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Restricciones para extranjeros también afectan a estadounidenses

Sadek Ahmed (centro) y sus hijos Abdel (der), de nueve años, y Mutaz, de siete, rezan en Nueva York el 21 de marzo del 2019 mientras la madre de los pequeños, Amena Abdulkarem, está varada en Yemen debido a las restricciones que hay al ingreso a EEUU de personas de cinco países de mayoría musulmana.
Sadek Ahmed (centro) y sus hijos Abdel (der), de nueve años, y Mutaz, de siete, rezan en Nueva York el 21 de marzo del 2019 mientras la madre de los pequeños, Amena Abdulkarem, está varada en Yemen debido a las restricciones que hay al ingreso a EEUU de personas de cinco países de mayoría musulmana. AP Photo

Mutaz, un niño de ocho años, llora cuando ve a sus compañeros con sus madres en las conferencias con maestros. Su hermano Adel, de nueve, se mete a cada rato en líos en la escuela.

En llamadas de horas los fines de semana siempre le hacen la misma pregunta a su madre: ¿Cuándo vendrás a Estados Unidos?

Es una pregunta para la que no hay respuesta. La madre, Amena Abdulkarem, se encuentra varada en Yemen con dos hijos menores. Espera desde hace tres años que Estados Unidos le dé una visa para que se una a su marido, Sadek Ahmed, y los otros dos niños.

La situación de la familia refleja los sufrimientos asociados con las restricciones del gobierno de Donald Trump al ingreso de extranjeros. Ahmed, un hombre de 31 años que trabaja en el mantenimiento de escuelas de Nueva York y quien es ciudadano estadounidense, y otros estadounidenses con familiares de países afectados por las restricciones no saben cuándo volverán a ver a sus seres queridos. Y dicen que no tienen idea de cómo conseguir las codiciadas exenciones creadas por el gobierno, pero rara vez aprobadas, que ayudan a las familias a no estar tanto tiempo separadas.

“No sé cuánto tiempo va a durar esto. Tengo dos hijos aquí. Necesito saber cuándo va a venir. Mis hijos me preguntan todo el tiempo”, dijo Ahmed entre lágrimas. “Es muy duro para ellos, porque son muy pequeños”.

El gobierno de Trump lanzó una tercera versión de las restricciones en diciembre del 2017, impidiendo el ingreso de ciudadanos de cinco países mayormente musulmanes y de sus familiares. Las restricciones, que afectan a Irán, Libia, Somalia, Yemen y Corea del Norte, así como a representantes del gobierno de Venezuela, fueron aprobadas por la Corte Suprema en junio del 2018.

La medida ha sido devastadora no solo para extranjeros que no pueden visitar a familiares en Estados Unidos sino también para ciudadanos estadounidenses como Ahmed. Gente que se ha visto separada de sus esposos y de sus y padres separados de sus hijos.

El gobierno dijo que concedería exenciones mientras no se comprometiese la seguridad nacional. Pero inmigrantes y activistas afirman que no hay un sistema formal para pedir exenciones y han demandado al gobierno en California y en Nueva York. Hablan de un proceso arbitrario, sin pautas claras acerca de cómo presentar los casos o conseguir que personal consular acepte sus documentos.

Agregan que incluso los casos en los que sí se concedieron visas, a veces sin haber tramitado primero una exención, confirman que no hay pautas fijas para las decisiones.

“Hace que cuestiones la legitimidad del proceso de exenciones. Que te cuestiones su existencia en este país”, expresó Ayyad Algabyali, de la Asociación de Comerciantes Yemeníes-Estadounidenses, que ayuda a las familias a preparar sus casos.

El Departamento de Estado dice que el decreto del presidente “explica claramente” las condiciones que hay que satisfacer para conseguir una exención.

El impacto de las restricciones ha sido notable. Se prohibió el ingreso de casi 38.000 personas que pedían visa de turista o de residencia desde que entró en efecto la medida. Entre diciembre del 2017 y enero del 2019 se concedieron solo 2.673 exenciones, de acuerdo con el Departamento de Estado, que no reveló cómo se conceden esas exenciones.

Esto coincide con un marcado descenso en las visas de inmigrante concedidas a personas de las cinco naciones de mayoría musulmana que quieren radicarse permanentemente en Estados Unidos. En el año fiscal del 2018, Estados Unidos concedió 4.167 visas a personas de esos cinco países, comparadas con las 25.538 de dos años atrás.

