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Así suena Lo Niego Todo: la rejuvenecedora simbiosis de Joaquín Sabina con Leiva

Actualizado 18/02/2017 11:23:28 CET

MADRID, 18 Feb. (EDIZIONES – David Gallardo) –

Para encontrar el primer contacto de Joaquín Sabina (Úbeda, 1949) con Leiva (Madrid, 1980) hay que retroceder hasta ‘Vinagre y rosas’, el hasta ahora todavía último disco del jienense, editado hace ya ocho años. Allí está el tema ‘Tiramisú de limón’, el germen de todo, cuando el joven aspirante aún hacía equipo con Rubén Pozo en Pereza.

Tan satisfecho quedó entonces Joaquín con la sangre renovada que entró en sus venas a través de sus dos nuevos colegas que, mientras se dedicaba primero a girar por el mundo haciendo pareja con Serrat y luego a celebrar en directo los quince años de su célebre ’19 días y 500 noches’, seguía sintiendo dentro su vigor treinteañero.

«Voy a juntarme con un jovenzuelo que me gusta mucho, a ver si renovamos un poco el aire». Así resume la nota promocional de ‘Lo Niego Todo’ el reencuentro de Sabina con Leiva, más desarrollado a finales de este semana por el propio cantautor después de una primera escucha del álbum a la que asistieron unos pocos periodistas.

Allí, en las oficias de su discográfica Sony Music, declaró el cantautor: «Por lo menos llevaba quince años sin sentir ese clima de alegría e intensidad creativa. Este año que las musas se han ido con Krahe, Bowie, Prince y Cohen y tantos otros, a mis musas les habían salido varices y les olía el aliento. Pero esta vez estoy orgulloso de compartir estas nuevas canciones y no me avergüenza oírlas».

Y eso fue todo lo que dijo en su primera aparición ante la prensa para promocionar su esperado regreso, con una gira de presentación que empezará el 20 de abril en Quito (Ecuador) y que recorrerá América y España durante los meses siguientes, incluyendo cuatro noches en México DF, tres en el WiZink Center de Madrid, dos en Bilbao, cuatro en el Luna Park de Buenos Aires… haciendo saltar la taquilla, vaya.

SABINA JUNTA A LEIVA Y RUBÉN POZO

La gira es ya todo un éxito, por tanto, a pesar de que aún hay que esperar hasta el 10 de marzo para que ‘Lo niego todo’ llegue a las tiendas. Un trabajo creado por Sabina codo con codo con su recién fichado escudero, Leiva, y también con el escritor Benjamín Prado de nuevo colaborando en la ardua tarea de poner orden y concierto en la promiscuidad poética del jefe.

La aportación de Leiva, vendida inicialmente como una labor de producción en lugar de los habituales Pancho Varona y Antonio García de Diego, va en realidad mucho más allá, pues también toca, canta, hace coros e incluso aporta a músicos de su banda. Además, ‘su’ Carlos Raya también mezcla siete de las doce canciones del disco.

Leiva incluso firma la música de uno de los temas junto a su excompañero Rubén Pozo, en su primera unión desde el fin de Pereza (Joaquín obra el milagro, pues). Otros autores que firman música propia en ‘Lo niego todo’ son Jaime Asúa, Pablo Milanés y Ariel Rot. La guinda la pone la antigua corista Olga Román, que vuelve a poner su voz en una grabación de Joaquín después de más diez años.

El resultado final, con Sabina filtrando todas las aportaciones y escuchando la segunda opinión de Leiva, es un álbum perfectamente identificable como parido por el de Úbeda, si bien es también absolutamente obvia la entrada del hidalgo ayudante de la egregia e igualmente delgada figura. Porque solo manteniendo intacta la personalidad de cada cual la unión puede propiciar algo original.

DISCO CON PULSO ROCKERO

‘Quien más quien menos’ abre el disco con una guitarra acústica, arreglos de cuerda, un piano y Leiva acompañando en los coros versos como «quien más quien menos tiró una vez la casa por la ventana, se tatuó en las sienes una diana, probó un veneno». Una balada creciente clásica de Sabina con letra lacerante y personal en la que resulta casi imposible no ver reflejado al propio autor, siempre cantando en primera persona.

