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Cómo alteran las infraestructuras la migración de las aves

Avutarda muerta tras colisionar con un tendido eléctrico. [Carlos Palacín]

Investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN) y de la Universidad Complutense de Madrid han comprobado cómo las infraestructuras afectan a los patrones de migración de especies que viven en ambientes humanizados, como la avutarda (Otis tarda). En un estudio reciente han demostrado que, a causa de las colisiones con los tendidos eléctricos, en la península ibérica mueren cada año más del 20 por ciento de los machos de avutarda que migran. Como consecuencia, el comportamiento migratorio de esta especie se ha visto alterado: en 16 años, la proporción de machos sedentarios ha aumentado del 17 al 45 por ciento.

Los machos de avutarda común ostentan uno de los récords de la naturaleza: con un peso que puede alcanzar hasta los 18 kilogramos, se hallan entre las aves más pesadas con capacidad para volar y efectuar migraciones. Llegado el mes de julio, tras el cortejo, parte de los machos que habitan en la península ibérica realizan una migración estival hacia el norte en busca de ambientes más fríos.

«La avutarda presenta un patrón de migración parcial: en los mismos grupos coexisten individuos sedentarios y migradores. Esta condición hace que la avutarda represente un modelo excepcional para estudiar aspectos como los riesgos de la migración y sus posibles consecuencias», apunta Juan Carlos Alonso, investigador del MNCN y director del proyecto Avutarda.

Cambio de hábitos

Los autores estudiaron la conducta migratoria de los machos de avutarda a lo largo de 16 años. Marcaron con radioemisores 180 machos de 29 grupos reproductores repartidos por la península ibérica para seguir sus desplazamientos.

El estudio reveló que la mayor parte de los machos (65 por ciento) migraron en verano, mientras que el resto permaneció en sus áreas de reproducción. Entre los migradores, el 21,3 por ciento murió por colisiones contra tendidos eléctricos, frente al 6,3 por ciento del grupo de sedentarios que murieron por la misma causa; es decir, el riesgo de mortalidad de los primeros fue tres veces mayor. Los autores observaron que la proporción de individuos sedentarios iba aumentando progresivamente durante el período de estudio: pasaron del 17 por ciento en 1997 al 45 por ciento en 2012.

«Los machos inmaduros desarrollan su comportamiento migratorio por aprendizaje social, imitando la conducta de otros machos. Como cada vez hay menos migradores en la población, el fenómeno podría llegar a desaparecer, más si se tiene en cuenta que la red de líneas eléctricas de transporte en España ha experimentado un crecimiento extraordinario en los últimos 50 años: de mil kilómetros en 1960 a más de 40.000 en la actualidad», subraya Carlos Palacín, primer autor del trabajo.

Fuente: Conservation Biology

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