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La sombra rusa planea sobre la presidencia de Donald Trump

En el recuento total de las elecciones del 8 de noviembre, todavía inconcluso, Clinton saca casi tres millones de votos a Trump. Pero en EE UU el presidente se elige por otro sistema, el del colegio electoral: a cada estado se le asigna un número determinado de compromisarios.

En general quien gana el estado —no importa si por un voto de diferencia o por tres millones— recibe todos los compromisarios. Al final votan los estados, no los individuos, y así es cómo Trump derrotó a Clinton. Según los cálculos más recientes, fueron 80.000 votos en tres estados los que decantaron el resultado.

Nunca se sabrá si el goteo de filtraciones, por medio de la organización Wikileaks, sobre los correos del Comité Nacional Demócrata y el jefe de campaña de Clinton, John Podesta, inclinaron la balanza. Probablemente fueron un factor más entre muchos. Pero, pese a que los emails no contenían revelaciones sustanciales, ni destaparon ningún delito, contribuyeron a definir la candidata demócrata como una política corrupta a ojos de muchos votantes.

Tampoco ha aportado pruebas sobre el papel del Kremlin la CIA, ni los otros servicios de inteligencia que ya en octubre avisaron en un comunicado de la injerencia rusa en la campaña. Y la última filtración, publicada primero por The Washington Post, es anónima. The New York Times, citando también fuentes anónimas, explica que las agencias de inteligencia basan su conclusión, en parte, en un detalle: los rusos también piratearon correos republicanos, pero optaron por guardárselos, y no difundirlos.

Durante la campaña, el propio Trump animó a la Rusia de Vladímir Putin a piratear las cuentas de Clinton. El republicano ganó con la promesa de mejorar las relaciones con Moscú. Llegó a decir que si Rusia atacaba a un país báltico, EE UU no se sentiría obligado a defenderlo, y a justificar la anexión rusa de la península de Crimea.

La reacción de Trump consistió en descalificar a los espías que en unas semanas trabajarán a sus órdenes y serán su fuente de información para prevenir y gestionar crisis mundiales. «Son la misma gente que dijo que Sadam Hussein tenía armas de destrucción masiva», dijo el equipo de Trump en un comunicado. Después afirma falsamente que la victoria de Trump en el colegio electoral es “una de las mayores (…) en la historia”. Y añade que de todas maneras no importa lo que digan los espías porque, afirma, es el momento de mirar adelante.

Un grupo de senadores —entre ellos el republicano John McCain y el jefe de la minoría demócrata, Chuck Schumer— ha pedido una investigación. Está por ver si el Congreso, dominado por los republicanos, lo permitirá. Cuando, en plena campaña, la Administración Obama planteó en el Capitolio la posibilidad de una respuesta de ambos partidos a la injerencia rusa, los republicanos lo bloquearon.

Según la cadena NBC, Tillerson será el próximo secretario de Estado, lo que colocaría al frente de la diplomacia estadounidense al presidente y director general del gigante energético Exxon Mobil, que tiene intereses en Rusia. El portavoz de Trump Jason Miller dijo que el nombre del secretario de Estado se anunciará, como muy pronto, la semana próxima.

Aunque no haya pruebas definitivas del papel del Kremlin, por lo menos públicas, la posibilidad de que una potencia extranjera haya condicionado el resultado electoral en la democracia más poderosa del mundo resulta insólita. Varios movimientos populistas afines a Trump, como el Frente Nacional en Francia, exhiben como el futuro presidente de EE UU sus simpatías con Putin.