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Baroja, un entregado bibliotecario

La biblioteca de Itzea




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Me dijo en una ocasión Ortega y Gasset: Pero, ¿para qué quiere usted una casa tan grande? ¿Para pasear por el salón? Sorprendido le respondí: ¿Y le parece eso poco?”. Esta anécdota barojiana recoge el cariño que el escritor sentía por Itzea, la casona que la familia Baroja había comprado en 1912 en Vera de Bidasoa (Navarra). Allí pasaba largas temporadas Pío Baroja (1872-1956) y recibía la visita de sus amigos. Cuando Gregorio Marañón conoció Itzea, la describió como «un incomparable museo romántico».

Al definirlo como museo, Marañón se refería al espectacular muestrario de libros que albergaba la casa. De cada uno de sus viajes, Pío regresaba cargado de novelas y ensayos, por lo que decidió instalar una biblioteca en la casa. El escritor sopesa la magnitud de su archivo en Las horas solitarias: «creo que tengo una colección curiosa de unos 3.000 ejemplares». Según contará más tarde el ensayista José Alberich, cuando falleció Baroja, aquellas estanterías reunían más de 5.000 volúmenes.

Otras aficiones

Su sobrino, el antropólogo, historiador y ensayista Julio Caro Baroja, fallecido en 1995, se encargó de incrementar y ordenar los fondos de la casa y, en la actualidad, se estima que se acumulan allí unos 30.000 ó 40.000 volúmenes. Entre novelas y ensayos en numerosos idiomas, destacan en las estanterías varios cientos de documentos inquisitoriales y libros sobre brujería y ocultismo, uno de los temas preferidos de Pío.