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¡Ño qué barato!: Un mercado en Miami alivia la escasez en Cuba

El empresario cubanoamericano Serafín Blanco salió de Cuba en 1967 con apenas 14 años, y aunque no ha vuelto supo interpretar como pocos las necesidades materiales de generaciones de cubanos que han crecido en medio de la interminable escasez de las últimas seis décadas.

A los 18 años, este hombre amable que por momentos parece no haber salido de su Camagüey natal, -en el centro del país-, se casó y comenzó a trabajar en una fábrica textil y otros emprendimientos en Hialeah, la ciudad con mayor cantidad de cubanos y cubanoamericanos en Estados Unidos.

En 1996 instaló allí su icónica tienda ¡Ño qué barato!, un enorme almacén donde hasta hoy los cubanos de Miami y otros sitios de Estados Unidos repletan a un módico precio maletines con productos de primera necesidad.

Con una decoración, que como Cuba parece estar detenida en el tiempo, la tienda vende desde ropa, zapatos, medicinas, celulares y mercancías para bebés, hasta los uniformes escolares que usan los estudiantes en la enseñanza estatal de la isla.

«Estaban llegando los balseros de Cuba y sabíamos lo que querían (…) lo que se necesita en Cuba, que es todo. Sabíamos la ropa que buscaban, los mosquiteros fabricados por nosotros, los gusanos (tipo de maletines) que usan para viajar», dijo Blanco recordando la apertura de su negocio en el verano boreal de 1994, dos años después del éxodo masivo ocurrido cuando unos 31.000 cubanos escaparon por mar en precarias embarcaciones.

Sus primeros clientes fueron parte de una de las más grandes estampidas de cubanos desde la revolución de 1959 que llevó al poder al fallecido exmandatario Fidel Castro.

Más de dos décadas después puede hasta parecer insólito caminar por los atestados pasillos de esta tienda que recuerda el diseño de los mercados cubanos de la década de 1980, con carteles de color amarillo chillón y los precios escritos a mano en tono rojo encendido, y encontrar lo mismo a jóvenes recién llegados que a ancianos exiliados en busca de objetos para sus parientes en Cuba.

Pero de todo, lo menos esperado es chocar con un pequeño maniquí que lleva un uniforme de la escuela primaria u otro más grande vestido con el atuendo usado por los estudiantes de medicina y enfermería, símbolos del socialismo en Cuba.

Blanco no solo vende, sino que fabrica en Hialeah los uniformes escolares que compran los cubanos para completar el módulo que distribuye el Estado de forma racionada una vez al año, y que a menudo no satisface la demanda porque se agotan o no están disponibles todas las tallas.

Conservar las raíces

Cuenta este cubano emprendedor que la tienda se llamó primero Clothing Machine, pero el nombre no pegó. Fueron los clientes los que terminaron bautizándola, -explicó Blanco-, cuando sorprendidos por los bajos precios exclamaban: ¡Ño qué barato!

Blanco dijo que vende lo mismo productos importados de China que la mercancía que queda al final de las temporadas en grandes comercios como Macy’s.

Sin embargo, su interpretación de la nostalgia de los cubanos lo llevó pronto a impulsar talleres donde fabrica los uniformes, culeros de tela ya en desuso en Estados Unidos, ropas para recién nacidos y vestidos holgados conocidos como «batas de casa» que suelen usar en el hogar muchas mujeres en Cuba.

La administradora Estrella Heredia, que lleva casi 20 años trabajando para Blanco, dijo que «afluye mucho el público cubano para comprar, tanto los de aquí que quieren conservar sus raíces, como los que quieren llevar para Cuba lo que tienen».

Un ejemplo es Hilda Morales, una cubana que hace más de 30 años llegó de la isla y acaba de descubrir este almacén: «Vi los anuncios de los especiales (…) Está bien buena la tienda, bien surtida, tiene de todo», dijo tras comentar que va pronto a Cuba y quiere llevar ropa a una niña.

Aliviando la escasez en Cuba

Las carencias en Cuba se incrementaron en la década de 1990, con el «periodo especial». Una corta lista racionada de productos como ropas, toallas, sábanas, zapatos y hasta juguetes distribuidos una vez al año desapareció de un tirón tras el desplome del socialismo soviético, principal aliado y benefactor de la isla hasta ese momento.

Luego el ascenso al poder de Hugo Chávez en 1999 en Venezuela y la beneficiosa alianza económica entre ambos sirvió de salvavidas al modelo cubano descapitalizado, mal administrado e inoperante.

Pero el fallecimiento de Chávez en 2013 y la crisis que atraviesa su sucesor Nicolás Maduro, recortó en parte beneficios como la entrega de combustible a precios preferenciales a cambio del servicio de miles de médicos cubanos que trabajan en zonas intricadas de Venezuela.

El gobierno de La Habana achaca la escasez reciente y agravada hasta de medicinas a la falta de liquidez y culpa al embargo comercial que aplica Estados Unidos desde hace décadas. EE.UU. justifica la medida alegando que el gobierno no respeta los derechos humanos, y que no existe independencia judicial ni libertad de prensa.

Así que el negocio de Blanco es una suerte de vara mágica para muchos: «Venimos siempre a comprar ropa a la familia en Cuba, sobre todo uniformes para los niños (…) Siempre encontramos las tallas», dijeron a coro y riendo Roxana Sosa y Javier Palenzuela, de 20 y 21 años.

«Decir ¡Ño qué barato! para los cubanos es decir la salvación tanto para los que están aquí como para los que están allá (…) en Cuba necesitan de todo, en este momento escasea todo», concluyó Guillermo García, que vive hace años en Miami y compró un teléfono celular para regalar a una prima.