Show” de Johnny Carson, por NBC, y me preguntaba cómo era que el público americano se reía con él en vez de expulsarlo del escenario.

Era Don Rickles. Murió en abril de 2017, a la edad de 90 años, y toda su vida practicó el arte de la comedia con un estilo insultante que era políticamente incorrecto, pero además abarcaba a todo y a todos. Incluso contó en el programa de “Jimmy Kimmel Live” en octubre de 2015 que insultó a Trump cuando este trató de venderle un condominio en Nueva York por billones de dólares. Le tiró un dólar al piso delante de él, y le gritó que lo dejara tranquilo. En el obituario que le hizo “The New York Times”, el 6 de abril, este fue el título que usaron: “Don Rickles, Comedy’s Equal Opportunity Offender, Dies at 90” (Don Rickles, el cómico insultante que daba igualdad de oportunidades, muere a los 90”), por Peter Keepnews y Richards Severo.

Lo mismo ofendía a los judíos de su propio grupo étnico, como a los chinos o a los gays. Un día insultó a un hombre del público diciéndole que si esa era su esposa que mantuviera su barbilla en alto –por lo fea que era. Otro día espetó espontáneamente que con 40 millones de judíos en Estados Unidos a él le habían tocado cuatro nazis (por ser alemanes) en la audiencia. Que los italianos eran necesarios en América para mantener a los policías ocupados, y negros para poder conseguir algodón en la farmacia.

¿No les parece igual que lo que hace Trump con los mexicanos, salvadoreños, puertorriqueños, africanos, y mujeres? Pero el Presidente aprueba a los noruegos en este país. Porque Trump es un cómico insultante también, pero él no les da igualdad de oportunidades a la gente. No ha ofendido hasta ahora a los blanqui-rubios que son como él y su familia. Con la diferencia de que él está en la Oficina Oval de la Casa Blanca y no en un cabaret, ni en el programa cómico de Johnny Carson.

En este obituario de Rickles los autores afirmaron que “Su propia teoría era que lo premiaban por decir lo que otros pensaban, pero no podían proferir. ‘Yo soy el tipo en la fiesta de Pascuas’, dijo en más de una ocasión, ‘que se burla de su jefe el viernes por la noche y todavía tiene su trabajo el lunes por la mañana’ ”.

Y ese es el secreto de Trump. Porque ha sido increíble para mí que recientemente en Pensilvania oí a un ecuatoriano amigo defender a Trump. Yo le miré a su cara de mezcla india con europea y me quedé asombrada. ¿El no se daba cuenta de que cualquier “trumpista” podría haberlo tomado por un aborrecido inmigrante mexicano? Como es pastor protestante, le gusta Trump porque es “pro-vida”, y con esto justifica todo lo demás.

Lo mismo digo aquí de los cubanos pro-Trump que no han vivido en un barrio elegante del Main Line en Filadelfia, donde tener padres españoles, aunque blancos y de ojos azules, pero hablando castellano, es suficiente para que le llamen a tus hijos en la calle “espiks”, cuando les oyen hablar en español con sus abuelos.

Los insultos de Trump a otra gente no les harán ningún daño, hasta que llegue el día en que “les pisen el callo”. El representa toda la naturaleza ingrata y desalmada de este país, que no se atreve a manifestar sus sentimientos, pero aplaude al que los representa. Y con que prometa unas cuantas cosas que no va a cumplir ya están contentos. Gracias a Dios que este es un país de leyes, donde impera el Derecho con mayúscula. Lo único en que confío es que eso nos salve de los insultos y las mañas de Trump.