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Cráteres y metano en el fondo del Ártico

Una muestra de hidrato, o clatrato, de metano, es decir, gas metano inmerso en una matriz de hielo de agua. Bajo el fondo del Ártico hay grandes cantidades de metano en esta forma. Pueden estallar y liberar ese gas con efecto invernadero en la atmósfera [CAGE].

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Bajo los cráteres submarinos que tachonan el suelo del Ártico hay unas reservas enormes de metano. En estos momentos el gas mana de ellos en cantidades reducidas, pero los cráteres existen precisamente porque en el pasado se liberó de pronto, explosiva, masivamente, con lo que pasó a la atmósfera.

Esta es la conclusión a la que llega un estudio, publicado en Science y realizado por unos investigadores de la Universidad Ártica de Noruega, en Tromsø, y del Centro de Hidratos de Gas, Medioambiente y Clima del Ártico (CAGE), que ha cartografiado centenares de esos cráteres en el fondo del mar de Barents.

Durante las glaciaciones, el metano que se desprendía desde depósitos de hidrocarburos existentes bajo el fondo del mar quedaba encerrado en la base de las espesas capas de hielo que cubrían el suelo oceánico. Se formaron así unos compuestos de metano y agua, llamados hidratos de gas o clatratos, que a presiones como las que hay a más de 300 metros de profundidad, y mientras la temperatura sea inferior a los cinco grados, se encontrarán en estado sólido.

Karin Andreassen y sus colaboradores sostienen que, como consecuencia del calentamiento climático que se produjo entre hace 15.000 y 12.000 años, se liberaron de pronto, explosivamente, cantidades enormes de ese metano encerrado en hielo. Se creó así un paisaje submarino característico, plagado de cráteres, y el gas entró en la atmósfera.

En los años noventa se observaron algunos de estos cráteres por primera vez, pero gracias a las nuevas tecnologías este estudio ha visto que se extienden por un área mucho mayor de lo que se creía. «Nos hemos concentrado en los cráteres que tienen entre 300 metros y un kilómetro de diámetro; hemos cartografiado cerca de cien, pero hay muchos cientos de cráteres más pequeños, de menos de 300 metros de diámetro», explica Andreassen.

La presencia de grandes depósitos de hidratos de metano en el fondo de los mares árticos se conoce desde hace tiempo, pero las consecuencias de las emanaciones dependen mucho de la manera en que se produzcan.

Aunque es un potente gas de invernadero, el metano que los depósitos submarinos liberan lentamente no contribuye de modo muy apreciable al calentamiento global, explican los investigadores, porque en muy buena medida se oxida a medida que asciende por la columna de agua que ha de atravesar antes de alcanzar la atmósfera. Por el contrario, una emisión súbita, violenta le permitiría ingresar inalterado en la atmósfera en forma de grandes bolas de gas.

Concluyen los investigadores que su reconstrucción de lo que ocurrió en la desglaciación, cuando se desintegraron los grandes casquetes de hielo que había sobre los cráteres de hoy, ofrece un análogo de lo que podría ocurrirles a los hidratos de metano que hoy están estabilizados bajo el peso de los casquetes de hielo actuales. 

Más información en Science.

Fuente: LeScienze.it

Un estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences unos días después del presentado en los párrafos anteriores, de Pavel Serov y otros investigadores también del CAGE y la Universidad Ártica de Noruega, ha analizado la evolución de un campo de abultamientos del suelo del Ártico cerca de la isla de Svalbard, un poco al norte de la zona de los cráteres, unas cúpulas, o pingos, llenas de hidrato de metano, algunas con un diámetro de quinientos metros. Son uno de los puntos más activos de emisión de metano, y los surtidores llegan a veces casi hasta la superficie, pero la presión de los 390 metros de agua que tienen encima mantiene estable a los hidratos. 

Esa profundidad, sin embargo, es solo veinte metros menor que la de la zona de los cráteres, y se cree que estos fueron precedidos por pingos similares. La estabilidad de los pingos submarinos actuales podría, pues, estar en el límite, y existe la posibilidad de que esas cúpulas del suelo del mar puedan estallar y lleven así su gas hasta la atmósfera. Son los primeros abultamientos de ese tipo que se han encontrado fuera de las zonas terrestres de permafrost, donde se sabe que esas estructuras estallan y dejar tras de sí cráteres.

Más información en CAGE y Proceedings of the National Academy of Sciences.