Diríase que esta apertura tiene la cadencia de ‘Y nos dieron las diez’, pero sin ese pedazo de estribillo. Su aire nostálgico del tipo que está de vuelta de todo da paso a un homenaje a J.J. Cale titulado ‘No tan deprisa’ con aires country folk de esos tan propicios para conducir por carreteras tan largas como rectas y solitarias.

El primer single ya conocido, ‘Lo niego todo’, es un buen ejemplo de cómo Leiva ha conseguido rejuvenecer a Sabina, aportando a las nuevas composiciones un músculo rockero ausente en anteriores obras. Más pegada cuando hay que pegar y más eficacia cuando toca defender. Y Joaquín canta, en esta, en la anterior y en todas, rumiando cada verso, dejándose la respiración en el micrófono.

Casi se ve su garganta latiendo también en ‘Postdata’, una suerte de ranchera pop rock, una ‘mexicanada’ que habla de penúltimas copas, monedas lanzadas al aire y recuerdos imborrables. ‘Lágrimas de mármol’ es un rock potente con riffs tomados directamente desde el arsenal de Keith Richards de los Rolling Stones. «Superviviente, sí, ¡maldita sea! Nunca me cansaré de celebrarlo», canta el cantante.

PERO NO SOLO DE ROCK VIVE EL HOMBRE

La escucha nos lleva directamente hasta ‘Leningrado’, la canción con la letra más extensa, más caótica casi, un baladón sobre una historia de pasión en una pensión soviética que da paso a un medio tiempo acústico titulado ‘Canción de primavera’, adornado con mandolinas y un ritmo trotón y ambiente luminoso.

‘Sin pena ni gloria’ recupera el pulso del rock más duro que ha hecho Joaquín en muchos años, sonando además como suena eso en 2017, con una batería más que potente. A mitad de la canción casi pareciera que estamos escuchado algo de lo parido por Bruce Springsteen en los últimos lustros, con una letra de autoafirmación peleona.

«Si me remuerde la conciencia le pongo un bozal», dice una de las frases de la vacilona ‘Las noches de domingo acaban mal’, repleta también de riffs stonianos de esos que Leiva tan bien se ha aprendido con el devenir de los años. Una de las letras más desenfadadas de un álbum que, a pesar de su rejuvenecedor y musculoso sonido, muestra a un Sabina especialmente crepuscular en los textos.

Entramos a partir de aquí en la parte quizás más dispersa del álbum, en la que el reggae ‘¿Qué estoy haciendo aquí?’ agrega divertimento y poco más, con Joaquín incluso cantando «no woman no cry» y soltando una carcajada final. Luego llega la rumba costumbrista ‘Churumbelas’, en la que destaca la imagen quee el propio Sabina da de sí mismo como abuelo casi cebolleta.

DESENLACE CONJUNTO

‘Por delicadeza’ es la canción que cierra el álbum. El título viene acompañado de un ‘con Leiva’, así, especificado, que avisa de que, efectivamente, van a ir alternándose en las tareas vocales de las estrofas antes de cantar a medias el estribillo. Un final en el que Sabina reconoce ya abiertamente que todo lo que has escuchado antes hubiera sido imposible sin su acompañante.

Y entonces, ¿qué? Pues veamos. Estamos probablemente ante el mejor trabajo firmado por Joaquín Sabina desde ‘Dímelo en la calle’ (2002). Es verdad también que los guiños a su propia obra pasada hacen que aparezca la sombra del autoplagio, pero el envoltorio es tan consistente que resta importancia a lo demás.

Los más acérrimos del cantautor pueden escuchar el álbum con predisposición positiva porque globalmente les va a contentar. Incluso aunque les altere la excesiva presencia de Leiva, que se acerca a la de un disco conjunto. Porque es, finalmente, un recorrido por todo lo que cabe esperar de Sabina con 68 años recién cumplidos, adaptado al momento actual, con letras como siempre atractivas y un sonido de alto voltaje.

Así que puede decirse que Joaquín se ha salido con la suya, porque se ha quitado un montón de años de encima viéndose a través de Leiva. Porque esto es una asociación íntima de organismos diferentes para beneficiarse mutuamente en su desarrollo vital. Vale, esa es la definición de simbiosis según el diccionario. Pero es que esta es justamente eso. Y rejuvenecedora para el mayor de ambos, de hecho.