Mike Razi, abogado de inmigración de Los Ángeles, dijo que sus clientes estadounidenses separados de familiares de Irán son discriminados por el origen de sus familias.

“Nadie tiene derecho a venir a Estados Unidos”, declaró Razi. “Pero como ciudadano estadounidense sí tienes derecho a pedir a tus familiares. Si eres de las Filipinas, puede hacerlo, pero si eres iraní, no”.

Ahmed vino a Estados Unidos en el 2005, siendo adolescente, y se casó con Abdulkarem en el 2008. Se habían conocido en Yemen, donde ella permaneció y él la visitaba. Los dos hijos mayores nacieron en el 2009 y el 2011.

Ahmed se hizo ciudadano estadounidense en el 2011 y pidió al primero de sus hijos mayores al año siguiente. Pero recién en el 2015 el niño pudieron venir, en un viaje horripilante lleno de problemas. Adel, el hijo mayor, asiste a sesiones de terapia semanales como consecuencia del trauma asociado con ese episodio. Ahmed duda que esas sesiones lo ayuden mucho.

En marzo del 2016 pidió que se permitiese a su esposa venir a Estados Unidos y todavía esperan una respuesta. Se suponía que el trámite debía tomar unos pocos meses, pero el atraso en el procesamiento de estas solicitudes es tal que cuando entraron en vigor las restricciones, todavía no había sido evaluado.

Abdulkarem se presentó a una entrevista en Yibuti en octubre del 2018 y Ahmed entregó a un funcionario consular el material que él y su abogado había preparado para solicitar una exención. Siguen esperando una respuesta.

Ahora la familia está dividida. Él y los dos hijos mayores de la pareja están en Brooklyn con sus padres, mientras que ella vive en Yemen con sus dos hijos menores, de cinco y un año.

Las restricciones también causaron estragos en la vida de Shamim Darchini Astaneh, una californiana de 25 años que estudia para farmaceuta.

No puede concentrarse. Le tiemblan las manos y se pasa casi todo el día pegada a una computadora, contándole su vida a su marido, un dentista de 33 años varado en Irán.

La pareja se casó hace cuatro años, a sabiendas de que podría estar separados dos años mientras se tramitaba la visa de él. Debido a las restricciones, ahora pueden permanecer separados indefinidamente.

En su casa de Irvine, California, ella sufre de migrañas. Su familia la lleva a una sala de emergencias cuando tiene temblores fuertes. En la universidad tenía su computadora portátil abierta durante las clases para que su marido pudiese estar con ella, al menos en forma virtual. También la tenía encendida junto a su cama de noche para que la pudiese ver durmiendo.

“No podemos vernos demasiado. Cuando yo me acuesto, él está yendo a trabajar”, dijo ella en una entrevista telefónica. “Estamos todo el tiempo en FaceTime”.

En julio del 2017 la pareja fue entrevistada en la embajada de Estados Unidos en Abu Dhabi y se le dijo que tendrían su visa en dos meses.

Ella ha enviado al consulado cartas de sus médicos describiendo el daño que causa la espera. En enero, se le dijo que no volverían a informarle acerca de los progresos de su solicitud de una exención.

“Yo creo que no hay exenciones, que es todo una farsa”, dijo la mujer.

Su padre, Alireza Darchini, dice que la familia ha sido destruida. Su esposa se sacó la residencia en un sorteo y los dos querían venir a Estados Unidos para que sus hijos tuviesen más oportunidades.

Vinieron en el 2011. Su hija adolescente se adaptó muy bien, fue una gran estudiante y se enamoró de un hombre durante una visita a Irán. Su hijo tiene ahora 14 años y empezará la secundaria el año que viene. Su hija vive pagada a una computadora, su esposa llora viendo a su hija sufrir, si hijo no recibe la atención necesaria en medio de la crisis familiar.

“Una decisión, las restricciones a los viajes de un tipo llamado Trump, arruinó mi vida”, afirmó el ingeniero eléctrico de 50 años, quien es también ciudadano estadounidense. “Tal vez en unos pocos años todo se resuelva y nos reunamos. Pero ella perdió los mejores años de su vida”.

“El tiempo vale oro. Y está perdiendo el tiempo, esperando y esperando”.

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Taxin informó desde Santa Ana, California.