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Averroes, un sabio total

Monumento a Averroes en Córdoba

Nacido en Córdoba en 1126, Averroes, de nombre árabe Abu Walid Muhammad Ibn Rusd, pertenecía a una notable familia de juristas probablemente muladíes, es decir, descendientes de un hispanorromano que en algún momento se convirtió al Islam. Su abuelo había sido cadí (juez) y autor de un famoso tratado legal. Su padre, también cadí, fomentó su educación entre destacados miembros de la intelectualidad cordobesa, como Ibn Harun de Trujillo, con quien conoció la obra de Aristóteles, Galeno e Hipócrates.

Se sabe que Averroes hizo frecuentes viajes por Andalucía y Marruecos, ya que llevaba viviendo varios años en Marraquech cuando en 1169 se ganó la confianza del califa almohade Abu Yaqub Yusuf y fue nombrado cadí en Sevilla y, en 1171, en Córdoba. En 1182 empezó a ejercer de médico personal del califa en Marraquech.

La subida al trono de Yaqub al-Mansur supuso la caída en desgracia de Averroes, que en 1195 fue desterrado a Lucena (actual provincia de Córdoba). Además, sus obras fueron prohibidas, quizá por la intención del nuevo califa de contentar al partido integrista de los alfaquíes. Sin embargo, a los dos años, Averroes regresó a Marraquech, donde recuperó el favor de al-Mansur poco antes de morir en 1198.

Un intelectual de su época

El sabio andalusí Averroes ha sido considerado uno de los intelectuales más influyentes de toda la Edad Media: experto jurista, comentarista de la filosofía aristotélica y autor de una de las obras médicas más estudiadas de su tiempo; aunque es cierto que su idependencia de pensamiento, que trataba de conciliar la teología musulmana con el pensamiento aristotélico, resultaba osada para los tiempos que corrían.

Además de los Comentarios de Aristóteles, su gran contribución a la cultura universal fue el libro Kulliyat, un tratado general de Medicina donde estudiaba todas las materias conocidas, con especial atención a la anatomía.