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Sería un vergonzoso abuso de poder si confirman a Kavanaugh después del testimonio de Ford

Estuvo increíble bajo presión.

Auténtica, fuerte, pero visiblemente vulnerable.

Al rendir testimonio ante el Comité Judicial del Senado, Christine Blasey Ford conmovió hasta las lágrimas de reconocimiento a miles de mujeres estadounidenses en todo el país.

Su testimonio notablemente creíble de que Brett Kavanaugh, nominado para la Corte Suprema de EEUU, la agredió sexualmente cuando eran adolescentes, no fue solo un hito crucial en la historia judicial del país. Fue un huracán cultural para mujeres y hombres solidarios que también alzaron sus voces en las redes sociales y en el Congreso para decirle a la doctora Blasey Ford: Yo te creo. Eres una heroína por venir y dar testimonio ante los ojos del mundo entero. Eres una patriota por hacer, como ella lo llamó, “mi deber cívico”.

Cuando se le preguntó qué tan segura estaba de que el hombre que la inmovilizó en la cama, que trató de desgarrar su ropa, y le tapó su boca con la mano para amortiguar sus gritos fue Kavanaugh, la psicóloga investigadora y profesora dio una respuesta inequívoca: “100 por ciento”.

Este pudo haber sido el momento que finalmente cambió la forma en que se trata a las mujeres en este país, como dijo la senadora Dianne Feinstein, demócrata de California, que era su esperanza.

Pero, desafortunadamente, a pesar del conmovedor testimonio de Ford y de las exigencias de una investigación independiente, por parte de organismos que antes habían apoyado a Kavanaugh como el American Bar Association y la universidad de Yale, los republicanos están avanzando para confirmar a Kavanaugh. Solo al último momento del voto 11-10 para mandar la nominación al Senado accedieron a una investigación muy limitada por el FBI, que ya esta siendo criticada por todo lo que no abarca.

Es un vergonzoso abuso de poder.

Al Partido Republicano no le importa que dos mujeres más de sus épocas de preparatoria y universidad, Deborah Ramírez y Julie Swetnick, hayan presentado denuncias también y quieran ser escuchadas. ¿A qué le tienen miedo? ¿A que más mujeres profesionales y creíbles rindan valientes testimonios como el de Ford?

Curiosamente, el juez Kavanaugh admitió que no vio el testimonio de su acusadora. Estaba demasiado ocupado preparando el suyo, dijo. Una mala decisión. Podría haber aprendido algo valioso sobre decoro, humanidad y aplomo bajo la presión del dolor, del interrogatorio y de los recuerdos de dos amigos que la emboscaban y se reían a costa de la joven de 15 años a la que estaban atacando.

En contraste con las respuestas mesuradas de Blasey Ford y la manera cuidadosa con la que trató de ceñirse a los hechos, Kavanaugh fue combativo, partidista, defensivo y excesivamente emocional. Lo que transmitió fuerte y claramente fue su sentir de que él tenía derecho al máximo cargo de la justicia, para el cual, según nos recordó, trabajó toda su vida.

La frase tácita: ¿cómo se atreve ella a atacarme? ¿Cómo se atreven los senadores a preguntarme sobre mi consumo de cerveza, una broma del anuario que menospreciaba a otra mujer, y sobre las otras dos mujeres que han presentado más acusaciones de que era abusivo cuando estaba borracho?

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No hubo momentos gloriosos para Kavanaugh, aunque sentimos inmensa pena por sus hijas, su esposa y sus padres. Su angustia por someterlos a esta experiencia fue real, sin duda.

Pero, ¿quién tiene el mayor incentivo para mentir?

No es la mujer que ha sido vilipendiada por los conservadores y cuya familia ha tenido que mudarse dos veces por razones de seguridad. No es la mujer que pasó la prueba de detector de mentiras que los senadores republicanos y el fiscal asignado para interrogarla desmenuzaron, pero no pudieron invalidar. No es la mujer que estaba tan dispuesta a tener en cuenta a la gente que la interrogaba y humildemente confesaba: “Estoy aterrorizada”.

Si ella hubiera callado, la vida de Ford aún estaría llena de las mismas ansiedades de los sobrevivientes de trauma que ella describió tan bien, pero el bien habría permanecido inalterado, ajeno a esta agitación nacional.

El hombre que compite con todo lo que tiene para el cargo más codiciado entre los juristas, sin embargo, es otra historia.

Con sus respuestas, Kavanaugh demostró lo irrespetuoso que puede ser con las mujeres.

Cuando la senadora Amy Klobuchar, demócrata de Minnesota, quien lo trató con el mayor respeto, le preguntó si alguna vez había bebido tanto como para perder el conocimiento, Kavanaugh respondió: “¿Y usted lo ha hecho?” No lo hizo una, sino dos veces, olvidando que no es ella quien está siendo acusada de actos criminales.

También fue combativo con el senador Sheldon Whitehouse, demócrata de Rhode Island, quien igualmente cuestionó a Kavanaugh sobre su consumo de cerveza.

“Senador, ¿a usted qué le gusta beber?” le dijo.

No es exactamente el comportamiento que se espera de un juez de la Corte Suprema. ¿Y se está quejando de esta investigación? Necesita mucho más escudriñamiento por parte del FBI.

En sus comentarios, Kavanaugh calificó su proceso de confirmación como “una vergüenza nacional” que ha llevado a su familia al infierno.

Pero la desgracia nacional es que los republicanos avancen para confirmarlo a pesar de las acusaciones no investigadas de que abusó de las mujeres en la escuela secundaria y la universidad.

El testimonio de Blasey Ford debería haber frenado la rápida carrera de Kavanaugh hacia el tribunal más alto de la nación.

Pero ciertos hombres en este país todavía están descartándonos, desestimándonos y saliéndose con la suya, incluso cuando la verdad está justo frente a ellos.

Kavanaugh puede haber pasado por un infierno, pero al final, está obteniendo el pase de rutina que se le da a los hombres.